El drama del marplatense “retenido” por el gobierno italiano por rescatar refugiados
Ricardo Sandoval capitanea el barco Open Arms, obligado a amarrar en el puerto de Carrara por haber salvado más de 160 vidas sin permiso en las costas de Libia. El Gobierno le prohíbe zarpar y él adelantó que no abandonará su puesto.
Por Bruno Verdenelli
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Aún con el rechazo y la indignación que pudiera producirle, ser obligado a permanecer 20 días encerrado en un barco era algo imaginable. Y salvar una vida fue, es y será para él, siempre y ante todo, una obligación indeclinable. Por eso, el último 18 de agosto el marino marplatense Ricardo Sandoval decidió desobedecer un polémico decreto que la ultraderechista Giorgia Meloni, gobernante de Italia, dictó recientemente, y se lanzó al rescate no contemplado de más de 160 náufragos en las costas de Libia.
La medida de la controversial dirigente política, que había sido oficializada en diciembre del año pasado, prevé desde costosas multas económicas hasta confiscaciones de buques dedicados a este tipo de operaciones en el Mediterráneo. Es que, según la norma, las maniobras deben ser conocidas y coordinadas previamente por la autoridad marítima competente.
De hecho, el barco Open Arms -cuyo timón tiene a su cargo Sandoval- había consumado uno de esos procedimientos formales el día anterior. De regreso a tierra, con 32 refugiados africanos que habían intentado huir Europa a bordo de un precario bote, los marinos se anoticiaron de que navegaban cerca de otras dos embarcaciones a la deriva, y que jamás completarían el trayecto de 200 millas de agua salada que separa ambos continentes.
Ricado Sandoval.
Así fue como, pese a no tener autorización, el marplatense actuó consecuentemente a sus convicciones antes mencionadas. Y su accionar y el de sus compañeros de misión salvó las vidas de otras 164 personas.
Si algo puede medir a esta altura del partido Sandoval es el valor de una decisión y sus respectivas consecuencias. Sin embargo, la frustración que siente ahora es total, debido que el Estado italiano finalmente le aplicó al Open Arms una multa de 10 mil euros y ordenó que amarrase en el puerto de Marina di Carrara por las próximas tres semanas.
“No es una cosa que no nos imagináramos que ocurriera por lo que pasa con las otras ONG, pero aún así uno piensa que la maniobra puede salir bien”, cuenta ahora en diálogo con LA CAPITAL, medio en el que se conoció su historia, también de emigración, en febrero de 2018. Y agrega: “A nosotros nunca nos había tocado esto todavía. Es la primera vez desde que se lanzó el decreto, pero es el sexto o séptimo barco de estas ONG que paran”.
Según Sandoval, la medida del Estado italiano “intenta criminalizar y que se vea mal el trabajo de las ONG y cambiar así su imagen a negativa frente a la opinión pública”. El objetivo, agrega, es “que se fundan económicamente” y dejen de cumplir su función.
“Tanto amarrado en el puerto como fondeando, el mantenimiento del barco tiene un costo económico. Existen tasas, impuestos y demás cosas como la nafta que hay que abonar”, señala el marplatense vía telefónica.
Si bien la medida no recae directamente en su persona, y es libre de irse de allí, Sandoval adelantó que no abandonará su puesto, por lo que hasta que se cumpla la sanción no regresará desde Marina di Carrara hacia Barcelona, donde en la actualidad se afinca con su mujer. “Mi sensación es de frustración. Teníamos una nueva misión: a los tres o cuatro días de llegar aquí me volvía al mar con otro equipo de voluntarios. Pero ahora no nos dejan zarpar por la violación de este decreto”, explica.
Cuestión de leyes
La norma dictada por el gobierno de Meloni obliga a que las embarcaciones como Open Arms, que pertenecen a las ONG dedicadas al rescate de refugiados en altamar, tengan asignadas las correspondientes operaciones previamente. Es decir, si un buque como el de Sandoval cuenta con una orden para consumar determinado salvataje, sólo está habilitado a cumplir la misma y regresar al puerto -también predeterminado-, a toda velocidad y en forma directa.
Lo que ocurrió la semana pasada es justamente que el marino marplatense y sus compañeros se desviaron al tomar conocimiento de otro naufragio. Decidieron intervenir y pasar a la acción ante la falta de respuestas de la Guardia Costera respecto de la situación de sumo peligro de decenas de víctimas.
El 17 de agosto habían rescatado a 32 personas en un bote y el 18, cuando regresaban a Italia desde el espacio marítimo de Libia, hicieron lo mismo con otras 164 que se hallaban a bordo de otras dos embarcaciones.
“El decreto italiano no debería prevalecer sobre las leyes internacionales, como por ejemplo son el convenio Solas y el SAR”, dice el capitán Sandoval en referencia a los acuerdos humanitarios primordiales de salvataje y supervivencia en el mar. Y añade: “Con esa ley vos podés hacer un solo rescate, no tenés permitido hacer otro, lo que va contra las demás convenciones marítimas”.
En un comunicado oficial, la ONG Open Arms -propietaria del barco homónimo- lamentó la decisión que se produce después de que en el último mes haya colaborado activamente en numerosos operativos con la Guardia Costera italiana.
“En el mar, las reglas parecen ya no tener ningún valor, a veces nos piden que tomemos el lugar de la Guardia Costera permitiendo siete rescates en un solo día, otras nos detienen y nos sancionan”, escribieron desde el ONG española en sus redes sociales, horas después de que la cifra oficial de muertos en el Mediterráneo Central superase los 2 mil.
Respecto del operativo que motivó su sanción, manifestaron que “duró aproximadamente dos horas, durante las cuales no se ha presentado nadie”. Eso, expresaron, les “confirmó” que “se trataba de personas abandonadas a la deriva”. Es decir, que no existía una operación de salvataje de ellas a otra ONG, ni tampoco había intervenido la Guardia Costera.
“Salvar vidas es un deber moral y legal, detener barcos que puedan ayudar en un contexto de emergencia humanitaria es peligroso e inconstitucional”, concluyeron.
Foto: EFE. Inmigrantes llegados el pasado 16 de febrero a las costas de Málaga.
El decreto de Meloni fue dictado el 29 de diciembre de 2022, tras una iniciativa del vicepresidente del Consejo de Ministros de Italia, y también ministro de Infraestructuras, Matteo Salvini.
A través de la medida, el Estado aplica un régimen de sanciones administrativas, en lugar de penales, y además puede proceder a “la detención administrativa del buque (contra la cual se admite recurso) y, en caso de reincidencia de la conducta prohibida, su decomiso, precedido del embargo cautelar”.
Salvini es reconocido en Italia como impulsor de la política de “puertos cerrados” a las ONG humanitarias, y aboga porque “sólo bajen del barco” en su país los inmigrantes que, tras una evaluación médica, demuestren que se hallan en una situación de vulnerabilidad.
Inmigrante
Sandoval nació en Mar del Plata en 1979. Se crió en el barrio Centenario y en 2000 también decidió mudarse a España, en busca de un futuro mejor.
El “Tuerto”, como lo llaman sus grandes amigos de la Escuela Técnica N° 2 “Alfonsina Storni”, había sentido desde pequeño la necesidad de ayudar a su madre y a su hermano menor, ante la ausencia de su padre, quien trabajaba en Buenos Aires.
En la nota concedida a LA CAPITAL en 2018, Sandoval había explicado: “Estaba cansado. Mientras estudiaba en la técnica, trabajaba de mozo; y cuando terminé el secundario, trabajé de lo mío en varios frigoríficos y fabricando cerveza artesanal. Estaba agotado de buscarme la vida todo el tiempo”. En la misma entrevista, también recordaba cómo durante la secundaria “todos estaban de joda” y él “laburaba”. “Quería irme, necesitaba irme”, sentenciaba respecto de su propia historia de inmigrante.
El marino marplatense emigró a España en 2000.
Ya en Europa, y en pos de “salir adelante”, el marino realizó todo tipo de oficios: hotelería, carpintería de aluminio, tatuador… Hasta que en la isla de Tenerife se anotó en su primer curso de patrón de embarcaciones.
Ese curso le dio la posibilidad de incursionar en la profesión y así formar parte de la tripulación de barcos más importantes. Con el tiempo, Ricardo se hizo de un nombre y consiguió su título de patrón de altura de la Marina Mercante.
Además, conoció a una catalana con la que formó pareja, y trabajó de timonel “en el yate de un multimillonario ruso”. En ese momento, Ana, como se llama su mujer, empezó a seguir de cerca el trabajo humanitario que una nueva ONG llamada “Open Arms” hacía en Lesbos (en la costa de Grecia) para salvar a los que se lanzaban al mar desde la costa de Turquía.
Estaban evitando tantas muertes que la coordinadora de operaciones de Acnur en Grecia -el brazo de la ONU dedicado a los refugiados- había encontrado un modo de llamarlos: “Los ángeles de la guarda en el mar”.
Open Arms había sido creada en 2015 por Oscar Camps, un guardavidas catalán, después de que la foto de Aylan Kurdi -el nene de 3 años que apareció muerto boca abajo en una playa de Turquía- diera la vuelta al mundo.
Después de analizarlo mucho, Sandoval decidió, literalmente, dar “el timonazo” de su vida en 2017. “Me llamaron para avisarme que se había abierto la vacante en Open Arms y no lo pensé… No había punto de comparación. Prefiero ayudar a miles de inmigrantes a tener que ayudar a un único millonario”, fueron sus pensamientos y su posterior accionar de entonces. Y todavía lo son.