Eduardo Crespo: “Me conmueve todo lo que sucede alrededor de la película”
"Nosotros nunca moriremos", de Eduardo Crespo que sucede en el pueblo entrerriano en el que filma todas sus ficciones, ingresó en la Competencia Internacional de Mar del Plata.
Después de su premiere mundial en la Selección Oficial del Festival de San Sebastián, el largometraje “Nosotros nunca moriremos”, de Eduardo Crespo, llega a la competencia del Festival de Mar del Plata, dos grandes citas cinematográficas a las que este filme de ambiente pueblerino accede porque, para su director, “tiene una forma de narrar que se escapa de los cánones, hace que el tiempo transcurra de otra manera y por eso sorprende”.
“Me parece que en estos tiempos tan raros que estamos atravesando, la gente volvió a conectarse con algo más primitivo, y la película en eso es un poco premonitoria”, arriesga el entrerriano Crespo durante una entrevista con Télam.
La película muestra el viaje del adolescente Rodrigo (Rodrigo Santana) junto a su madre (Romina Escobar) al pueblo donde acaba de morir su hermano mayor (Brian Alba) y de qué modo tramitan ese duelo junto a otros allegados al joven difunto (como la bombera Jésica Frickel, el compañero de trabajo Giovanni Pelizzari y el lugareño Sebastián Santana).
El cineasta de apellido homónimo al pueblo donde nació el 27 de octubre de 1983 y en el que también situó “Tan cerca como pueda” (2012) y el documental “Crespo (La continuidad de la memoria)” (2016), considera que a su más reciente filme “lo veo como una suerte de decantación de mis películas anteriores y una celebración del paso del tiempo”.
Para Crespo, ese proceso autoral tiene que ver “sobre todo en la búsqueda formal, que no tiene nada que ver con las formas clásicas. Una forma que se revela a partir del dolor. Teníamos una idea muy concreta durante el rodaje y era que debíamos filmar esos rostros y esos paisajes como si tuviéramos la oportunidad de filmarlos por última vez”.
Pero enseguida revela que “Nosotros nunca moriremos” “fue pensada como una despedida de Crespo y de todo lo que eso conlleva, cierto lugar de confort, donde uno se siente cómodo y protegido de cierta manera. Me gustaba la idea de filmar por última vez y así lo creía en ese momento, y luego salir un poco al mundo a ver qué me depara. Pero con lo que disfrutamos el rodaje y con toda la gente que nos ayudó, que fue muchísima, esa idea se fue diluyendo cada vez más”.
-¿Puede pensarse que de algún modo con “Nosotros nunca moriremos” hacés ingresar esa atmósfera pueblerina a otra dimensión?
-Me conmueve todo lo que sucede alrededor de la película. Me pone contento que a partir de todo esto, un chico como Rodrigo esté pensando seriamente en dedicar su vida a la actuación. Ver a su abuela emocionada porque su nieto es actor de cine, ver que Giovanni tiene una carrera como actor a partir de lo que uno ha hecho o ser testigo de la revelación de una actriz tan genial como Romina. Todo eso me hace pensar que uno no está tan errado y me impulsa a seguir filmando.
-¿Qué logros reconocés en tu relato cinematográfico para haberle dado otra espesura artística y común a ese relato tan puntual y concentrado?
-Hay algo que rescato de la búsqueda que trabajamos en mi película anterior (“Crespo…”) con Lorena Moriconi, la montajista de ambas películas, y es la forma en que se percibe el tiempo en un momento de dolor extremo. Algo del desorden temporal que en el documental es más claro, pero que quería traspasar a la ficción. Y eso fue algo que trabajamos y pulimos mucho desde el guión con Lionel Braverman y Santiago Loza. Me interesaba que la película avance sola, confiar en la fuerza de las imágenes, la historia dentro de los rostros de cada actor o actriz, no tener que explicar demasiado. Creo que tiene que ver con haber crecido en un pueblo donde el silencio predominaba.
-¿Observando tu obra puede decirse que adscribís a la idea de “pinta tu aldea y pintarás el mundo”?
-Eso me mete un poco de presión, porque no sé si todxs estarán de acuerdo con mi forma de ver esa aldea, por suerte existen otras miradas. Creo que uno, trata de ser lo más honesto posible con lo que filma, con los personajes que uno narra, lo mismo con los espacios. Y eso trasciende de una manera que no se puede explicar demasiado, tiene que ver con la experiencia cinematográfica. Me resulta fantástico que algo tan pequeño empiece a rebotar en el mundo.
-¿Cómo y cuándo elegiste a Romina Escobar para un protagónico que llama tanto la atención?
-Fue una corazonada y suelo respetar bastante esas primeras intuiciones, aunque no todas lleven a buen puerto. Con Romina nos conocimos filmando “Breve historia del Planeta Verde” de Santiago Loza, donde yo era director de fotografía y me pareció que además de ser una gran actriz, tenía un carisma tan grande y una energía tan contagiosa, que me daban ganas de tenerla como aliada en la película, pero no tenía muy claro el cómo. Luego apareció Rodrigo Santana, mientras filmaba un documental en una escuela rural y se me vino a la cabeza esta dupla viajera. Una madre y su hijo pequeño, y luego fue apareciendo todo lo demás. Que llame la atención el papel que hace Romina en la película, habla más de nosotrxs como sociedad, de lo lejos que estamos de algunas cosas en materia de inclusión y de lo cerca que estamos de poder cambiar algunas otras, por pequeñas que sean. Yo recién caí en la cuenta de la importancia real de todo esto, cuando escuché lo movilizante que fue para Romina que la llamen por primera vez para hacer un personaje de una mujer cis género, que es algo que ella anhelaba desde que empezó a actuar. El cine sigue siendo muy conservador en sus formas, creo que tenemos la responsabilidad como cineastas de sacudir esas estructuras y eso, en parte se lo debo a la lucha que venimos dando hace años con el Colectivo de Cineastas.
-¿Cuál es el balance de la experiencia vivida en septiembre pasado en el Festival de San Sebastián?
-El estreno en San Sebastián fue realmente muy positivo, tuvimos además la suerte de poder viajar a la presentación de la película con parte del equipo y eso fue como un sueño raro en medio de la cuarentena. Y allá fue todo increíble, desde presentar la película en una sala gigante, con más de mil butacas, algo impensado en el contexto en que estábamos, hasta que nos paren en la calle para felicitarnos o para sacarse fotos con Romina. Todo esto en medio de una pandemia mundial, todos enmascarados, fue como un viaje de ciencia ficción. Y que la película haya sido parte de la Selección Oficial nos puso a la par de grandes películas de directores y directoras que han pasado por ahí y que uno admira. Además nos da una proyección internacional que de otra manera este tipo de cine no tiene, y eso se lo debo, sobre todo, a los programadores que supieron verlo.