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La Ciudad 15 de junio de 2020

El alivio de volver tras una odisea: el regreso de una repatriada de Nueva Zelanda 

La joven marplatense Guadalupe Lacombe pudo volver a su ciudad. La incertidumbre, el traumático regreso y el desafío de empezar de cero. “Tengo que buscar un trabajo, porque volví en cero”, afirmó.

La joven Guadalupe Lacombe en el vuelo de regreso junto a su amiga Miranda Fernández, de Miramar

En el último vuelo de repatriados desde Nueva Zelanda, arribó la joven marplatense Guadalupe Lacombe, que había reclamado poder volver al país en una nota con LA CAPITAL publicada el pasado 25 de mayo. Luchando contra el “jet lag”, pero ya más tranquila por estar “en casa”, la ingeniera ambiental de 28 años agradeció “estar de vuelta” aunque contó que “el viaje desde Ezeiza fue un desastre, básicamente por la falta de información”.

Después de arribar a Ezeiza, en el vuelo especial dispuesto por Aerolíneas Argentinas que “costó más del doble que una tarifa normal”, recién ese día a la noche ¨nos llevaron a un hotel y nos dijeron que no había micros a Mar del Plata pero nadie sabía decirnos cuando podíamos venir para acá”.

La joven se encontraba con su amiga Miranda Fernandez –residente en Miramar- y otro grupo de marplatenses que regresaban de Nueva Zelanda, muchos de los cuales –como ella misma- habían ido a trabajar a ese país en marzo de 2019.

Después de permanecer “internados” en el hotel durante 24 horas, el lunes a “las 8 de la noche nos subieron a todos a un micro en condiciones precarias, no del todo óptimas”, con destino a Mar del Plata. Pero al llegar a la entrada a “la Feliz” por la ruta 2, a la 1 de la madrugada del martes pasado, les avisaron que el acceso a la ciudad estaba bloqueado hasta la mañana.

“Eso es falta de información, ¿cómo puede ser que no supieran que no se podía entrar a Mar del Plata? Nos quedamos en el micro, sin poder bajar ni estirar las piernas, sin agua ni comida. Yo me la banco porque soy joven, pero había gente grande que además tenia que seguir viajando hacia el sur”.

Aislada

Ya con la luz del sol, el contingente fue conducido hasta el hotel 13 de Julio, dónde les realizaron los controles de rigor y quedó para cumplir durante una semana con la cuarentena.

“Elegí quedarme acá –contó Guadalupe- porque mis padres son grupo en riesgo y no tengo una habitación en suite para mi, así que tengo que pasar una semana acá y después me hacen un hisopado. Si da negativo puedo terminar la cuarentena en mi casa”.

A pesar que solo pudo ver a su madre Clara a través de la ventana del hotel, aseguró que está “más tranquila” y recordó que “todavía queda mucha gente en Nueva Zelanda, muchos no pudieron subir al vuelo por el precio del pasaje”.

Aunque su visa de trabajo caducaba en marzo pasado, durante los casi dos meses que permaneció en Oceanía sin papeles no podía trabajar así que sobrevivió “con lo que había ganado durante todo el año”.

“Yo volví en cero –contó-, porque me fui a trabajar y a recorrer, porque cualquier trabajo te pagan bien allá, pero esos dos meses sin trabajar me subvencioné con ese dinero ahorrado. Y también pude pagar mi ticket de regreso, que fue carísimo”. En ese sentido, detalló que el pasaje le costó “92 mil pesos, unos 2200 dólares neocelandeses, cuando en Latam el mismo tramo estaba 850 dolares neocelandeses”, pero esa empresa no está volando hacia Argentina.

Si bien se mostró “agradecida” por estar de vuelta en su tierra, describió que “desde Ezeiza hasta Mar del Plata el viaje fue bastante estresante porque no teníamos información de nada y todo seguía siendo incertidumbre”.

Ya más tranquila y un poco más descansada, adelantó que una vez culminada la cuarentena sus prioridades apuntan a “ver a mi familia y amigos” y más adelante “buscar un trabajo, porque volví en cero”.

Mientras espera que pase el tiempo, responde mensajes de Whatsapp o mira series, degustando alguno de los alfajores que le llevó su madre.