El día del escritor argentino debería conmemorarse hoy
Una propuesta de Nino Ramella.
Por Nino Ramella
Jorge Luis Borges cumpliría hoy 122 años y si bien su nombre y obra son una referencia permanente y cotidiana ese recuerdo se multiplica cada 24 de agosto tanto en nuestro país como fuera de él. Lo evocan periodistas y escritores y las referencias a sus libros y a su propia persona se enriquecen con nuevas miradas e inclusive con inéditas anécdotas, varias de ellas presumiblemente inventadas.
Lo cierto es que Borges es por lejos el escritor emblemático de nuestra literatura y un ícono argentino en el mundo. Difícilmente alguien opine lo contrario… ni siquiera quienes puedan tener una mirada critica sobre él, concentradas con exclusividad en sus opiniones políticas y nunca literarias.
Sin embargo el Día del Escritor Argentino se celebra el 13 de junio en memoria de Leopoldo Lugones, que nació ese día del año 1874, y había fundado la Sociedad Argentina de Escritores en 1928, de la que además fue su primer presidente. La iniciativa fue concretada en 1938 inmediatamente después de que Lugones se suicidara mezclando cianuro en su vaso de whisky en aquel recreo del Tigre.
Lugones era el escritor nacional cuando Borges aparece en la literatura argentina y si bien inicialmente lo confrontó desafiando el canon como todo joven, el paso de los años los fue acercando.
Quien esto escribe cree justo y congruente que el Día del Escritor Argentino se cambie al 24 de agosto, día del nacimiento de Jorge Luis Borges. Seguramente sería el propio Borges el que se opondría, aunque en esta ocasión no hay obligación alguna de hacerle caso.
No implicaría desmedro alguno para las virtudes literarias de Lugones, sino una mera adecuación a los tiempos. Acaso cuando la estrella de Borges se eclipse con un nuevo argentino que lo supere será el momento de volver a cambiarlo. Mientras eso no suceda…
Tras asumir la dirección de la Biblioteca Nacional en 1955 Borges escribió una carta abierta a Lugones, que había ocupado ese mismo cargo en 1915.
“Estas reflexiones me dejan en la puerta de su despacho. Entro; cambiamos unas cuantas convencionales y cordiales palabras y le doy este libro. Si no me engaño, usted no me malquería, Lugones, y le hubiera gustado que le gustara algún trabajo mío. Ello no ocurrió nunca, pero esta vez usted vuelve las páginas y lee con aprobación algún verso, acaso porque en él ha reconocido su propia voz, acaso porque la práctica deficiente le importa menos que la sana teoría”
“En este punto se deshace mi sueño, como el agua en el agua. La vasta biblioteca que me rodea está en la calle México, no en la calle Rodríguez Peña, y usted, Lugones, se mató a principios del treinta y ocho. Mi vanidad y mi nostalgia han armado una escena imposible. Así será (me digo), pero mañana yo también habré muerto y se confundirán nuestros tiempos y la cronología se perderá en un orbe de símbolos y de algún modo será justo afirmar que yo le he traído este libro y que usted lo ha aceptado”.
Como se estila decir en las formas tribunalicias, declarar al 24 de agosto como Día del Escritor Argentino será justicia.
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