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La Ciudad 9 de abril de 2022

El “Boliche de Chapa”, un lugar donde los marplatenses empezaron a respirar libertad

Este año se cumplirán 4 décadas de su nacimiento. Acogió a artistas que volvían del exilio o de la prohibición. Merece ser recordado como emblema de un tiempo turbulento: el de la luz de la Democracia que bregaba por nacer entre sombras y acechanzas.

por Gustavo Visciarelli

El “Boliche de Chapa” –que abrió sus puertas el 17 de diciembre de 1982 en San Lorenzo y Catamarca- fue el escenario de quienes volvían a tientas del exilio o la prohibición. Alfredo Zitarrosa y Víctor Heredia (foto) son dos ejemplos.

Antiguamente en esa esquina funcionaba un almacén y despacho de bebidas que fue reacondicionado como café cultural en épocas en que esa tipificación resultaba al menos sospechosa. María Cristina Blanco y Horacio Sánchez Fuentes desarrollaron el emprendimiento a pulmón. De hecho, los reflectores eran tachos de aceite y el escenario se armaba con mesas.

Por allí pasaron, además de Zitarrosa y Heredia, Facundo Cabral, César Isella, Opus 4, Markama, Los Trovadores, Armando Tejada Gómez y Susana Rinaldi, Rafael Amor, Rodolfo Mederos, Uña Ramos, Raùl Barboza, Manolo Juárez, el trío Vitale-Cumbo-González, Raúl Carnota, Adolfo Abalos y Chango y Marián Farías Gómez entre otros.

El “Boliche de Chapa” tenía dos normas. Una: los artistas locales compartían escenario con los de trayectoria nacional o internacional. La lista es extensa y seguramente incurriremos en omisiones: Norberto y Osvaldo Albornoz, Ricardo Arriagada, Luis Caro, Gloria Lluñez, Luis Reales, Eva Triguero, Omar Graziano, Marcelo Sanjurjo, Andrés Baldín, Bocacalle, Los Cuatro Rumbos , Los Super Ratones y Yas Cortès Dúo.

La otra norma, inaugurada por Víctor Heredia, era abrir las ventanas para que pudieran escuchar los que quedaban afuera, ya que el local apenas tenía espacio para 150 personas. Abundaron visitantes notorios y otros no tanto, como los agentes de inteligencia que a la larga terminaron resultando conocidos.

El “Boliche de Chapa”, con su mística irrecuperable, tuvo tres veranos brillantes y otros tantos inviernos difíciles. Cerró a mediados de 1985. Vale recordarlo como un lugar donde empezó a respirarse libertad.-