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Interés general 14 de abril de 2016

El aluvión

Por Vito Amalfitano

Es otro aluvión zoológico. Pero esta vez también acompañado por nuevas capas medias, con conciencia de clase, pero sin pretender ser de otra clase.

La caravana parte desde Mar del Plata a la madrugada. Micros y autos particulares. Los organizados, y unidos, y los “sueltos”. Jóvenes, familias, viejos. Todos disparados por la misma convicción. El mismo amor, después la misma lluvia.

Ya en el comienzo del viaje, la primera de tantas sorpresas de gestos solidarios. Gaby es una militante de Mar del Plata del grupo Adobe. Está en lista de espera para un trasplante delicado. A las 12 y media de la noche se aparece con su barbijo, muy abrigada, en taxi, en el Centro Cultural La Casa de Enfrente, Córdoba y 25 de Mayo, punto de encuentro, con dos bolsas llenas de viandas armadas para sus compañeros que están a punto de viajar. Era su manera de estar con Cristina y con ” El Otro”, al no poder participar de la caravana…

En el amanecer del día ya en Capital Federal, en la larga caminata hasta Comodoro Py atravesando el centro de la ciudad hasta llegar a Retiro, los marplatenses empiezan a fucionarse/cruzarse con tucumanos, pampeanos, santafecinos etc.… Al paso del aluvión sucesivamente se presenta un verdulero que empieza a cantar “Se siente/ se siente/ Cristina presidente”; un almacenero que nos ofrece regalarnos “sanguchitos”; un bar que le cierra las puertas a dos chicas ataviadas con banderas argentinas que quieren ir al baño; varios porteños apurados en sentido contrario, para tomar el colectivo o cruzar la calle pero que se suman al cántico de “Vamos a volver” y otros porteños gritando desde la vereda de enfrente (nunca en la misma) “aguante Macri”… Un oportuno polirrubro con súbito stock de paraguas y compra compulsiva de marplatenses, a cien pesitos cada uno.

Cuesta llegar a Comodoro Py. Demasiado lejos. Demasiado intrincado. No es lo mismo que entrar a la Plaza de Mayo o el Obelisco. Un entramado de cruces en la llegada a Retiro y todos abarratados de gente. Y bajo un diluvio. El 17 que se transforma en 13, la fuente de agua en el cielo y no en “las patas”.

Ya pegados unos con otros, ya sin señal de celulares, solo el rescate de la vieja y querida radio a transistores para escuchar a Víctor Hugo en la AM750 y enterarse que Cristina ya ha contestado con un escrito y que va a salir a hablarle a la multitud. “Tu, tu me das la fuerza que se necesita para no marcharse, tu me das amor…”, tararea a Vicentico la gente con la música que llegaba de los altoparlantes. Ellos no saben que ella, en ese momento, está cantando lo mismo y que la secretaria del juzgado le pregunta si es efectivamente Vicentico el intérprete.

La señora que tengo al lado me confiesa que el marido que la acompaña, César, está recién operado de la vesícula. Obviamente no puede cumplir con “el que no salta tiene cuenta en Panamá…”

La mujer que tengo adelante y que “roba” un rato el techo de mi paragua y otro rato el de otro marplatense, Jerónimo, me dice que es enfermera en Morón y que ya no están entregando las prótesis para los viejos. “Viste”, me va a recordar cuando justamente Cristina, un rato más tarde, hable del tema.

Después el “Avanti Morocha / que nadie está muerto”, cantado con devoción, tanto como el hit contra Bonadío, similar al que escuchaba el árbitro Ithurralde o el “si la tocan a Cristina…”.

Después el bálsamo. Sentir que está de vuelta. Que ya la multitud que está ahí no está sola y tiene un rumbo. “La Patria es el Otro, no del Otro”, “Fueron por la ruta del dinero K, encontraron la ruta del dinero M” “Que lo que llamaron la escribanía de Cristina, sea la escribanía del pueblo”.

“Tengo algunas ideas…”, lanza, provoca una exclamación masiva y enseguida la propuesta del “Frente Ciudadano”, lo nuevo que está por empezar para que no termine de volver lo viejo. Y que se arme con un par de preguntas simples, sin partidismos y sin rencores: “¿Cómo estabas antes del 10 de diciembre? ¿cómo estás ahora? ¿Querés estar mejor?”. Listo, otra vez en el centro de la escena. De líder en el gobierno a líder de la oposición, con 120 días de impasse.

En la despedida, el sol del “día peronista”. Ella vuelve a definirse como tal pero con un mensaje y una demostración de fuerzas y centralidad que deja estremecido al PJ.

La desconcentración en paz y orden, a paso de hombre, y mujeres, pegados y pegadas hombro con hombro. En el horizonte, al darse vuelta, vemos cientos y cientos de metros con cientos de miles de personas. ¿Cómo se sale de ahí? En el camino saluda Sandra Russo. Periodista profesional. Y militante. Al rato vemos a Claudio Morresi, metido entre la gente, uno de los integrantes de gabinetes de Néstor y Cristina con más tiempo en su cargo. Ni sus gambetas más talentosas pueden esquivar la multitud. Tampoco quiere. Su hermano murió por estas luchas populares. Su padre, el Padre de Plaza de Mayo, nos dejó hace unos días.

Al llegar a las vías vemos a Carlos Cheppi con los pies literalmente en el barro, acompañado por muchos vecinos marplatenses. Y saluda con afecto a otros coterráneos que aparecen. Una botella de agua pasa entre varias manos desconocidas y todos toman. Rato antes todos aceptamos o pedimos algún mate de algún desconocido pero compañer@ de marcha.

En Libertador y Maipú se percibe con más estremecimiento la cantidad de gente. La subida de Maipú es otra postal de la multitud. Esa esquina es el punto en el que la diputada nacional Fernanda Raverta llega para saludar y ver si necesitan algo los militantes y vecinos marplatenses que se concentran para el regreso. Fernanda es la referente del cristinismo para la ciudad, después que la presidenta, en diálogo con ella en teleconferencia hace un año, se preguntara “¿quien dijo que no tengo legado, que no tengo herederas?”.

De repente los integrantes de la Marme Mar del Plata, con sus banderas, se encuentran frente a un móvil del canal América. Le cantan a la cámara, en vivo, que “vamos a volver”. Tambien se escucha algún saludo para “Vila y Pamela”.

En esa esquina, enfrente, hay un café de la cadena Starbuck. Sus habitués no parecerían ser del target de los manifestantes. Es más, uno se atrevería a decir que está lleno de yuppies. Sin embargo allí, contra todos los prejuicios, dejan ir al baño, sin consumir nada, a los “camporistas” y “no camporistas”. La estación de servicio de enfrente la habían cerrado minutos antes justamente para cortar esa invasión sanitaria.

Algunos caminan más para la vuelta. El micro está en 9 de Julio y Córdoba. Por Pellegrini se acerca un mexicano, Jorge, con tonada inconfundible, al marplatense Gastón. “¿Cómo fue la marcha?, me llama un amigo francés que tengo en la Patagonia y está preocupado”. “Bellísima, única, emocionante, todo más que bien”, contesta Gastón. “¡Qué bueno!, igual menos mal que les pregunté, porque yo vivo hace cuatro años acá y se que los medios después cambian todo”. Fin del aluvión. Por ahora. A partir de este momento, los canales continúan con sus respectivos programas.