El beato Pironio y los 150 años de Mar del Plata
El recuerdo de una profunda carta escrita por el entonces obispo en el 100° aniversario de Mar del Plata
Por Daniel E. Di Bártolo
En estos días de febrero se entrecruzan dos acontecimientos relevantes para las y los marplatenses: el 4 de febrero se celebró por primera vez la fiesta litúrgica del beato Eduardo Francisco Pironio dispuesta por el Papa Francisco y anunciada en la Basílica de Luján el 6 de diciembre, en la ceremonia de Beatificación del Cardenal.
Por otra parte, el 10 de febrero estaremos celebrando los 150 años de la fundación de la ciudad de Mar del Plata.
¿Qué se entrecruza?: el Beato Pironio fue Obispo de Mar del Plata y estuvo presente en la celebración del centenario, los 100 años de nuestra ciudad, en 1974.
En la fecha de la celebración del centenario de la ciudad, el entonces Obispo Pironio dirigió una de sus cartas a “Mis queridos hermanos y amigos”. Nos proponemos recordar su texto con un sentido pedagógico, convencido que la historia, y sus textos que sirven como fuentes, constituyen vigencias que nos ayudan a leer el presente mirando hacia el futuro.
La carta comienza con un vibrante “¡Mar del Plata celebra su centenario!” Y seguidamente un “agradecemos el mar y sus playas, el aire y el sol, la ciudad y el puerto, el ritmo de sus construcciones y la fecundidad de sus campos, el trabajo creador de sus hombres, la lucha cotidiana de sus pescadores, la oración y entrega de sus sacerdotes y religiosas”.
La continuidad de la carta plantea que “nuestra gratitud se vuelve ahora responsabilidad y compromiso”. Según Pironio “Mar del Plata no se encierra en sus estrechos límites” …”se abre al país, al continente, al mundo”. Dice que “podemos hablar de una vocación original” …” con espíritu de solidaridad fraterna y de servicio”.
En un contexto histórico complejo que el Obispo Pironio siempre leyó y nos convocó a ser interpelados por esos signos de los tiempos, en la carta nos llamó a “preguntarnos a la luz de la Palabra de Dios que hemos escuchado, cuál debería ser el aporte de Mar del Plata a la urgente formación de un mundo más justo, más fraterno, más humano”.
Creo que esta pregunta tan simple y a la vez profunda y llena de desafíos constituye una invitación a re pensar nuestra identidad y proyecto como ciudad.
El Obispo Pironio en aquella carta de 1974, en la conmemoración del centenario de nuestra ciudad, nos dejó tres “puntos”: “la felicidad, la paz y el hombre nuevo”. (El estilo de la predicación del querido Pironio siempre refería a un encuadre, a tres ejes y a un cierre conclusivo que permitía que su mensaje se comprendiera con claridad).
Al referirse en su predicación al primer eje: “la felicidad” el Obispo Pironio hizo referencia a la fundación de la ciudad y su entorno, sin embargo, nos dice “todavía falta lo esencial” …”La felicidad no está afuera sino adentro”…”Qué significa el slogan de ciudad feliz?”…y plantea una pregunta acerca del sentido profundo de la felicidad: “¿Acaso que la ciudad más superficial y divertida?”…”¿Acaso que es la ciudad donde no existen los problemas o donde se olvidan los problema de los otros”…Y seguidamente remata su reflexión” “Hay rostros tristes y preocupados, corazones tensos y nerviosos”.
Luego, nos invita a caminar en la felicidad verdadera de acuerdo a Jesús y nos propone aprender a: “que la felicidad no se da en las cosas sino en el hombre” …” el hombre feliz es el que descubre el sentido de la vida y realiza con sencillez su misión”.
Nos plantea que “la felicidad supone desprendimiento, pobreza y muerte. No está en el dominio, en el placer o en la abundancia” …y que “la felicidad exige hombres sencillos, humildes y fraternos. No habrá felicidad mientras los hombres nos ignoremos como extraños o nos destruyamos como enemigos”.
El segundo eje que nos propuso el entonces Obispo Pironio hace exactamente 50 años es “la paz”: “Mar del Plata puede hacer mucho por la paz”. En este texto nos sugiere que la ciudad puede ser la paz luego que “durante al año vivimos siempre inquietos y tensos” …” y la paz exige, además, un verdadero encuentro con los hermanos” …ya que “en general vivimos desconociéndonos o desconfiando o enfrentándonos, Es demasiado tensa la historia, Nos sacuden demasiado los acontecimientos, Nos deshacen la violencia y el odio”.
Enseguida nos dice: “la paz verdadera supone la justicia y el amor” y “tiene su fuente en Dios” …” El trabajo por la paz supone un descubrimiento hondo y progresivamente nuevo de Dios como Padre”. Tan simple, tan claro, el Obispo Pironio.
En tercer punto que nos propuso es “El hombre nuevo” y nos propone en forma directa: “Mar del Plata tiene algo que ofrecer al país para su reconstrucción nacional y al continente latinoamericano para consolidar la paz: es el aporte específico para la liberación cristiana” …”es el compromiso práctico de la fe de los cristianos”.
Al convocarnos a construir el hombre nuevo y el mundo nuevo hace una lectura histórica de la ciudad y afirma que “Mar del Plata nació bajo el signo de la fe”. Se refiere a la acción de los misioneros jesuitas Strobel, Falkner y Cardiel en 1745 en la Laguna de los Padres. Más tarde la fe alumbrada e inspirada en la Loma de Santa Cecilia en 1874, un año antes de la fundación. Que conmovedor es pensar la ciudad desde esta perspectiva de la fe que nos propone el hoy Beato Pironio.
Luego, el Cardenal dice: “Mar del Plata” …” tiene una responsabilidad nacional y continental” …” tiene que ser una ciudad descubierta y realizada en su vocación. Una ciudad hondamente vivida por todos con sentido de fecundidad espiritual y servicio”.
Y en su cierre conclusivo, Pironio nos deja una de las metáforas más bellas y apropiadas que he escuchado o leído.
“Hay algo que nuestra ciudad – providencialmente situada sobre el mar – está gritando a todos los que llegan: el mar es profundo, el mar es fuerte, el mar no tiene límites. Así nuestra ciudad”. “Profunda en la interioridad y la reflexión, el diálogo fraterno y la oración”.
“Fuerte en la esperanza. El mar es duro y peligroso. Pero se afronta en la firmeza solidaria de una esperanza comprometida”.
“El mar no tiene límites: se pierde en la lejanía del horizonte. Así nuestra ciudad, universal y fraterna; como queriéndose abrir a todos los hombres y a todos los pueblos”.
Finalmente, reza a “Nuestra Señora del Mar” para que “presida los gozos y tristezas, las angustias y esperanzas, de nuestra ciudad centenaria”.
50 años después de esta predicación en la fiesta de los 150 años de Mar del Plata, volvemos a leer y saborear el pensamiento de aquel Obispo que hoy es Beato. Dos circunstancias que se entrecruzan y nos invitan a la reflexión y al compromiso transformador.
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