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Opinión 14 de marzo de 2022

El desafío de contar lo que pasa

Conmovedor testimonio de una chica ucraniana.

Por Nino Ramella

Me pregunto qué puede hacer un periodista que no está cubriendo la guerra. De qué manera, estando lejos, contamos lo que tiene en vilo a medio mundo. Describir la realidad es consustancial a la naturaleza del periodista. Hay colegas que pueden opinar desde su condición de analistas internacionales. No es mi caso.

Encontré la posibilidad de un pequeño aporte chateando con aquellos que conocí en Rusia y Ucrania. Mi último viaje no fue hace tanto. Hacía apenas una semana que había asumido la presidencia de este último país Volodímir Zelenski, a quien quise entrevistar pero tenía cosas más urgentes que atender antes que distraerse con este humilde periodista de la otra punta del planeta.

Tuve sí la posibilidad de entrevistar a Mykyta Poturaiev, diputado del partido oficialista Servidor del Pueblo, (que tomó su nombre de la serie Servant of the People en la que se hizo conocido Zelenski) Jefe del Comité de la Verkhovna Rada (Parlamento) de Ucrania, responsable de Política Humanitaria y de Información, y Jefe de la delegación ucraniana ante la Asamblea Parlamentaria de la OSCE (Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa).

Nunca imaginé que algunos pasajes de aquella entrevista que en su momento me parecieron algo intrascendentes alcanzaran la relevancia que tienen hoy. Recuperarla es mi propósito inmediato.

Pero volviendo a mis diálogos el primero fue con una chica rusa que me contó su imposibilidad de manifestarse en contra de la guerra so pena de caer en la cárcel y de cómo las autoridades sólo permiten la difusión de la información que emana del Kremlin.

 

Una familia de 42 millones

 

Este segundo testimonio es también de una mujer, ucraniana, que permanece en su país. Me intereso por ella, por su situación, por su familia. Esto me responde:

Los ucranianos pedimos que no nos pregunten cómo está nuestra familia, porque nuestra familia es toda Ucrania, es decir 42 millones…y no estamos bien.

Estoy en…y estoy bien, mejor que otros. Mi papá está en mi provincia, la de… No pudo salir porque está con mi abuela que tiene 83 años y no quiere dejar su casa. Pertenece a aquellas generaciones que sobrevivieron a la II Guerra Mundial, a Stalin, a toda la porquería del mundo soviético.

Mi abuela es considerada “niña de la guerra” como miles de otros viejecitos que nacieron entre 1939 y 1945. Ella no puede creer que está terminando su vida como la empezó: en guerra.

Hace tiempo, antes de esta guerra, le pregunté cómo se vivía en los 40, los 50 del siglo XX. Ella me contestó: empezamos a vivir después de 1952, después de la muerte de “ese perro georgiano”.

Ahora la historia se repite pero los ucranianos ya la conocemos y tenemos anticuerpos muy fuertes.

Hablando de mi familia, que es una familia grande, una familia de mucho amor y cariño, me da rabia ahora que no puedo protegerlos. Hace 7 días no tengo contacto con mis primas, están en … Sé que no tienen ni electricidad ni calefacción, la ciudad está ubicada en la frontera tripartita -Ucrania y esos dos países de m…- y la bombardean diariamente…me siento inútil por no poder ayudar y proteger a lo que amo, a toda mi familia de 42 millones…

Termino el diálogo diciéndole de nuestra solidaridad y confesándole que quisiera estar con ellos haciendo mi trabajo.

Hoy estuve pensando en que usted y sus colegas internacionales presentes acá ayudan a que el mundo se entere de la barbarie, fue su despedida… Afectuosas palabras que no alcanzan para aliviar la conciencia de lo poco que uno hace.



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