El Astillero Contessi y un hilo inquebrantable con la ciudad
Los Contessi desembarcaron en Mar del Plata de casualidad, pero el enamoramiento con La Perla del Atlántico fue inmediato y marcó por siempre el destino de la familia italiana. Y también de la pesca marplatense.
El emblemático astillero Contessi en una imagen aérea tomada antes del incendio que lo dañó seriamente en 1974.
por Julia Van Gool
El hilo que conecta a Mar del Plata con el Astillero Contessi, fundado por el inmigrante italiano Federico Contessi hace casi 70 años, está basado en una historia de amor y trabajo. El desembarco en la ciudad de la familia Contessi fue, de todas maneras, circunstancial.
Domingo “Vito” Contessi (hijo de Federico y presidente del astillero en la actualidad) recuerda cómo fue ese primer encuentro entre la ciudad y el clan italiano que terminó marcando el destino de una familia y la industria naval marplatense.
“Mis tíos abuelos habían venido a Argentina en la década del ’20 en un viaje ‘de paso’. Habían sido contratados para operar una flota pesquera en Alaska. De Argentina iban a México y de México cruzaban a Estados Unidos para ir a Alaska. En ese viaje pasaron por Mar del Plata y lo que contaron es que se enamoraron de la ciudad“.
“Ellos se encontraron con una ciudad a la que empezaban a llegar los primeros inmigrantes italianos y que no existía el puerto todavía, ya que se pescaba con barcos sacados por la Bristol. Así y todo, se quedaron con la idea de que el futuro estaba en Mar del Plata“, asegura.
Lo que siguió fue de esperar en una familia que solo concibe el avanzar trabajando. Los tíos abuelos hicieron correr la noticia sobre esta magnífica tierra en el sur de América que parecía esconder los secretos de la bonanza futura y así fue como, en 1931, el padre de Federico Contessi viajó a La Feliz cuando su hijo sólo tenía 40 días de vida.
Lo que empezó siendo un viaje de unos meses para hacer dinero y poder traer a su familia, terminó extendiéndose 16 años por las consecuencias de la crisis del ’30 en el país y la crueldad de la 2ª Guerra Mundial.
“Mi padre conoce al suyo a los 16 años, cuando finalmente puede venir a Mar del Plata. Como mi abuelo era pescador, lo primero que hizo fue embarcarse con él. No quería decepcionarlo, pero lo que mi padre realmente sabía era el trabajo en el astillero, ya que desde los 6 años había aprendido el oficio en un astillero italiano junto a mis tíos abuelos”, contó.
Domingo Contessi, presidente del astillero e hijo de Federico Contessi, sigue la tradición familiar.
Su primer astillero
Federico terminó trabajando en un astillero de la ciudad.
“Ahí lo pusieron a limpiar. A los dos semanas, cuando supo algo de castellano le dijo al jefe: ‘Mire, yo vengo a limpiar sábados y domingos, durante la semana deme trabajo’. A los 6 meses era el capataz del astillero y a los 2 años el dueño le dijo que no le pagaba más el sueldo hasta que no se independizara y pusiera su propio astillero. Y así arrancó”, señaló.
El primer astillero funcionó bajo el nombre “La Juventud” e incorporó a varios jóvenes colaboradores y socios, algunos de los cuales permanecerían trabajando junto a Federico durante toda su trayectoria profesional.
Este primer astillero fue construido en tierra propia pero alejado del mar, lo cual ocasionaba serias dificultades durante el traslado de las embarcaciones para su botadura. En aquellas instalaciones se construyeron 3 barcos de madera de distintos tamaños, siendo el primero de 22 metros de eslora.
Años más tarde se mudó al actual predio de propiedad fiscal pero junto al mar, donde se construyeron nuevas instalaciones y un varadero propio sobre un terreno descampado y espacios ganados al mar.
Se constituía así en el primer varadero privado de la costa atlántica. En el año 1965 se formaliza la nueva sociedad: “Astillero Naval Federico Contessi y Cía. S.A.C.I.F.A.N.” y se prosigue con la construcción de barcos en madera. Se botaron y entregaron un total de 19 unidades de una eslora que variaba entre 26 y 18 metros.
“Mis tres hermanas y yo crecimos en el astillero. Porque aparte, en nuestra infancia, el astillero trabajaba todo el sábado y domingo medio día. A papá lo veíamos los domingos a la tarde, y si no había que venir al astillero. Mi primer recibo de sueldo lo tuve en el verano después del primer año de secundaria archivando papeles. Es una empresa de familia y los recuerdos de nuestra infancia son los recuerdos del astillero. Están íntimamente relacionados”, aseguró Contessi.
Y agregó: “Mi padre siempre fue un trabajador incansable. Lo es hasta el día de hoy, que viene todos los días un rato al astillero. El siempre nos decía que la dedicación por el trabajo se la había inculcado un tío, allá en Italia, cuando le dijo que debía cuidar el trabajo como se cuida una novia. El no había tenido novia, pero pensó que era algo así: algo de todos los días”. Domingo también asegura que ese fue uno de los mandatos familiares: hoy tanto los hijos como uno de los nietos de Federico, Leandro (ingeniero naval), trabajan en el taller.
Federico Contessi (88), en su recorrida habitual por el astillero también lee el diario LA CAPITAL.
Momentos difíciles
De igual manera que ocurre con el recuerdo de la infancia, los malos momentos de la familia coincidieron, también, con las etapas más difíciles de la empresa. El voraz incendio del astillero en 1974 lidera cualquier ranking.
Con el depósito destruido por completo, lo vivido en esos años -la reconstrucción llevó 3 años- fue tan bisagra en sus vidas, que hasta hoy hay una escultura de un ave fénix en la sala de directorio, símbolo del resurgimiento de las cenizas.
“La construcción del nuevo astillero fue bastante traumática por la época. Nos agarró en el 75 el Rodrigazo, en el 76 el período previo a la dictadura. Todos momentos convulsionados política y económicamente, pero ese tiempo fue también para reconstruir y pensar el astillero“, señala Vito, quien rápido agrega: “Nada de lo que se hizo esos años podría haberse concretado sin la fuerza de voluntad de todos los que trabajaban en la empresa”.
En 1977 se inaugura oficialmente parte de la actual planta, donde se construye bajo techo, y es posible trabajar simultáneamente en hasta cinco buques a la vez.
A partir de entonces se modifican todas las pautas de trabajo, aplicándose la tecnología más avanzada en equipamiento, diseño y producción. La embarcación número 20 fue el primer casco que se construye en acero y marcaría el fin de nuestras construcciones en madera, asimismo con este pesquero se inicia un programa de 6 unidades gemelas.
El emprendimiento se realizó a pura fe, sin suscribir contratos previos de venta. Sin embargo muy pronto estas 6 embarcaciones fueron vendidas y su explotación fue todo un éxito. “El lema de la empresa siempre fue ‘fe en Dios, fe en el país y fe en la pesca‘. Quizás eso tiene algo que ver”, señaló.
Tras haber botado el barco número 133 –“Espartano”, destacado por ser un prototipo distinto a los anteriores- Contessi imagina qué hubiese pasado si ese hilo de amor y trabajo que unió Mar del Plata con su padre y su familia no hubiese existido o hubiese cedido ante la fuerza y presión de un mundo tan loco como impredecible. “Imagino que sin el Astillero Contessi la pesca hubiera existido, pero hubiera sido distinta. Tampoco hubiese sido lo mismo sino hubiesen llegado a otra ciudad. Mar del Plata nos ha dado muchísimo y Mar del Plata es el puerto pesquero más importante del país. La ciudad no solo tiene infraestructura, tiene la red de proveedores y tiene, además, una historia riquísima. La historia de la pesca argentina es la historia de Mar del Plata. Seguramente no hubiera sido lo mismo”.
El legado de una empresa
Domingo “Vito” Contessi piensa unos segundos, pero la respuesta le resulta evidente. “¿Cuál es el aporte más importante que el astillero hizo en la ciudad? Yo creo que el legado más importante que deja, tanto a la ciudad como a la pesca argentina en general, no son los barcos o las cosas físicas, sino la posibilidad que le dio mi padre a muchísimos pescadores, a muchísimas empresas que estaban recién iniciándose de tener su propio barco y propia unidad”, señaló.
Contessi aseguró que la prioridad de la empresa fue y siempre será el trabajo.
“A partir del 80 desapareció completamente el financiamiento bancario y también muchos de los astilleros del país. En ese momento Argentina tenía 35 astilleros de primera línea, y hoy quedamos 5 o 6. ¿Y qué es lo que hizo mi padre? Siguió construyendo y en la medida que podíamos financiábamos con fondos propios los barcos“, indicó.
Y cerró: “Así le dimos la oportunidad a muchos pescadores a que se convirtieran en empresarios, que tuvieran su pyme, que tengan su primer barco. Así le dimos oportunidad a muchas empresas que recién estaban empezando y hoy son líderes en el mercado. Ese es nuestro aporte más grande“.