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Deportes 15 de agosto de 2017

El gran viaje de Nicolás Lauría

Por fin logró dar con su padre y la otra mitad de su historia. El carismático basquetbolista marplatense fue a New Orleans a visitar por primera vez a Zachary Cooper, su progenitor, aquel estadounidense que jugó en Peñarol entre 1986 y 1988. Y descubrió una nueva familia.

por Marcelo Solari y Sebastián Arana

El basquetbolista marplatense Nicolás Lauría, extrovertido de pibe, jamás escondió que dar con su padre, Zachary Cooper, aquel estadounidense que jugó en Peñarol entre 1986 y 1988, cuando los extranjeros que llegaban a la Liga Nacional eran poco menos que “semidioses”, era uno de los grandes propósitos de su vida.

Hace seis años, en medio de una serie recordada de play-offs entre Peñarol y Libertad de Sunchales, sus desvelos dieron frutos y hasta pudo sostener una serie de conversaciones telefónicas con él. Y después, otro prolongado silencio.

Tal vez otro se hubiera descorazonado. Pero no él, que continuó buscándolo con ahínco. Hace unos meses logró encontrar a una prima y, con su ayuda, encontró a su padre y a su abuela. Y al resto de su familia. Con la diferencia de que esta vez viajó a conocerlos. A descubrir la otra mitad de su historia. “Encontré lo que fui a buscar, lo que quería, lo que necesitaba, la otra parte de la familia”, le contó a LA CAPITAL, tan abierto como siempre, ni bien regresó a Mar del Plata.

-¿Cómo fue ese viaje?
-Increíble. Fui sin esperar demasiado, si bien mi prima -con la que había hablado por teléfono y por mensajes- y mi abuela habían sido muy amables conmigo. También había hablado por teléfono con mi viejo, me preguntó si quería ir a conocerlos. Pero no esperaba grandes cosas porque hace seis años, cuando lo encontré por primera vez, había hablado dos o tres veces con él y después desapareció. Tenía curiosidad por conocer al resto de mi familia. Si él tenía algún problema, yo quería tener relación con los demás. Pero me hicieron sentir como en casa. Me abrieron los brazos y me dieron mucho amor. Tanto que me pareció muy corta la estadía de una semana.

-Fueron mucho años sin noticias…
-Sí, y de golpe, todo. Pasé de ser único hijo a tener dos hermanos y, de no ser tío, a tener un batallón de sobrinos.

-¿Pudiste conocer a todos?
-A la gran mayoría. Muchos viven en otros lugares. New Orleans tiene varias ciudades satélite. Ellos viven en una que se llama Slidell, está todo más o menos a 15 o 20 minutos por las autopistas. El domingo hicimos un picnic, una reunión familiar, y pudieron estar casi todos. Los Cooper son cuatro hermanos: Zachary es el mayor, mi tía Denna, mi tía Athena, que mide dos metros, y mi tío Reggie, el mejor deportista de la familia, jugador de básquet y fútbol americano…Llegó a a ser profesional en Dallas hasta que se rompió una rodilla.

-¿Cómo fue ese primer encuentro con tu papá?
-Me estaba esperando en el Aeropuerto, ahí parado, con una remera negra, el único negro y alto que había. Nos vimos de lejos, nos salió una sonrisa de oreja a oreja a los dos y nos abrazamos como si el tiempo no hubiese pasado. Fue un abrazo de una conexión inmediata, automática, como si nos hubiésemos visto la semana pasada o el mes pasado. Como cuando te sentís bien con alguien. Mi abuela me estaba esperando en el auto, porque le cuesta caminar, y también nos pasó lo mismo. Sentí tanto afecto, tanto amor…Me decían que era uno de ellos. Desde que llegué a Estados Unidos, me sentí como si fuera mi casa.

Nicolás Lauría durante el extenso mano a mano con LA CAPITAL.

Nicolás Lauría durante el extenso mano a mano con LA CAPITAL.

Cosas de Destiny

-A pesar del silencio y la ausencia de tantos años, él no había ocultado nunca tu existencia…
-Sabían todo. Por eso encontré a mi prima, Destiny, y pude encontrar a los demás. El mensaje se lo mandé a ella porque en la página de internet en la que hice la búsqueda (otra diferente a la que había utlizado con Kyle Lamonte en 2011) me salieron datos de él y de todos. Números de teléfono y direcciones actuales y anteriores, sus familiares. Empezamos a buscar esos nombres para ver si tenían Facebook y si tenían realmente alguna relación con él. Decía hasta la edad de las personas y eso me orientó un poco más. Esta chica, Destiny, tiene 30 años, yo tengo 29, estamos ahí. Le escribí a ella primero y le conté que era de Argentina, mi edad y que era hijo de Zachary Cooper para preguntarle si tenía alguna relación o me podía dar algunos datos. Y lo primero que me respondió fue “Oh my God, I’m crying” (Díos mío, estoy llorando). “No puedo creer que nos encontraste, nosotros sabemos de vos, intentamos buscarte, sabemos que jugás al básquet. Pero no sabíamos tu apellido y no tuvimos éxito en la búsqueda. Me alegro de que haya sido ahora aunque me hubiese gustado que esto pasara mucho tiempo atrás”.

-Qué loco, ¿no?
-Hace seis años, cuando había contactado a mi papá por primera vez, le mandé una encomienda con fotos (las tiene mi abuela, en una repisa junto con las de todos los nietos), un DVD con el partido de aquella semifinal de 2011 con Libertad de Sunchales, y una camiseta de Peñarol que me había hecho Gustavo Figari, de F&F Básquet, con el 9, el nombre Zachary Cooper y el año en que había jugado en Peñarol. No le mandé una mía y entonces no sabían cómo era mi apellido. Ninguno de los miembros de la familia que conocí se sorprendían porque sabían de mí…Excepto, una hermana menor. A medida que fueron pasando los días fui encontrando las respuesta a las preguntas que tenía pero que no me animaba a hacer. Pero me importaba poco el pasado, ya había quedado atrás.

El encuentro

-¿Cómo fue ese viaje desde New Orleans hasta Slidell?
-Son como 40 millas (unos 60 kilómetros). De entrada me contó que cuando él había dejado de jugar, en San Nicolás, porque se había roto la rodilla, volvió a Estados Unidos y lo único que sabía hacer era jugar al básquetbol. Enseguida me dio el consejo de que yo tenía que estar preparado para el día después de dejar de jugar profesionalmente. No tenía que cometer el error que cometió él por vivir el momento. Cuando volvió a Estados Unidos pensó que se iba poder reinsertar y fue todo lo contrario. Ahora ya está bien, pero le costó muchísimo. Esa fue la explicación para su ausencia y todo el tiempo que pasó. Él pasó cosas muy fuertes y complicadas en su vida. Era casi una estrella de su ciudad porque en Slidell High School la rompía y tuvo unos números tremendos. Fue a una Universidad pequeña (William Carey), también se destacó, integró el All American y estuvo a punto de ser drafteado en la NBA. Todo esto lo supe allá, porque mi abuela me mostró un álbum de recortes. Igual que el que había hecho mi abuelo conmigo en Mar del Plata. Pude percibir todo lo que él había vivido cuando era joven y me vi claramente reflejado. Y él pasó de ser un mimado a no poder jugar al básquet. Entonces se frustró, se enojó con él mismo y se empezó a autodestruir. Y en lugar de buscar el camino bueno, se fue por el camino malo. Obviamente tuvo problemas con la ley y yo me voy dando cuenta de los motivos que lo llevaron a pasar años sin dar señales. En aquellas tres o cuatro primeras charlas telefónicas tendría que haberle preguntado por el resto de la familia y no se me ocurrió hacerlo. Entonces perdí todo contacto.

-En aquel momento, 2011, se habló mucho sobre tu búsqueda…
-Estaba viviendo muchas cosas, mucha emoción, las semifinales de la Liga, el reencuentro. Me habían llamado de la productora de Susana Giménez. A mi mamá la de Marcelo Tinelli. Pero no me pareció apropiado hacerlo masivo. Yo quería manejarlo a mi manera. Bueno, tuvieron que pasar otros seis años hasta que lo reencontré. Di con su Facebook hace muy poco. Siempre lo había buscado como Zachary o Zach, y no como Zac. Empezamos a rastrear con mi mamá y mi novia perfiles de mis tías y en una foto familiar del cumpleaños de mi abuelo de ochenta y pico, aparece él etiquetado. Ahí lo vimos por primera vez, descubrimos cómo estaba físicamente ahora y lo vimos bien. Porque se habían dicho muchas cosas en el club…, que estaba en las drogas, que estaba mal, incluso que había muerto. Antes de escribirle por primera vez a Destiny, también le escribí a él, aunque ella me respondió primero. Y cuando él me contestó, también me pasó su número de teléfono. Pero me centré más en mi prima porque me sentí muy bien de entrada con ella y con una gran conexión.

-¿Y con tu abuela?
-Enseguida mi prima me pasó su teléfono porque quería hablar conmigo. Y le pregunté si le parecía bien que hablara antes con mi abuela que con mi papá. Me dijo rotundamente que sí porque ella iba a hacer todo para mantenernos comunicados. Al otro día tomé coraje y la llamé. Hablo inglés, pero es difícil por teléfono y una primera vez. La llamé, le dije que era Nicolás, de Argentina. Me respondió que no lo podía creer y que le agradecía a Dios por estar viva para poder hablar conmigo por primera vez. “Tenemos que hacer algo para conocernos y a partir de ahora me tenés que llamar una vez por mes como mínimo”, me dijo. Corté con ella, y a los 15 minutos me llamó mi viejo por Messenger. “Hola hijo, hola papá”, muy natural. Empezamos a hablar un poco y me preguntó si iba a ir a visitarlo a Estados Unidos. No estaba convencido, estoy mucho tiempo lejos, quería disfrutar de mi hija, mi novia y, además, en poco tiempo me tenía que ir otra vez porque empezaba una nueva temporada. Le dije que tal vez viajaría el año que viene. Pero al otro día me levanté y me dije: “Voy”. ¿Por qué esperar un año más? Encontré lo que fui a buscar, lo que quería, lo que necesitaba, la otra parte de la familia. Y me aceptaron.

-¿Fuiste a la casa de alguno de ellos?
-Fui a un hotel, lo había reservado de acá. Pude haberme quedado en lo de mi abuela, pero no quería caer de una. De todos modos, el hotel lo usé para dormir. Estuve siempre con ellos. A medida que pasaban los días, mi inglés fue mejorando. Les fui contando cosas y fui haciendo un vínculo increíble con todos. Mis sobrinos chiquitos se “coparon” conmigo, hice de tío, cociné hot-dog a la parilla, lo que ellos llaman la barbacoa…

El “nuevo” Zach Cooper

-Puede decirse que cerraste el círculo…
-Sí, tal cual. También se dio que dí con el momento justo de mi papá. Hace un par de años que es miembro de una Iglesia. Se llama “Fe en la Biblia”. A través de ella, hizo una rehabilitación y pudo encontrar su camino, su paz. Yo llegué un martes y el miércoles era lo que ellos llaman su graduación en la Iglesia. Pude participar en la ceremonia. Es una congregación mayoritariamente de negros y cantan como en las películas. Me confesó que antes no podía ni cuidar de él mismo. Tenía problemas de comportamiento y ahora está tranquilo. Ya tiene 54 años, trabaja en la construcción todo el día. Llega ‘muerto’ de noche a su casa. Un día me llamó para cenar. Fuimos a un lugar a comer carnes y ahí charlamos mucho. Estaba tan animado que hasta intentó recordar el castellano que había aprendido jugando en Argentina para comunicarnos. Se acuerda de muchas cosas y de muchas personas. De Gurí Perazzo, de Michalópulos, de Terzzoli…’Me acuerdo de casi todo, fueron muy buenos tiempos para mí’, me dijo. Ahí les mostré, a través del facebook, como estaban hoy sus ex compañeros. Y el me mostró muchos de sus contactos de Argentina.

-Mejor no te pudo haber ido…
-Si califico el viaje de 1 a 10, le pongo un 20. Pude charlar con mi papá, mi abuela y mis tías como quería. Cuando mi papá me llevó de regreso al aeropuerto me preguntó si me servía de algo iniciar los trámites para conseguir la ciudadanía estadounidense. Le dije que no para jugar, pero sí para la vida. Me dijo que me reconocerá y me prometió que empezará a averiguar qué necesita para hacerlo. Salió de él, no era mi objetivo. Fue todo mejor de lo esperado.

-Sólo una hermana no sabía de tu existencia…
-La familia organizó un pic-nic el día antes de mi regreso a Argentina. Mis tías estaban bailando sus pasos y cuando me estaban enseñando aparece una chica alta como ellas. Yo la saludo normal. Se le acercó una de mis tías y le dijo que yo era su hermano. La chica no entendía nada, después supe que mi abuela la había invitado sin explicaciones previas. Fue a buscarlo a mi papá, que estaba por ahí atrás, jugando a las cartas. Y él le repitió que yo era su hermano Nicolás, de Argentina. Discutieron porque, según ella, nunca le había dicho algo y él se defendía diciéndole que le había dicho que tenía un hermano en Sudamérica. Ella pasó por una infancia difícil porque mi viejo no estaba y su madre hizo pareja otra vez, cosas de la vida. Y ella había quedado mal con mi padre. Se mostró “shockeada”, pero la entendí. Estuvo distante, pero al final de la reunión se acercó, me pidió disculpas por su actitud y hablamos un poco. Me preguntó qué día había nacido y se sorprendió. Yo le llevo nada más que cuatro meses. Y también me preguntó por el número de mi tatuaje, el 13. Le expliqué que era el número de mi camiseta y resulta que es el mismo que usa ella, que también juega al básquetbol. Coincidimos en que era algo muy loco para todos. Al día siguiente me agregó al Facebook y me mandó un mensaje pidiéndome disculpas otra vez. Me contó que se puso a llorar cuando llegó a su casa, que se vio superada por todo, que lamentaba que el poco tiempo que pasamos juntos no haya sido el mejor y que quería tener la mejor de las relaciones conmigo, que lo único que tenía para darme era amor. Tuvimos una linda conversación, me contó que teníamos un hermano mayor. Ahora somos tres hermanos, muchos primos, sobrinos por todos lados, abuelo y abuela…

-Y otro viaje por hacer…
-El año próximo pienso viajar con mi hija Alina y mi novia Rocío. Pero también ellos tienen ganas de venir a conocer Argentina. Mi abuela tiene ganas de venir, también mis tías. Mi viejo, por supuesto. Sería fantástico.

LAURIA 02

 

“Me decepcionó mucho lo ocurrido con Peñarol”

 

-¿Qué pasó con tu posible vuelta a Peñarol?
-Llegué de Comunicaciones y unos hinchas de Peñarol amigos me invitaron a un asado. Estaba Leo Gutiérrez y allí me preguntó qué iba a hacer. Le dije que me gustaría volver a Peñarol y él me dijo que Franco Giorgetti seguramente se iba y que me quería en el equipo atrás de Alejandro Diez. Era soñado. Yo quería una nueva oportunidad en la Liga de “4”, no de “3”. Creo que después dirigencialmente no lo acompañaron. Habría que preguntarle a Domingo Robles o a Alfredo Miño. Ni siquiera me llamaron, hablaron siempre con mi representante. Me decepcionó mucho lo que ocurrió con Peñarol. Finalmente, hablé con Miño para ver cuál era el problema conmigo. Y él me dijo que era una cuestión deportiva. Que decidieron así porque Alejandro Diez no iba a llegar para el principio del campeonato y que no confiaban en mí como “4” titular para los primeros meses del torneo. Me sentí mal. Vengo de jugar de “4” dos temporadas en el TNA con 35 minutos de promedio por partido. Acá iba a jugar 15 o 20 minutos como mucho. Jugué sin lesiones 54 partidos en Barrio Parque, 56 en Comunicaciones y 44 en Monte Hermoso en las últimas tres temporadas. No confiaron en mí. No fue tema de plata. A mí no me tenían que cobrar casa y comida y, obvio, tampoco iba a cobrar más que Guaita. Eso fue lo que ocurrió.

-Esta vez pareció que estabas más cerca de volver…
-Parecía el momento. El mío, el del club también, que necesita un referente, que no tiene alguien nacido en Peñarol. Lo hablo mucho con gente del viejo Peñarol: Baino, Laiño, Tato, el Oso Pérez…Se está perdiendo la identidad. Leo Gutiérrez y Facu Campazzo son los ídolos máximos. De la cantera, no salimos tantos. Yo comencé en el club a los siete años y, hoy por hoy, soy el único que puede estar más o menos a tiro del nivel de Peñarol. Es una lástima que no se aproveche.

-¿Lo que esperaste a Peñarol te impidió fichar para algún otro equipo de A?
-Me impidió renovar con Comunicaciones. Les pedí un par de días para ver qué ocurría con Peñarol. Cuando supe que no era posible, quise volver a charlar con ellos. Pero fuimos a tomar un café con Tulo y me explicó que había decidido armar el equipo por otro lado y lo entendí. Me quedé sin el pan y sin la torta. Después surgió lo del viaje a Estados Unidos y quise irme tranquilo, con equipo. Fue uno de mis peores recesos. Estuve todo el tiempo con el teléfono en la mano. Es la parte fea para el basquetbolista, la de no saber lo que va a ocurrir.

-En las últimas dos temporadas si no fuiste el jugador criollo del TNA, pega en el palo. ¿Te beneficia a la hora de arreglar con un equipo de esa categoría?
-Ocurre que los equipos del TNA tiene mucho menos presupuesto. Mi salario quedó en el medio, entre la Liga y el TNA. Me resulta difícil conseguir un equipo que pueda pagar lo que yo quiero. El año pasado Comunicaciones, que tenía un presupuesto importante para la categoría, se puso a tiro. Ahora se acercó Villa Angela, que tiene apoyo del gobierno chaqueño. Pero apareció Barrio Parque –soy amigo del presidente- y me cerró. No me quería ir tan lejos, sobre todo por la nena. Lo sufrí bastante. Salió lo de Córdoba y me cerró por varios motivos. En el club me quieren mucho, estoy más cerca de Mar del Plata, hay vuelo directo para que viaje mi familia, otra historia.

-¿Te terminaste de definir como ala-pivote en el TNA?
-He cambiado mi físico. Hace cuatro temporadas que juego como ala-pivote y me acostumbré. Al principio, me costó defender “4” pesados. Después le encontré la vuelta y en el TNA hasta puedo defender a un “5”. Hoy me sería muy difícil volver a jugar al perímetro. Soy más veloz que un “4” tradicional, con tiro exterior, y más lento que un “3”. Tendré que seguir mejorando mi defensa y encontrar alguien que confíe en mi.

-¿Tu mejor temporada fue la de 2010/2011?
-Sin dudas. Estaba en mi casa, en mi club, y ganamos todo. En mi rol, que fue creciendo, me sentí muy cómodo. Fue mi mejor momento, más allá de este ascenso con Comunicaciones. Ganarlo fue muy importante, pero lejos de los míos sentí una especie de vacío. No me gustaría quedarme eternamente en el TNA. Tengo 29 años y puedo volver a la Liga. Después no sería descabellado un final en el TNA o en un Federal, ¿por qué no? Si ya estoy grande, no estaría nada mal jugar en Unión.

-Ya les pasamos tus declaraciones a Leo Cordeiro…
-Es muy importante la plaza de Unión para el jugador marplatense. Porque hay muchísimos dando vueltas por las categorías de ascenso y la mayoría tiene ganas de regresar. Tal vez los más jóvenes estén detrás del dinero, pero un jugador más grande lo ve con otros ojos.