El gobierno sobrelleva la fatiga de los materiales
Por Jorge Raventos
El gobierno de Alberto Fernández sigue apremiado, no solo por calamidades naturales como los incendios en la Patagonia o por las restricciones y morosidad del proceso de vacunación masiva contra el Covid (se llevan vacunadas apenas alrededor de un millón de personas, la mayoría de ellas sólo con la primera dosis, sobre veinte millones que integran los diversos grupos priorizados, desde ancianos hasta docentes y militares), sino también por iniciativas o reticencias que provienen del interior del Frente de Todos.
En esta columna hemos observado que el kirchnerismo, como sector dominante de la coalición oficialista, corre permanentemente el eje de prioridades del gobierno: los problemas judiciales que afectan a la expresidenta y muchos ex funcionarios trepan en la atención de la coalición y se vuelcan sobre el gobierno.
El agobio, más allá de Losardo
La presión reclama que el Poder Ejecutivo haga suya sin cortapisas la teoría del “lawfare”, la idea de una conspiración contra los liderazgos políticos de origen popular en la que estarían complicados sectores judiciales, políticos y mediáticos y cuyas víctimas propiciatorias más distinguidas en Argentina serían los miembros de la familia Kirchner.
Un mes atrás, señalábamos aquí que la evolución actual de la causa “Lavajato” en Brasil tendría consecuencias entre nosotros. “En Brasil se está desarrollando un proceso que podría avalar las las teorías del lawfare que esgrimen algunas voces en nuestro país -advertíamos entonces-. Desde hace meses se conocen públicamente algunos mensajes intercambiados por el entonces juez Sergio Moro y un grupo de fiscales de Curitiba (…) que muestran una colusión evidente entre el magistrado y los procuradores y la no menos notoria motivación política de todos ellos de marginar a Lula y a su partido (…) con esos elementos de juicio, el Tribunal Supremo debe pronunciarse en un juicio sobre el comportamiento del ex juez Moro y también sobre la validez de esas investigaciones y de aquel juicio y sus consecuencias políticas y judiciales”.
Esta semana el Tribunal Supremo de Brasil declaró inexistentes las penas que sufría el expresidente Lula Da Silva, éste recuperó sus derechos políticos (y probablemente será candidato el año próximo) mientras el ex juez Moro está en capilla, a la espera de un juicio y el proceso Lavajato ha cambiado de jurisdicción y, según muchos observadores, se derrumbaría.
En ese contexto, la semana última, el alegato de la señora de Kirchner ante el tribunal que la juzga por el “caso del dólar futuro” fue toda una exposición programática sobre el lawfare.
Esa exposición supuso una frontera para la ministra de Justicia, Marcela Losardo, que ya venía sufriendo embates del kirchnerismo y de la propia vicepresidenta. A Losardo se le imputaba lo que suele definirse como “falta de actitud”, es decir, insuficiente intensidad en la defensa de las reformas de la Justicia que la señora de Kirchner impulsa y, sobre todo, escasos logros en las causas que la señora sufre en los tribunales federales.
Antes de aceptarle la renuncia, el Presidente admitió públicamente que su ministra y vieja amiga le había confiado que se sentía “agobiada”. Seguramente no era por culpa del Presidente que estaba cansada o abatida. A poco más de un año de gestión, Fernández ha debido privarse de varios colaboradores que él llevó al gabinete: María Eugenia Bielsa (ex de Vivienda e Infraestructura), Ginés González García (que comandaba la campaña contra la pandemia desde el ministerio de Salud) y ahora Marcela Losardo.
Los ingenieros definen como fatiga de materiales las “modificaciones permanentes y crecientes que se producen en algún punto del material sujeto a tensiones y deformaciones fluctuantes y que puede terminar en la aparición de grietas y en una fractura completa”.
La renuncia de Losardo -amiga y socia de Alberto Fernández- es un caso de fatiga que descolocó al Presidente, quien empleó un período muy extenso para asimilar esa pérdida y para definir un reemplazante adecuado. Mucho tiempo, mucho desgaste.
Fernández va perdiendo piezas propias y también capacidad de reacción rápida. Esos signos afectan negativamente la cohesión de las fuerzas que lo apoyan.
Es la política, gilipollas
El paulatino fortalecimiento interno de la señora de Kirchner y sus seguidores debilita al Presidente, pero también al conjunto de la coalición oficialista.
La situación que en 2019 obligó a la señora a abdicar de la candidatura presidencial en beneficio de Fernández no ha variado sustancialmente. Ella y la política que encarna siguen generando resistencias fuertes en la mayoría del electorado, aunque todavía pueda contar con el voto fiel de una porción significativa, sobre todo en los segmentos más vulnerables, en el conurbano bonaerense.
Las algaradas formoseñas que cuestionan al gobernador Gildo Insfrán, amplificadas más allá de la provincia por redes y medios, suma preocupaciones al gobierno. Como Insfrán ocupa la presidencia del Congreso del Partido Justicialista y es un decano entre los gobernadores sobre los que Alberto Fernández busca apoyarse, a la Casa Rosada le resulta difícil reprenderlo por los excesos que pueden ocurrir en su provincia. Si hubo palabras críticas para la violencia empleada por la policía formoseña contra los manifestantes críticos, ellas fueron parte de un tweet personal del jefe de gabinete, Santiago Cafiero. No constaron en ningún comunicado oficial.
Antes de que el caso Formosa decayera temporariamente en el interés de los medios, hubo analistas que evocaron el antecedente de los episodios ocurridos en Misiones en 2006, cuando el “Frente de la Dignidad” que encabezaba el exobispo emérito de Puerto Iguazú, monseñor Joaquín Piña, derrotó la intención de imponer en aquella provincia la reelección indefinida del gobernador, una reforma motorizada por el caudillo local Carlos Rovira y respaldada desde Buenos Aires por Néstor Kirchner. “Aquella fue la primera resistencia triunfante de clase media frente al kirchnerismo -evocan con optimismo en el campo opositor-. Dos años después vendría la resistencia generalizada del campo. Y después las sucesivas derrotas del gobierno K”.
El núcleo duro opositor hace lo que suelen hacer las oposiciones: administra vitriólicamente la información, exhibe hechos que le vienen bien a sus fines, olvida otros que contradicen sus definiciones (por caso, la reciente exigencia del gobierno al régimen de Maduro para que cumpla con las exigencias de la Comisión Bachelet de la ONU y deje de perseguir opositores y periodistas) y aplica colores vivos a los defectos del adversario.
El gobierno sufre la erosión y suele indignarse. Más le valdría evitar errores propios y ejercer con solvencia y eficazmente la autoridad legítima.
Es irónico que el gobierno sufra desgaste en momentos en que el rango de los problemas económicos parece irse ajustando y el mundo recalcula y corrige hacia arriba las previsiones de crecimiento de la Argentina para el año en curso. A mediados de la última semana, la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) atribuyó 0,9 por ciento más de crecimiento para Argentina en 2021 que en su pronóstico anterior, elevándolo al 4,6 por ciento. prevé para Argentina. Eso significa una corrección – positiva- del 0,9% en relación a su pronóstico anterior. Entretanto, el dólar sigue tranquilo, la crisis devaluatoria y la amenaza de hiperinflación que algunos auguraban parecen disiparse.
Sin embargo, las dificultades crecen en el terreno de la política. Y aparecen el universo del peronismo.
Cuñas del mismo palo
La semana última Florencio Randazzo, ex ministro de Interior en el gobierno de Cristina Kirchner (y ex pupilo de Alberto Fernández, que fue su jefe de campaña en 2017, cuando Randazzo aspiró a ser senador) recuperó títulos y atención mediática tras un amplio paréntesis de silencio, al caracterizar al actual oficialismo como “un sistema político armado en función de los intereses de una familia”, y a Alberto Fernández como “un Presidente sin poder político, con una gran desvalorización en relación a su palabra”.
Randazzo señaló que, en esas condiciones, “se genera la posibilidad de una tercera vía (…) si podemos lograr romper esa polarización que tanto daño nos ha hecho”.
Randazzo propone una reedición de la “avenida del medio”, experiencia que quedó desmantelada, inconclusa y encogida en el último comicio.
Entretanto, el jueves último se presentó la alternativa Republicana Federal en San Miguel -patria chica de uno de sus animadores, el ex intendente Joaquín de la Torre-,otra congregación de origen peronista, pero ésta no enderezada a romper la polarización, sino a engrosar con personería propia la coalición opositora. Allí forman desde el principio Miguel Pichetto, el misionero Ramón Puerta, el salteño Juan Carlos Romero, Claudia Rucci, hija del asesinado líder cegetista de la década del 70, hombre de confianza de Juan Perón, y estuvieron presentes Eduardo y Adrián Menem Miguel Ángel Toma, Andrés Cisneros, Adrián Menem, Gilberto Alegre y una docena de ex intendentes peronistas de distintos municipios -urbanos y rurales- de la provincia de Buenos Aires. Paralelamente, en la tercera sección electoral -sur del Gran Buenos Aires- avanza la construcción de “ Hacemos”, una red de organizaciones municipales, también liderada por cuadros políticos locales del peronismo. Estas fuerzas se mueven en relación con algunos dirigentes bonaerenses del Pro, en particular el intendente de Lanús, Néstor Grindetti.
Esas dos tres vías de reagrupamiento de militancia y votantes de genética peronista son una fuente de preocupación para los planificadores electorales del Frente de Todos.
El actual oficialismo ganó en 2019 porque -ya debilitada aquella “avenida del medio” que alentaban Sergio Massa, Roberto Lavagna, Juan Schiaretti y Miguel Pichetto- las variantes más numerosas del tronco peronista pudieron ofrecer una expresión razonablemente unificada (Cristina, Alberto, Massa, gobernadores, gremios, movimientos sociales) que insinuaba , con la candidatura de Fernández y el paso atrás de CFK, la voluntad de gobernar y corregir los pecados políticos que habían determinado la derrota ante Macri en 2015.
La esperanza de que, con el ejercicio del gobierno, la figura de Fernández se fortaleciera y consolidara una nueva articulación en la que las formas más incómodas o provocativas del pasado fueran sosegadas, contuvo durante un período a los sectores más distantes del mundo K.
La pandemia y el papel que jugó el Presidente en una primera etapa, conduciendo a un conjunto más extenso que el frente oficialista y apoyándose en un discurso cooperativo y moderado, fortalecieron aquellas esperanzas.
Pero después las cosas se complicaron, hubo que extender la cuarentena más allá de las expectativas iniciales, las tensiones crecieron. Y en el plano interno del gobierno empezó a expandirse el peso K. La señora influye por los votos que suma en el conurbano, pero ¿quién calculará los votos que restan sus ofensivas?
Para detectar esto hay que observar el fenómeno de los peronistas que piensan en otros rumbos.
El Frente de Todos buscará preservar su unidad rumbo a la elección de octubre, pero no puede descuidar la posibilidad de que los desvíos posibles que ya se insinúan le arrebaten un número significativo de votos del caudal obtenido en 2019. Una caída importante o -peor- una derrota seguramente tendrá influencias sobre la gobernabilidad.
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