Jonathan Smith había ido a visitar a su hermano y decidieron ser parte del concierto que terminó en masacre
Escuchó las sonoras detonaciones y creyó que se trataba de fuegos artificiales. Luego los pudo identificar como disparos. Uno tras otro. Ininterrumpidos. De inmediato todos los presentes supieron que estaban en medio de un tiroteo. Rápidamente se dio cuenta que la vida de miles de personas que disfrutaban del concierto Route 91 Harvest Festival estaba en serio peligro, por lo que comenzó a ayudar. Hasta que sintió el golpe de una bala entre su cuello y su hombro.
Con 30 años y técnico de máquinas fotocopiadoras, Smith fue herido el pasado domingo durante la mayor masacre de la historia del país tras del 11-S. Los médicos le informaron que es probable que tenga que vivir con el recuerdo de lo ocurrido alojado en su cuerpo. Es que la bala que atravesó su carne se quedará a vivir dentro suyo: no podrán sacársela, al menos de forma inmediata.
Smith manejó desde el Condado de Orange, en California, hasta Las Vegas, Nevada, para festejar el cumpleaños número 43 de su hermano Louis Rust, fanático de la música country y quien lo arrastró al concierto mortal. Jason Aldean sería el show final que verían juntos ese fin de semana como celebración. Junto a ellos había otros siete miembros de la familia.
Cuando los disparos comenzaron, Rust le dijo a la familia que se tomara de las manos y comenzaran a correr. Eran parte de la estampida de 22 mil almas que no entendían qué ocurría allí. Smith se enfocó en las más jóvenes: sus sobrinas de 17, 18 y 22 años. Mientras tanto, continuaba gritándole a la multitud: “¡Hay un tirador! ¡Hay un tirador! ¡Vamos! ¡Tenemos que correr!”. Condujo a varias personas a un aparcamiento alejados y a resguardo. “Llevé a varias personas allí. Podías escuchar los disparos. Sonaban como que venían de Las Vegas Boulevard”, contó Smith.
En un momento determinado vio que unas niñas estaban mal escondidas. Podían ser alcanzadas por las balas de Stephen Paddock (aún nadie sabía de quién se trataba, ni que estaba atrincherado en la Mandalay Bay Resort & Casino. Entonces, Smith se dirigió hacia ellas para ponerlas a resguardo y sintió un intenso dolor en su cuello. Pero luego, nada. “No podía sentir nada en mi cuello. Había una cálida sensación en mi brazo”, contó en el hall de ingreso del Sunrise Hospital de Las Vegas en lunes por la mañana. “Podría tener que vivir con la bala por el resto de mi vida”, explicó.
Un oficial de policía lo vio tendido y notó que sangraba profusamente. Con sus manos frenó la hemorragia, mientras intentaba que uno de los vehículos que pasaba por allí lo trasladara a un centro médico. “No quería morir”, recuerda.
En total salvó la vida de unas 30 personas. Y luego de que su foto e historia se viralizara, comenzaron a llamarlo “héroe”. “No me veo de esa forma. Hubiera querido que alguien hiciera lo mismo por mí. Nadie merece perder la vida al venir a un festival de música country”, concluyó.