Romero, sentado en un consultorio, escuchaba el consejo del Luciano, el nutricionista.
“No sal, no azúcar, pocas grasas, no gaseosas, no pastelerías, hidratos de carbono necesarios. Más frutas, verduras… en fin”
– Pero a usted le dicen “Nono”, no puedo comer nada de nada, contesta Romero.
– Romero, ¿acaso usted no quería soluciones?- dice Luciano con sus anteojos entrecaidos.
– Lo primero que hizo el hombre cuando bajó del árbol fue comer… ahora resulta que…
– Romero la sobreabundancia de posibilidades alimentarias sin límites, sin elecciones saludables, es la cuestión a resolver. La cáscara envolvente.
– ¿Una panza llena corazón contento? dice usted Luciano…
– Yo diría un lindo por fuera, nocivo por dentro. Un buen sabor delicioso al producto que vas a llevar a tu boca. Una consolación histórica. Una recompensa, un permitido.
Romero con algunos kilos de más, salió del consultorio y una voz le hizo ruido ese día: una consolación histórica. En los alrededores del hospital no paraba de observar la venta de choripanes, las bolas de fraile, las tortas fritas, los sándwich de miga y milanesa. Pero más observaba cómo consumían transeúntes, taxistas, remiseros, médicos y hasta el director del hospital sentado en una banqueta comía un súper pancho con papas fritas snacks.
¿Por qué se iba a privar del disfrute de comer? Tanta gente se va de este mundo porque no come, pensaba. ¿Es posible algo distinto? A algunos les falta y a otros les sobra. La tentación está multiplicada para cada comensal. Unos acceden y otros no. ¿A qué acceden? ¿Qué eligen? Los equilibrios ante mucho desequilibrio pensaba Romero.
Estuvo días con un cuadernito número tres analizando el disfrute, el goce, las caras que expresaban los comensales cuando recibían la comida y también, de qué empezaban a hablar. Lo que solía encontrar eran quejas sobre la rutina diaria, el país, el futuro y la identidad del ser argentino. En resumen, la culpa de todo la tienen los argentinos.
Romero pidió una ensalada de frutas en el bar ubicado en la entrada del hospital y se sentó en una mesa del lado de afuera.
Lo cruzó el nutricionista y le dijo: “Romero… ¿encontró la consolación? Hay que hacer sustituciones no instituciones alimentarias sin discusión ni aperturas de su real calidad nutricional para nuestras vidas ¡Vamos que se puede!”
Romero, el peregrino, entendió un poco más porque la comida a veces consuela ciertas frustraciones humanas.
***
Mirar como si fuera la primera vez lo cotidiano de nuestra ciudad y su gente. Con ese fin nacieron estos escritos, que se desprenden de los micros radiales “Acercando a Mar del Plata”. Son voces barriales desde la salud, la comunicación y la integración comunitaria.
(*): [email protected]