“En definitiva, hay que tener en claro que 2016 será un año con alta inflación, lo cual es fácil de mostrar con un ejemplo numérico. De acuerdo con nuestro análisis y asumiendo un escenario en el cual la inflación baja al 2%; 1.5% y 1.0% mensual en el segundo, tercero y cuarto trimestre, la inflación promedio anual sería del 34.3% cerrando con una variación interanual del 29.0% a fines de diciembre 2016”.
El pronóstico de la consultora echa por tierra las proyecciones oficiales de una inflación de no más del 25 por ciento para todo el año. Y no por unas décimas sino por más de nueve puntos porcentuales. No sería un dato sorprendente si se tratara de una estimación de alguien que no comulga con los postulados del macrismo, pero pertenece a Economía & Regiones, fundada por el actual ministro del Interior, Rogelio Frigerio, y dirigida hasta hace pocos meses por su secretario de Provincias, Alejandro Caldarelli.
De hecho, el discurso oficialista sobre la inflación fue mutando paulatinamente y ya casi nadie se refiere a la pauta del 20 al 25 por ciento para todo el año. Se insiste con otra de las consignas del inicio, aquella que divide al 2016 en dos mitades. Un primer semestre con un repunte de los precios por el sinceramiento de algunas variables reprimidas por el gobierno anterior (léase antes de nada subsidios) y una segunda mitad en la que se evidenciará una desaceleración de la inflación, en gran medida porque el “trabajo sucio” ya fue realizado.
El cumplimiento de esta segunda variante -con la que coincide la mayoría de los analistas- dependerá, en última instancia, de la capacidad de todas las áreas de gobierno para hacer frente a una serie de factores que coexisten y apuntan tanto para acelerar la inflación como para frenarla. El resultado dependerá de cómo se resuelva esa tensión.
La referencia a “todas las áreas” es inevitable en un gobierno estructurado en la mayor cantidad de ministerios en la historia argentina. Y en lo que a inflación se refiere, la responsabilidad no se limita a Federico Sturzenegger en el Banco Central y Alfonso Prat Gay en Hacienda. Juan José Aranguren con las tarifas de luz y gas y el precio de los combustibles, Guillermo Dietrich con las del transporte de pasajeros, Francisco Cabrera con los comercios, Jorge Triaca con las paritarias del sector público y Rogelio Frigerio con las negociaciones por el reintegro de la coparticipación a las provincias, deberán coordinar tareas para evitar un desmadre de la situación.
En el cruce de presiones, hay motivos tanto para aliviarse como para preocuparse. El caso de los subsidios es el más evidente: cuando se cuente con la información de febrero, seguramente se comprobará una baja sustancial en la medición interanual, a raíz de los recortes aplicados en el sector de la energía eléctrica. El dato no será menor, ya que será la primera baja desde que se implantaron hace poco más de una década. Si no hay una nueva suba de tarifas, los efectos inflacionarios de febrero no se reeditarán en los meses posteriores.
Pero los subsidios a la electricidad no son los únicos. Gas, colectivos, trenes y agua esperan su turno. Y en cada caso, la duda pasa por algo más que shock o gradualismo: en junio del año que viene comenzarán las campañas por la elección de medio término. En el gabinete de Macri serán modernos pero no tontos y evalúan cómo distribuir tantos aumentos tarifarios lo más lejos de esa época. Queda por dilucidarse si antes o después.
Si alguien quiere encontrar cuál es la principal variable que marque una diferencia tajante entre el gobierno actual y el anterior, quizás deba buscarlo en el control de la emisión monetaria. De un aumento interanual superior al 40 por ciento, se apunta a bajarlo por lo menos 15 puntos porcentuales. Del récord de 640.006 millones de pesos del 22 de diciembre de 2015 al presente, la base monetaria bajó algo más de 50 mil millones de pesos.
Para el segundo semestre, Sturzenegger se librará de la pesadísima mochila de tener que hacer frente a los pagos de los contratos de dólar futuro que heredó de su predecesor Alejandro Vanoli. El juez Claudio Bonadío expuso con crudeza el impacto de esa maniobra: “del total de la emisión monetaria del BCRA desde el 16 de diciembre de 2015 al 24 de febrero de 2016 el 87 por ciento se destinó al pago de los quebrantos de las operaciones de dólar futuro concertadas por el BCRA y si se toma el período 31 de diciembre de 2015/ 24 de febrero de 2016, el 100 por ciento de la expansión de la base monetaria bruta fue destinada a los mismos fines”.
A partir de julio, el Central se habrá sacado ese problema de encima, así como el de tener que redoblar la emisión para el pago de subsidios. Pero tendrá otros. Difícilmente los gremios estatales acepten aumentos salariales de menos del 30 por ciento, lo que implicará una suba significativa en gastos del personal de la administración central y de los organismos descentralizados. Eso sólo se puede hacer frente con un aumento en los ingresos públicos, derivados de una mejor recaudación, más endeudamiento o emisión lisa y llana.
Pero el BCRA tiene que lidiar con otro aspecto espinoso. La estrategia de mantener al dólar a raya con una tasa de interés de las Lebacs del 38 por ciento anual, implica que cada 35 días la autoridad monetaria tenga que devolver cada mes 102,75 pesos por cada 100 que licitó. En la licitación del último martes se adjudicaron 54.886 millones de pesos, en tramos que llegan hasta 252 días. El interés que deberá pagar el Central ronda los 20.000 millones de pesos, a los que se harà frente con una nueva licitación y asì sucesivamente…
Una baja en la tasa conlleva el riesgo de una disparada del dólar. Y no es un pronóstico: ya pasó entre la segunda quincena de enero y la primera de febrero.
La negociación con las provincias por el reintegro paulatino de los fondos coparticipables retenidos para financiar a la ANSES merece un capítulo aparte. Solamente en este año -y siempre que se acuerde que la devolución en 2016 sea de nada más que 3 de los 15 puntos en disputa- representará una sangría de 25.800 millones de pesos para un organismo que en setiembre tendrá que dar su segundo aumento anual de haberes jubilatorios.
Los millones en danza son muchos como para esperar un abrupto descenso de la inflación para los próximos meses que permita alcanzar en diciembre una tasa anual del 25 por ciento. El primer trimestre amenaza con cerrar en torno del 13 por ciento y deja un margen demasiado estrecho para que se pueda cumplir la pauta. Una pauta que queda cada vez más lejos.
DyN.