El declive de las instituciones
Rosalía Baltar, Lucía José y Pamela Perera
Ay! de estos días terribles
Ay! del nombre que lleven
Ay! de cuántos se marchen
Ay! de cuántos se queden
En estos días, Silvio Rodríguez
Esta pequeña reflexión tiene como finalidad reseñar algunos aspectos de un informe sociológico que ha interpelado la situación actual de nuestro presente. Silvia Duschatzky y Cristina Corea publicaron en 2011 Chicos en banda. Los caminos de la subjetividad en el declive de las instituciones. En este informe, en el que se habla de las experiencias subjetivas transitadas en un suelo de declive institucional de un grupo de chicos que habitan la periferia de la ciudad de Córdoba y que asisten a las llamadas escuelas urbano- marginales, aparece una noción de subjetividad en la que las instituciones, los vínculos y las relaciones cumplen un rol fundamental en su constitución. En este sentido, aunque con argumentos diferenciales, los grandes pensadores de la sociología clásica han tomado el binomio sujeto/sociedad como un lugar de formación interseccional. De alguna manera, las autoras argentinas inscriben sus preocupaciones en ese marco, a partir de interrogantes que interpelan la función, cosmovisión y construcción de la institución escolar. Las coordenadas e la exclusión/expulsión, por un lado, y de las subjetividades/consumidores por otro, trazan una reflexión que se actualiza hoy en el debate presente sobre el rol del estado y la experiencia de las formas neoliberales del mercado de cara al proceso eleccionario de octubre.
En primer lugar, parten de advertir que el término “exclusión” es inadecuado para los resultados que recaban en el trabajo de campo. Por ello, deciden hablar de “expulsión”: mientras que la expulsión forma parte de un estado, de un orden de cosas, la expulsión señala la agentividad, es decir, quien es expulsado, lo es por algo o por alguien e indica la movilidad de la circunstancia de expulsión. Esta idea de exclusión social, en cambio, se refiere a la relación entre el estado de exclusión y lo que lo hizo posible. Mientras el excluido es un producto, un dato, un resultado de la imposibilidad de integración, el expulsado es resultado de una operación social. Según Foucault, la exclusión social es un tipo de castigo, definiéndolo como aislamiento de un sujeto a nivel moral, psicológico y público; es un tipo de castigo que genera vergüenza y humillación a quien cometió una infracción (“La verdad y las formas jurídicas”, conferencia 4, 94, 1973). El expulsado es aquel que es invisible porque ha sido despojado de nombre propio, de palabra, de pertenencia al espacio público, que carece de miradas que lo reconozcan y que merece sólo la indiferencia. Se aproxima a aquello que Agamben denomina nuda vida, es decir, la vida del cuerpo en tanto animalidad (el zoe de los griegos), despojada de su individualidad (el bios), un “alguien” sin marcas (falta de trabajo, escolaridad, precariedad, ausencia de protección social, disolución de los vínculos afectivos). Sintetizan las autoras: “Las formas de producción de la subjetividad se inscriben en condiciones sociales y culturales específicas”. Acá podemos pensar en la lectura que hace Durkheim de cómo se da la relación entre la sociedad y los sujetos, relación que se establece a través de la interacción y la influencia mutua, los individuos son producto de la sociedad en la que se desarrollan, y a su vez, contribuyen a la construcción y mantenimiento de esa sociedad (Lado).
En segundo término, advertimos, en la diferencia que hacen las autoras entre mercado y estado, la posibilidad de pensar la expulsión no sólo en términos económicos sino a través de la reproducción del capital y sus distintos tipos planteado por Bourdieu: el capital cultural, social y simbólico (2021, 147-148). El mercado se dirige a un sujeto que solo tiene derechos de consumidor y no los derechos y obligaciones conferidas al ciudadano. El consumo entonces, no requiere la ley, ni de otros, dado que es en la relación con el objeto y no con los sujetos donde se asienta la ilusión de satisfacción. El mercado constituye para los consumidores y no consumidores un nuevo ideal del yo, un imaginario que produce en un nuevo lugar, el horizonte de aspiraciones, el espejo donde mirarse. Para estar integrado, los sujetos dependen de su capacidad de gestionar, “dado que es aquí, en la gestión del sí mismo y no en el lazo, donde se fija la ilusión de la posibilidad”(Duschatzky y Corea, 21). En estas condiciones emergentes de la legitimidad social encontramos que la violencia es la marca que permea la vida de los que habitan la periferia de la ciudad de Córdoba para el ensayo, y pensamos que, en una dimensión más general, no se trataría de un barrio, una provincia, una calle, sino de nuestro devenir como sociedad hecha a partir de lazos, vinculaciones, responsabilidades, compromisos, libertades y consensos que visiblemente pueden estar en peligro.
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