El ahorro: ¿esfuerzo o ganancias fáciles?
*Por Nicolás González
Tendemos a simplificar muchos conceptos, conductas, decisiones. Copiamos patrones de comportamiento. A veces por comodidad otras, por ignorancia. O por modas. Destaco este último punto. No lo olvides.
Establezcamos un acuerdo: cada vez somos más conscientes que somos parte de una sociedad diversa, fragmentada, líquida diría Bauman. Con generaciones que tienen diversos modos de abordar temas. Somos también en ocasiones seres que desacreditan la experiencia del otro. Modernidad y tecnología están generando una brecha que impacta en el tema de hoy: El Ahorro.
Una sociedad que privilegia la satisfacción instantánea, que no quiere esperar. Ansiosa. Que han visto o les han contado de eventos negativos que han pulverizado un valor clave: confianza.
Millennials, Generación Z, adultos jóvenes, mayores y “viejenials”, todos a bordo del mismo barco. Pero diferentes. Por etapa de la vida, por horizonte, por valores instalados. Todos tienen en alguna medida, en su radar, el ahorro.
El mundo financiero está experimentando cambios muy profundos, que dan vuelta conceptos muy arraigados, a saber:
Abundancia de dinero, emitido con creces desde la crisis de las hipotecas subprime en 2008 y multiplicada en 2020 para atenuar las consecuencias de la pandemia Covid.
Tasas de interés nulas o negativas para el inversor. Sí, leíste bien. Muchos fondos de pensión en el mundo están crujiendo por esto.
Junto con lo anterior, mercados de renta variable que captan parte de esos fondos y tienen rendimientos que muchos temen sean el preludio de una burbuja por explotar.
Lo más potente, a mi entender, no ya por su tamaño real sino por su incidencia en el colectivo de inversores, el mundo cripto. Muchos han colocado dinero en Bitcoin u otras monedas, y experimentan una mezcla de euforia y sorpresa que les (nos) resulta difícil de explicar. O comprender. Algunos ya en el plano de los negacionistas de un hecho indiscutible.
Tecnología que acerca y banaliza operaciones como el trading. Como si se tratase ni más ni menos que un juego. Una apuesta incluso.
En este marco se desarrolla el ahorro. Muchas veces sin explotar las ventajas del diálogo intergeneracional. De indiscutible valor de aprender del otro. De sus experiencias y miradas.
Estamos en un escenario donde miramos los instrumentos de inversión y los precios, desconocemos los riesgos, y perdemos de vista los objetivos. Diría el ABC del ahorro.
Los mayores han seguido con suerte diversa una estrategia. Y una fuente de generación de saldos excedentes, asociados en gran medida al esfuerzo, el trabajo y privaciones. Persistencia y disciplina. Conocedores de los vaivenes de la vida. Seguro han desaprovechado oportunidades o han colocado su dinero en activos que los defraudaron, total o parcialmente. Se volvieron incluso muy conservadores. Casi monotemáticos en el destino de su dinero.
El presente nos brinda y no se cansa de mostrarnos, la posibilidad (NO la certeza) de ganancias fáciles. Y rápidas. Multiplicación de los peces y los panes a un click de distancia. ¿Fin del esfuerzo?
Muchos han colocado dinero en Bitcoin u otras monedas, y experimentan una mezcla de euforia y sorpresa que les (nos) resulta difícil de explicar.
Esto nos lleva a un punto central: la asociación de los ingresos y el ahorro. Muchos lo denominan la “cultura del trabajo” como aquello que está ausente en esta sociedad. El origen de los recursos y la esfuerzo que nos significa obtenerlos. Esta relación es clave, porque le da trazabilidad al dinero que hoy postergamos de consumir para destinarlo a objetivos más mediatos.
El mercado del trabajo que experimenta cambios y pulveriza en gran medida la mirada que teníamos de él hace 30 años, más inestable e informal, agrega un plus: sub y desocupación que es compensada con asistencia social, en muchos casos crónica que no se vincula con contraprestación alguna. Algunos pensarán: es sólo dinero destinado al aquí y ahora. Consumo vital. Me permito pensar que su impacto en la forma de concebir el ingreso es muchísimo más potente. Estamos en presencia de una desvinculación del ingreso y trabajo.
No ya sólo en el plano de una relación laboral clásica, sino en la preocupación o el deseo de obtenerlo por la vía, por ejemplo, de una carrera profesional o un emprendimiento.
La asistencia social no puede desprenderse de la Educación Financiera jamás. Tanto para entender su naturaleza sino también para conocer su origen. Quienes y cómo aportan esos fondos. Ciudadanía en estado puro.
Ahorro, esfuerzo o ganancias fáciles. Y mucha tela para cortar.
Educación Financiera es mucho más que números.
*Contador Público
Docente Universitario especialista en Finanzas
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