El crimen de un aristócrata en el Ocean Club de Playa Grande
Al promediar la década del '30, la aristocracia que veraneaba en Mar del Plata se vio conmovida por un asesinato ocurrido en el balneario Ocean Club de Playa Grande.
Por Gustavo Visciarelli
En 1937 el abogado Wenceslao Paunero portaba con el mismo apego un Colt calibre 38 y el nombre de su abuelo, aquel general que en 1863 derrotó al Chacho Peñaloza en Las Playas, donde muertos y heridos fueron calcinados después de la batalla. Tenía 50 años, fortuna, inserción en la alta sociedad y una esposa que a los 44 rutilaba en la aristocracia. Se llamaba Mercedes Peña Unzué y le decían “Mina”.
Martín Cossio Salas Oroño tenía 23 años, una pistola Super Colt y el aval de un sólido patrimonio familiar que le permitía dedicarse al libre esparcimiento. Siguiendo la migración estival de la elite porteña, los tres coincidieron ese verano en Mar del Plata.
“Grave incidencia personal”
La clase media ya invadía la Bristol y el turismo de abolengo conservaba su bastión en Playa Grande, que guardaba la estética de principios de siglo con hoteles y restaurantes de madera sobre la arena. Allí se produjo aquella “grave incidencia personal”, que involucró a dos “figuras muy conocidas en el ambiente social del país”; en la cual “perdió la vida el señor Paunero, resultando con heridas de carácter leve el señor Cossio Salas”, según consigna una atildada crónica de LA CAPITAL.
Dos libros escritos décadas después -“Siete elegantes crímenes de pasión” (Ovidio Lagos) y “100 Crímenes Resonantes que Conmovieron a la Sociedad Argentina”( Javier Sinay-Norberto Chab)- dan por cierto que “Mina” Peña Unzué y Cossio Salas mantenían una relación afectiva que llegó a oídos de Paunero. La crónica de LA CAPITAL apenas lo sugiere al indicar que “se hallaban enemistados por razones de carácter íntimo desde hace mucho tiempo”.
Del Bristol a Playa Grande
En el verano de 1936 ambos hombres habían mantenido “un incidente en los salones del Bristol Hotel, que no tuvo contornos deplorables debido a la eficaz intervención de algunos amigos”. La crónica enumera un “violento diálogo”, “golpes de puño” y un intento de ambos” por usar armas” que fue impedido por los presentes.
El 12 de marzo de 1937 a las 18 horas volvieron a cruzarse, esta vez en el balneario Ocean Club de Playa Grande. El diario socialista El Trabajo, que trató el asunto de soslayo, definió el lugar como “centro aristocrático por excelencia, cerrado hasta a las miradas curiosas de la chusma”. Y señaló que los contendientes “se tomaron a puñetazo limpio en pleno salón del club, repleto de damas, como no lo hubiesen hecho dos villanos”.
Los testigos pusieron fin al episodio, en el que Cossio Salas habría llevado la peor parte. Paunero salió caminando hacia su auto- un Buick convertible con “chauffeur” uniformado- y el joven lo hizo tras sus pasos.
El abogado Wenceslao Paunero junto a Victoria Ocampo.
Diez balazos
La secuencia balística ha variado en sucesivos relatos, muchos de los cuales hablan del sombrero de Cossio volando por los aires tras el primer disparo que partió del Colt de Paunero. La crónica de LA CAPITAL no recoge ese detalle pero asegura que los contendientes cruzaron no menos de diez balazos.
Paunero, ubicado en el asiento posterior del convertible, ya le había ordenado al chofer que iniciara la marcha cuando su contendiente se le aproximó pistola en mano. Cossio Salas –según la crónica- sufrió heridas leves en la ingle izquierda, un brazo y una axila. Paunero recibió cuatro heridas mortales y quedó tendido en el asiento del Buick. Falleció a poco de ingresar al Hospital Mar del Plata y fue inhumado en La Recoleta.
“Una reina ofendida”
Los diarios dejaron caer un prematuro silencio sobre el caso y Cossio Salas egresó dos años después del Hospital de Dolores, donde cumplió una detención privilegiada.
La escritora Susana Dillon refiere en ” Las Secretas alcobas del Poder que “Luego vino todo aquello de silenciar el porqué y el cómo se produjo el hecho. Los diarios no publicaron detalles ni nada que oliera a escándalo. Sólo se dejó el argumento que había un viejo pleito entre Cossio y Paunero. La viuda hizo su papel con soltura y las amistades no le fallaron. Se comportó con la dignidad de una reina ofendida”.
Con relación a Cossio Salas, Dillon afirma que del hospital pasó “al ostracismo. Nadie más lo nombró”.
Playa Grande dejó de ser la que era, pero no como consecuencia del crimen. En medio de la marea de obras promovida por el gobernador Manuel Fresco ese año removieron las antiguas estructuras de madera y el complejo balneario que hoy conocemos vino a sepultar rápidamente el escenario de la muerte de Paunero.
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