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Gastronomía 7 de abril de 2017

El corazón de la Argentina que huele a violetas y sabe a ciruelas

por María Josefina Cerutti

“La uva Malbec encontró en Mendoza, especialmente, el lugar ideal para expresarse. Aunque europea, le dio identidad al vino argentino”, dice Alberto Antonini, uno de los enólogos “descubridores” de nuestro Malbec, que celebra su día internacional el 17 de abril.

Los festejos empezaron el luMlmanes 3 con “La semana del Malbec” (www.lasemanadelmalbec.com) bajo el lema “Malbec, el corazón de Argentina”. Organizan Wines of Argentina, Bodegas de Argentina, el gobierno de la Ciudad de Buenos Aires y el municipio de Vicente Lopez.

El 17 de abril de 1853 se presentó a la Legislatura de Mendoza el proyecto de Quinta Agronómica. Fue clave el francés Michel Aimé Pouget, que plantó las primeras cepas de Malbec. Conocida como “uva francesa”, se demostró muy rendidora: “embriagó” dos momentos claves de nuestra vitivinicultura.

Uno, cuando fue base de los tintos que protagonizaron parte de la recuperación de Mendoza tras el terremoto de 1861. Ayudaron los saberes de campesinos europeos que hicieron de la provincia cuna de nuestra vitivinicultura.

El segundo momento fue cuando Pedro Marchevsky, Mariano De Paola y Paul Hobbes vinificaron el Malbec como varietal. “Me enamoré del Malbec -confiesa Antonini- apenas llegué a Mendoza en 1995. No entendía por qué los productores locales no querían hacer vino de alta gama con esta uva”.

El Malbec se convirtió en el 4% de los vinos que se comercializan a nivel internacional. “Tiene un valor histórico fundamental porque el mundo desconocía las cualidades del vino argentino”, agrega Antonio Morescalchi, de Altos Las Hormigas.

Los expertos dicen que, por dócil y amable, el Malbec es perfecto para las mujeres y que se expresa al máximo en los viñedos más viejos. “Argentina produce vinos siempre más deliciosos, como el Malbec de viejo viñedo”, sostiene Serena Suttcliffe, directora del departamento de vinos de Sotheby’s, Inglaterra.

“Magdalena”, el Malbec de Pascual Toso, se hace con un viñedo de 1905 de Barrancas, Maipú. Y es de 1916 el viñedo del Malbec de Finca Adalgisa en Chacras de Coria, uno de los pocos vinos que se cultivan, fabrican y embotellan en el mismo lugar: “Le digo viña vieja porque, como es vieja, es mejor. Nos identifica como región”, afirma Gabriela Furlotti, de Finca Adalgisa.

Para el enólogo Jorge Riccitelli, “la última pata del gran desarrollo vitivinícola de la Argentina fue el descubrimiento en Chacras de Coria del Malbec como cepa mendocina”. Y Diego Bigongiari, autor de las Guías de vinos Austral Spectator, que llevan 14 años seguidos de publicación, comenta que “el Malbec típico de Mendoza es de Luján de Cuyo, entre Chacras de Coria y Agrelo. Hay otros excelentes, finos y ácidos en el Valle de Uco, cálidos y corpulentos en Salta, y más equilibrados en las zonas más altas de Mendoza”.

“El Malbec es nuestra bandera, no el único jugador. Madura en un clima de montaña que le permitió consolidarse como su terruño ideal”, cuenta Enrique Toso, bisnieto de Pascual, pionero a fines del XIX de la industria del vino.

Para Patricia Ortiz, de bodega Tapiz, “el Malbec brinda un abanico enorme de colores, aromas e intensidades. Cada Malbec tienen su región”.

Bigongiari agrega que constató “una notable evolución en la forma de elaborar los Malbec. Ya no quedan esos densos y pomposos. Ahora son más sutiles, elegantes y complejos, también gracias a ese 5 o 10% de Cabernet Sauvignon o Franc que le suelen añadir. Se lo cosecha menos maduro y con menos crianza”.

Ana Amitrano, de Famiglia Zuccardi, que estuvo entre las primeras bodegas que exportaron, dice que gracias al Malbec “Argentina es vista como un productor de alta calidad. El Malbec es nuestro ícono cultural. Somos dueños de esa marca y estamos dispuestos a defender nuestro liderazgo”.

“Las uvas y los vinos Malbec hasta se convirtieron en protagonistas de la nueva arquitectura del vino”, afirma Eliana Bormida, arquitecta emblema de la nueva industria del vino. “Semejante movimiento económico generó la necesidad de darle casa nueva a estos vinos que estallaban en los paladares de grandes expertos”.

Profundamente morado, el Malbec huele a violetas y sabe a ciruelas. Daniel López Roca, de Argentinewines, dice que “los consumidores se preguntan cuál es el Malbec. Si un vino de guarda con gran acidez que permite larga vida, o uno amable y rendidor para todos los días, o un rosado de boca fresca y largo final. Es todo eso y más. Uno de los grandes vinos de los diferentes terroirs de la Argentina. Versátil, no ofende paladares y los jóvenes lo aman”.

Hoy el mundo nos conoce por el tango, el dulce de leche y el Malbec. Pero, ¿cómo viene el futuro? Amitrano dice que tiene que ser cada día más “premiun”. Que “hay que ofrecer identidad y altísima calidad. En Zuccardi tenemos el desafío de llevar al mundo regiones únicas del Valle de Uco”. Antonini acuerda: “El futuro del Malbec está en vender menos variedades y más lugares. Terruños o terroirs excelentes que se conocen de a poco, como Altamira y Gualtallary, entre otros. Tienen la ventaja de ser únicos como lo demuestran los grandes vinos europeos, que hablan más de sus orígenes que de las variedades con las que se producen”.

(*): Télam.