El gobierno de Mauricio Macri avanzó en su estrategia de dividir al peronismo para evitar el surgimiento de una fuerza política pos kirchnerista, capaz de transformarse en una real alternativa de poder.
Macri consiguió sentar en el Salón Blanco de la Casa Rosada a dirigentes gremiales de las tres CGT que el próximo 22 de agosto confluirán en una sola central obrera, conducida por el opositor triunvirato que componen el moyanista Juan Carlos Schmid y los actuales diputados massistas Carlos Acuña y Héctor Daer.
“En la próxima CGT vamos a tener la mano de Hugo Moyano, de Barrionuevo y de Massa, todos opositores”, razonó un dirigente oficialista.
En esa interpretación del macrismo no es casual que el dirigente gremial oficialista, Gerónimo “Momo” Venegas se autopostule para conducir la CGT unificada y busque embarrar la cancha, adelantando que quiere competir contra el triunvirato impuesto por el sindicalismo opositor. Al dirigente de UATRE también le preocupa la “invasión massista”.
En ese contexto, la Casa Rosada cree haberse garantizado una “pax armada” con la futura CGT por el semestre en curso. Para ello, se comprometió a restituir los fondos adeudados con las obras sociales sindicales por un total que ronda los 30 mil millones de pesos.
El Jefe de Estado hasta se da el lujo de llamar “compañeros” a los dirigentes gremiales.
En estos primeros siete meses de gestión, Macri dio claras muestras de pagar el precio que el sindicalismo peronista estipula, a cambio de evitar la confrontación.
Apenas días después de asumir en el poder, el Presidente le entregó a “los gordos” de la CGT el manejo de la millonaria caja de las obras sociales, concentrado en la Superintendencia de Servicios de Salud, al designar allí al médico Luis Alberto Scervino, hombre que responde al secretario General del sindicato de Obras Sanitarias, José Luis Lingeri.
Con ello, sumado a algunas promesas sobre las obras sociales cumplidas en el acto del martes en la casa Rosada, Macri consiguió acallar críticas sindicales y medidas de fuerza, que en otro contexto se habrían suscitado ante una escenario de ajuste y tarifazo.
Mas aún, hasta hace poco tiempo resultaba fantasioso imaginar un presidente no peronista que se atreviera a vetar una Ley Antidespidos, impulsada por el gremialismo y votada por el peronismo mayoritario -y dividido en distintos bloques- en el Congreso nacional.
De hecho, el día en que Macri vetó la ley, los sindicalistas de las tres CGT concurrieron a la Casa Rosada para firmar con la contraparte empresarial el aumento del salario mínimo, vital y móvil.
¿Respetará la nueva CGT este acuerdo de no confrontar, firmado por los actuales referentes sindicales? Difícil. El gremialismo en la Argentina suele ser voraz cuando la contraparte, el gobierno, les abre la mano y les habilita algunos privilegios.
Lo sufrieron Raúl Alfonsin, Carlos Menem y Néstor Kirchner, que terminaron creando centrales obreras o CGT afines a sus gobiernos.
¿Será Venegas el titular de una CGT oficialista, paralela, como lo fueron en distintos momentos Antonio “Coco” Cassia, Rodolfo Daer o el propio Hugo Moyano?
DyN.
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