BUENOS AIRES, enviado especial – Lo hizo de nuevo Quilmes. El quinto partido es su especialidad. Y lo volvió a ganar como visitante. Contra la cátedra, contra los favoritismos. El corazón contra todo. Y se desató el carnaval “tricolor” lejos de Mar del Plata.
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Desde que juega en cualquier nivel de la Liga Nacional de Básquetbol, Quilmes jugó ahora 22 veces el quinto partido de una serie de play-off. Ganó 17 y perdió sólo 5. Y como visitante, ahora mejoró su récord a 8-4. Sencillamente impresionante.
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El mítico estadio “Héctor Etchart” lució como en aquellas recordadas noches de gala llenas de historia. El escenario, muy bien presentado, contó además con un marco espectacular, acorde a la importancia de todo lo que había en juego.

Ingresar a ese rectángulo emblemático siempre supone una carga emotiva adicional, que remite a recuerdos extraordinarios de otras épocas que hicieron grande al club anfitrión y también al básquetbol argentino.
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Al margen de las reformas, en el estadio y en todo el club, subsisten en los altos del estadio, impresos en letras bien visibles, los logros más significativos (y realmente son unos cuantos) que consiguió Ferro a nivel nacional a internacional en los principales deportes, en hombres y en mujeres.
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Los dos tableros electrónicos de última generación, de lectura simple y muy visibles, con gráficos excelentes son uno de los orgullos del departamento de básquetbol de Ferro. Lástima que, aunque la opción está disponible, no se incluía la información de los puntos anotados por cada jugador.

Actualmente, la capacidad del rectángulo del conjunto de Oeste asciende a 3500 espectadores. De esos lugares 350 corresonden a plateas, ubicadas en ambos laterales en la zona de baja del estadio y de inmaculado color blanco, en combinación con el típico verde de Ferro presente en todos los rincones del escenario.
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Hasta la tragedia de Cromagnon, que motivó la revisión de numerosas cuestiones en materia de habilitación y seguridad, el aforo del “Etchart” superaba las 4500 personas. Ahora se redujo al número mencionado, limitado anoche a 3200, a raíz de un “pulmón” liberado ex profeso para delimitar la zona en donde se ubicó el público visitante.
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La entidad de Caballito siempre tuvo un impresionante caudal de socios. Su actividad multideportiva lo distinguió aún en sus épocas más problemáticas desde lo institucional. Afortunadamente, Ferro ha renacido, se ha intentado ordenar en el aspecto económico y los resultados deportivos también acompañan en lo referente a las competencias profesionales.
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Desde muy temprano, en las adyacencias de la institución del barrio de Caballito fueron reuniéndose cientos de simpatizantes de Quilmes esperando por la autorización para poder ingresar al estadio.

Unos 500 hinchas quilmeños se ubicaron en el sector bajo ubicado atrás del banco de suplentes del “tricolor” y en el lateral y el balcón superiores más próximos a los relevos marplatenses.

Tal su característica, cantaron de principio a fin. Y aunque la gente de Ferro era mayoría, naturalmente, los hinchas que llegaron desde Mar del Plata pero también los que viven en Buenos Aires y en La Plata, hicieron sentir local al equipo de Javier Bianchelli.
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Entre esos cientos de hinchas anónimos y estoicos, se contaban directivos del “tricolor”, Lucas Ortiz, ex jugador del “tricolor” los padres de Eric Flor y también los de Luca Vildoza, siempre ansiosos entre lo deportivo y lo afectivo, ante la posibilidad latente del famoso último partido de “Luquita” antes de iniciar su aventura europea.
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A la hora de la presentación, fue conmovedor el apoyo para Quilmes de parte de su público. Y a continuación, la organización de Ferro sorprendió al presentar al plantel local. Se apagaron las luces del estadio y se iluminaron decenas de tubos luminosos fosforescentes de color verde. Un detalle muy particular, potenciado enseguida por una bandera gigante que cubrió todo un lateral del estadio.
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A centímetros de la posición de LA CAPITAL en el estadio, sufrían de manera indescriptible Diego Cavaco, Bruno Sansimoni y Bruno Provenzano, los tres integrantes del plantel “tricolor” afuera de la acción por diferentes motivos. Los tres daban indicaciones, gritaban y protestaban como única manera de controlar la ansiedad de no poder ayudar desde adentro.
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Sobre el inicio del cuarto final, entre los simpatizantes de Ferro aparecieron algunos personajes de la barra del fútbol que no habían estado antes. No sirvió de mucho. Y la gente de Quilmes se fue cantando “No se va, Luca no se va”. Al menos, el base tiene otros tres partidos asegurados.