El fenómeno de los “Chicos Rápidos y Furiosos” en sólo un instante todo lo arrebata, la vida, los sueños, los proyectos, la familia, los amigos; todo.
Ya nada será como antes, ni la vida de propios ni mucho menos la de extraños; esos que en lo que dura un suspiro vieron partir a esa hija, esa nieta, a esa hermana, a esa amiga, a esa alumna, a esa niña.
Para los extraños, la incredulidad de que en sólo un instante, en un sólo acto, con un sólo gesto, se haya podido generar y causar tanto dolor, hasta sentir que el corazón se parte.
Para los propios, la certeza de que todo se acaba de cambiar para siempre, que mucho de lo proyectado ha sido en un solo acto pospuesto quizás indefinidamente.
Todo se modifica, el resto de la vida se modifica, ya nada será lo mismo y propios y extraños deberán aprender a convivir por el resto de sus vidas con el dolor. Para los extraños, el dolor de atravesar una injusticia; para los propios, el dolor de no haber transmitido a ese hijo quizás los valores suficientes para poder así evitar semejante tragedia. No la del accidente de tránsito del que nadie esta exento, sino la del delito de tránsito donde por negligencia e imprudencia uno le puede claramente arrebatar la vida a una persona, cambiar el curso de su propia vida y condenar a dos familias, la de los extraños y la propia a sumirlos en un estadío de profundo dolor.
Todo lo demás pasará a ser parte de la historia.
Esa historia contará que la madrugada del domingo 4 de junio de 2017, a eso de las tres de la madrugada, Lucía, que cursaba el tercer año del Instituto Sagrada Familia, en el puerto, iba con su novio, Nicolás Silguero, y otros siete chicos, que tenían entre 14 y 18 años paseando por la costa. Que fueron embestidos por un Renault Clio, tuneado, bajito, surgido del fenómeno Rápidos y Furiosos al comando de un cuasi imberbe adolescente, Federico Sasso, de 19 años, con 1,23 gramos del alcohol en sangre, más del doble de lo permitido, establecido en 0,5 gramos; al mejor estilo O’Connor o Toreto; y que no sólo se creyó protagonista por un instante de una de las películas de esta saga sino que además por estar conduciendo a alta velocidad y bajo los efectos del alcohol, pasó a ser protagonista de la película más patética y trágica de su historia condenando así a extraños a co protagonizarla.
Sasso viajaba hacía el sur desde el centro de la ciudad y en la curva de Playa Chica, en el boulevard Patricio Peralta Ramos y Alberti perdió el control del coche.
En una curva cerrada, con carriles separados por una línea de balizas amarillas, el coche, Renault Clio, tuneado, bajito, surgido del fenómeno Rápidos y Furiosos, que en la película siempre dobla; acá no dobló, barrió las balizas, cruzó de carril, subió a la vereda y se fue encima de los chicos que caminaban por la vereda. Los atropelló de frente, a algunos los despidió por el golpe pero a Lucía la arrastró contra el muro de la costanera y aunque se lea duro; la aplastó y la mató. Todo ahí, en cuestión de segundos, en un instante, en lo que dura un suspiro.
Esta película de las picadas callejeras en Mar del Plata, la de cabotaje, patética por cierto; ya la hemos visto en demasiadas oportunidades en nuestra amada ciudad y con resultados trágicos.
Lucía murió ahí, la hija de Vero, la hija del Taca, el ex jugador de Aldosivi muy querido y respetado por toda la comunidad, la novia de Nico, quién se quedó ahí sentado en el piso tomando su mano, sin percibir ya nada de todo lo que sucedía a su alrededor. Gente que se acercó para ayudar al resto de los chicos heridos, algunos derivados al Hospital Interzonal de Agudos y otros a clínicas privadas.
Podríamos citar varios siniestros de tránsito que por sus particularidades y características claramente se debieran encuadrar como delitos de tránsito, homicidio culposo con dolo eventual u homicidio simple, lejos de lo que algunos caprichosamente quieren sostener, como aquello de lesiones culposas u homicidio culposo.
Por el manejo temerario, por el exceso de velocidad, por hacerlo bajo los efectos de las drogas o el alcohol, por el abandono de persona, por la evasión de las responsabilidades en la falsa denuncia, por el deber de representarse quien conduce de esta manera la posibilidad de matar; lejos de considerarse atenuantes con el argumento del temor a ser víctimas de linchamientos o ser víctimas de una adicción; todas estas acciones claramente debieran considerarse como agravantes en la carátula del expediente destinado a colectar la semi plena prueba que deberá ser adjuntada para la sustanciación de la causa y su elevación a juicio.
A partir de allí lo de siempre, dolor, detención de Federico Sasso, Batán, arresto domiciliario, dolor; Seccional de la ciudad de Balcarce, salidas irregulares puestas en evidencia por la mamá de Lucía en una cruzada solitaria por visibilizarlo, dolor; policías pasados a disposición, vuelta a Batán, en medio de todo esto marchas y contra marchas y finalmente la confirmación de la realización del juicio el 11 de marzo de 2019 según resolvió la Justicia, donde se deberá volver a pasar y repasar todo lo ocurrido y lo más doloroso con todos los detalles de pericias y resultado de autopsia.
La causa está a cargo del Tribunal Oral Nº 1, integrado por los jueces Aldo Carnevale, Facundo Gómez Urso y Pablo Viñas.
Federico Sasso se encuentra imputado por el delito de “Homicidio culposo agravado y lesiones”.
Lo que debiera atravesarnos e interpelarnos como sociedad, es que clase de ciudadanos queremos para nuestra ciudad, cuales son los valores que queremos nuestros hijos representen en nuestra comunidad y trabajemos fuertemente en ello. Porque lo que vemos a diario en nuestras calles no es lo que pretendemos, no es lo que queremos, no es algo por lo que debiéramos enorgullecernos y si es algo por lo que todos en mayor o menor medida somos responsables. Es hermoso ver crecer a nuestros hijos, pero ello no será posible si no lo hacen con integridad, madurez y valores.
Por que de nosotros depende, no de ellos. De no ser así el resultado es sólo dolor; para propios y extraños.
(*): Periodista y locutor.
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