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Opinión 8 de junio de 2016

El futuro ya llegó

Por Rodolfo Manino Iriart

Nunca mejor que esta frase popular e inmortalizada en el tema “Todo un Palo” del tercer disco del ex líder de “Patricio Rey y los Redonditos de Ricota”, Carlos “Indio” Solari, donde explica con poesía la triste mueca del futuro que se hace presente. Lo que iba a venir es esto. Llegó. El segundo semestre.

Hay esbozos y manifestaciones de laderos presidenciales que insisten en que todo está mejor y que en el segundo semestre finalmente llegará la revolución de la alegría que tanto prometieron. Se podrá demorar un poco más, pero está allí, al alcance de nuestras manos. Realismo mágico. Mientras tanto, en los supermercados los productos siguen remarcándose, los pasajes de colectivo y bajadas de bandera de taxi duplicaron precios y la inseguridad ha empezado a copar los medios de comunicación, demostrando que la felicidad prometida en la campaña 2015 está lejos.
Tarifazos violentos, manifestaciones por doquier en las calles y, pese a los acuerdos con los popes del empresariado y posterior veto de una ley que decían que no era necesaria, los compromisos de no despedir trabajadores no se cumplen. A diario despiden trabajadores en el Estado y en las empresas o en microempresas que manifiestan no poder sostener sus gastos fijos.

Ni siquiera el propio Presidente ha podido convencer a los grandes empresarios argentinos para que inviertan y traigan el dinero del exterior. Solamente traerá el suyo y lo hará mediante la ley de blanqueo, para seducir evasores de impuestos. No confían en este plan económico ni los grandes empresarios que han mantenido fuertes vinculaciones durante toda la vida con Mauricio Macri. Algunos estudiaron con él o con su entorno y han sido parte de su vida social. En otros casos han compartido empresas o fueron socios de varias décadas. Por intereses personales o por falta de confianza, (vaya uno a saber) el mensaje no es captado por los más poderosos empresarios del país, incluso cuando en los primeros seis meses de gobierno fueron los más beneficiados por los decretos y medidas tomadas por el gobierno nacional.

La preocupación política actual es que las cartas están echadas, el rumbo presidencial está decidido y es el de favorecer al sector que toda la vida ha rodeado a Macri, los más pudientes. Los humildes y la clase media por ahora no están siendo considerados. Quizá lo estén cuando los números fríos de consejeros, como el ecuatoriano Duran Barba, empiecen a dar mal y la percepción e imagen de los gobernantes caiga. Mientras tanto, continúan el camino que excluye a la mayoría de los argentinos. Se equivocan con varias medidas y a veces reconocen el error. Luego viene el parche. Acción y reacción. En el medio la gran parte de los argentinos ven como su calidad de vida está cada vez más deteriorada.

“Algo me late y no es mi corazón”, es más que un presentimiento y no habla de los signos vitales. Si el futuro llegó y este es el presente, vamos a sufrir un golpe grande, “un palo”, algo que no esperamos ni queremos. Por supuesto estoy refiriéndome a la letra poética de la canción del “Indio” Solari.