Mauricio Macri.
No hubo tiempo de festejos. Las elecciones ya son historia y el poder que reclamaba el Presidente Macri para encarar la segunda etapa de su mandato, ya está cristalizado.
Al día siguiente de los comicios, YPF le dio la bienvenida con un incremento del 10 por ciento promedio en los combustibles líquidos.
La asfixia financiera de la petrolera estatal llegó a un límite insostenible, producto de la complicada situación financiera heredada del régimen kirchnerista.
El pasivo de YPF alcanza a 310.000 millones de pesos una cifra que es casi el triple de su patrimonio neto. Sólo la deuda financiera supera los 160.000 millones de pesos.
En medio del default y con la amenaza de los juicios de los fondos buitres, el régimen kirchnerista, como no podía colocar deuda, obligaba a YPF a emitir bonos en moneda extranjera para luego usar esos dólares y financiar el déficit.
Esto provocó que la compañía destinara todos sus recursos a pagar los servicios e intereses de esa deuda y no poder encarar nuevas inversiones.
La deuda en cabeza de YPF desequilibró la estructura y la viabilidad de su negocio y la hizo dependiente de incrementos tarifarios.
Pero los incrementos en los carburantes, son disparadores del aumento general de precios por el impacto en el transporte de las mercaderías.
A pesar de ello, el incremento en combustibles favorece al gobierno porque le arrima recursos vía el componente impositivo.
Sin embargo, la inflación y el déficit fiscal siguen su marcha veloz.
El índice de precios de septiembre, superando las previsiones oficiales y privadas, es un reflejo de los desequilibrios del Tesoro.
El déficit financiero del Tesoro registró un aumento del 26 por ciento en los nueve meses de 2017 respecto de igual lapso de 2016.
Este desequilibrio se produjo aun con los ingresos extraordinarios del blanqueo de capitales y del impacto impositivo en las tarifas de los servicios. Esto abre un interrogante: si no se contara con estos ingresos extras, a cuanto habría llegado el rojo fiscal?
La opción de financiar el déficit con endeudamiento está llegando a su fin. Las señales de un eventual aumento de la tasa de interés de la Reserva Federal, son inminentes. Las advertencias de los economistas privados y del Fondo Monetario Internacional (FMI), para que la administración Macri intensifique el ajuste del gasto público son reiteradas. El peligro de una nueva crisis está a la vuelta de la esquina.
El Banco Central no puede absorber más dólares porque termina emitiendo más pesos que los que necesita la economía y esa emisión va alimentando los agregados monetarios. Luego los factores de aceleración y multiplicación se encargan de disparar la inflación.
Mientras que los agregados monetarios crezcan por encima de la inflación, el BCRA no podrá bajar la tasa de interés de referencia, haciendo inviable cualquier inversión productiva.
Este es el callejón sin salida al cual la administración Macri llevó a la economía con su política fiscal gradualista.
Macri, galvanizado por el triunfo electoral, insiste con el gradualismo y va a plantear a partir del lunes, reformas gradualistas, con la convicción de que el programa económico marcha sobre ruedas.
Mientras la inflación campea en la economía, las inversiones no desembarcan y si lo hacen, requieren de una tasa de retorno de capital más alta, lo cual tampoco es viable.
Macri ganó las elecciones pero ahora llegó el tiempo de tomar decisiones de fondo.
DyN.
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