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Policiales 8 de agosto de 2024

El DNI de otro, un error geográfico y los tatuajes: las claves de la detención del presunto asesino de Rocío

Crónica sobre la veloz captura de Juan Carlos Galarregui, un hombre que estuvo a punto de escaparse después de que en su casa se encontrara en un freezer el cadáver de un joven buscada desde el sábado.

 

Estuvo a punto de escaparse, si no hubiera sido por una maniobra preventiva, veloz y obvia, que llevó a cabo la policía para poder detenerlo. Juan Carlos Galarregui, el hombre de 56 años que es el principal sospechoso de haber asesinado a Rocío Fernández (27), se disponía a abordar este jueves a la madrugada un colectivo que lo llevaría desde la terminal de Santa Clara del Mar hacia Retiro, y de ahí directo a la clandestinidad.

Aunque eso es una forma de decir, porque en rigor, Galarregui ya vivía de alguna manera en las sombras. Al igual que lo haría frente a los uniformados que lo detuvieron, en el barrio 9 de Julio solía hacerse pasar por otra persona.

Las claves para que los pesquisas descubrieran su intento de engaño fueron dos: un error geográfico que Galarregui cometió, y los tatuajes en su cuerpo.

El operativo de la Delegación Departamental de Investigaciones (DDI) para detener al presunto asesino se había pergeñado desde el mismo momento en que se produjo la fuga del hombre por el sector trasero de la vivienda de Grecia 1045 en el que apareció -adentro de un freezer- el cadáver de Fernández.

Eran aproximadamente las 11.30 del miércoles cuando los efectivos de la comisaría sexta recorrían las inmediaciones de Libertad y Arturo Alió, y el fiscal Fernando Berlingeri y la Policía Científica trabajaban en el interior de la casa y en las tareas de retiro del cadáver. Instantes previos, cuando llegó el primer patrullero a la puerta del inmueble, un vecino que luego declararía ante ellos vio cómo Galarregui fumaba y hablaba por teléfono, nervioso, en el patio.

Lo que siguió fue el hallazgo del cadáver de la mujer que era buscada desde el sábado, cuando abandonó su casa de Vernet y Güiraldes por la madrugada, y de una escalera apoyada sobre un paredón que comunicaba con un techo. De esa forma, al conocer la palabra del testigo y notar la presencia del elemento mencionado, los pesquisas cayeron en la cuenta de que el dueño de la vivienda se había escapado. Inclusive, uno de los efectivos cuenta que llegó a escuchar ruidos desde la vereda, que más tarde emparentaría con la fuga del hasta entonces y hasta ahora, único sospechoso que tiene el caso.

Lo cierto es que la policía marplatense montó a la brevedad un operativo de guardia fija en la Estación Ferroautomotora de Mar del Plata y en la Terminal de Ómnibus de Santa Clara del Mar, ambos sitios si se quiere “más alcanzables” para alguien que quiere huir de esta zona y no tiene más que medios de transporte de línea para hacerlo.

Si bien no tenían la seguridad de que así fuera, los uniformados sabían ya que Galarregui era una persona bastante solitaria y sin muchos vínculos. Luego sabrían, inclusive, que solía hacerse pasar por otra persona.

Formosa no es Córdoba

Galarregui no tiene antecedentes penales y por eso tampoco prontuario. No obstante, la policía contaba con una fotografía que, se supone, es la que tiene el Registro Nacional de las Personas (Renaper). Por ende, los guardias que se apostaban en ambos lugares estaban atentos.

Debían no confundirse con otro hombre cuya imagen había sido difundida en las redes sociales y que, en rigor, no era la del acusado sino la de un conocido de Fernández, con cierto parecido a él.

Pasadas las 0.30, los policías que se encontraban en la terminal de Santa Clara vieron a un sospechoso y se acercaron a él. Entablaron un diálogo formal y le solicitaron sus documentos, en el marco de un control rutinario. “Juan Marcelo Franco”, leyeron al recibirlos.

Rápidos de reflejos, los efectivos le preguntaron al hombre dónde había nacido. “Córdoba”, respondió el supuesto pasajero con destino la ciudad de Buenos Aires. Y ese fue su error.

“En este documento dice que nació en Formosa”, le contestaron. Acto seguido, le indicaron que estaban buscando a un hombre cuyas características físicas eran similares a las suyas y lo requisaron. También le indicaron que mostrara si tenía tatuajes, y entonces supieron, por ellos, que era Galarregui.

El dato de las marcas de la tinta en el cuerpo del sospechoso lo tenían a través de una declaración que, para ese entonces, ya figuraba en la causa desde la tarde.

De inmediato, el acusado quedó detenido. Por el tipo de documento que había exhibido y la foto del rostro del hombre que figura en el mismo -casi idéntico a él-, se sospecha que no era la primera vez que Galarregui se hacía pasar por Franco. Inclusive, vecinos del barrio en el que vivía habían asegurado no conocer su nombre porque, justamente, no mantenía relación con casi nadie.

Hasta el momento, se conoce que Galarregui había sido verdulero en el pasado, y que en el último tiempo “era un buscavidas” que no tenía un trabajo formal. Inclusive, otros habitantes de la zona sostienen que “estaba en la joda de la droga”.

Por ahora, el fiscal Berlingeri sabe que tenía una pareja a la que describió ante la prensa como “una mujer mayor con la que no convivía”, y a la que ya le tomó declaración. De esa diligencia, el instructor no dejó trascender información.
Después de quedar detenido, Galarregui fue conducido a la sede policial de Santa Clara, donde pasó la noche, hasta ser trasladado a Tribunales, donde se negó a declarar en el marco de una causa que está caratulada “Femicidio”.



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