“Cuídate de ti mismo…” (Una de las máximas del Oráculo de Delfos).
Cuenta la fábula del Poeta hispánico Higinio que el hombre mientras viviera era de la Cura. ¿Que es la cura?: Es el cuidado. La misión del hombre es cuidar la vida. Tenemos que aprender a cuidar la vida, esa parece ser nuestra misión como hombres. Esto luego lo tomó Heidegger. El hombre como tal es un ser deficiente que necesita ser cuidado precisamente por él mismo y cuidarse también de sí mismo. La educación promueve en cada uno de nosotros ayudar a cuidar la vida ya que ésta no nos pertenece plenamente. Solo somos transmisores y cuidadores de la vida.
Frente a esto hoy se habla de drogas ligeramente y sin cuidado de los daños que éstas generan. La legalización buscada por ciertos grupos ideológicos ignora realidades hoy fundamentales como por ejemplo el cerebro y su dinamismo así como el ordenamiento social y familiar que son las claves de un orden social en cualquier sistema político. El otro día hablamos de Islandia y de su política señera en el campo de las adicciones y como pasaron de una epidemia a un nuevo prisma de valores sociales.
Tenemos hoy en nuestros consultorios “jóvenes-viejos” con un grado importante de envejecimiento cerebral precoz. Esta es una de las poblaciones de consulta son los adolescentes, muchos de ellos todavía niños que forman parte de lo que llamo el continente de los “nadies” que vagan por la ciudad sin escuela ni en muchos casos tutela parental. Otra población que demanda ayuda son adultos jóvenes o maduros que superan los 50 años con más de 20 años de consumo. Vienen vencidos, con fracasos afectivos, empresariales, familiares, dolidos del alma y con un cuerpo desvencijado en donde los “stents” o las operaciones cardíacas junto a la diabetes y la hipertensión hablan de una caída depresiva corporal. Y por fin grupos enteros de familiares “tomados” por el consumo con hijos que ven a padres consumiendo y en donde el modelo familiar es anestesiar afectos y limitar la palabra por el efecto de las sustancias.
El cerebro quedó afectado por las drogas en todos ellos pero al mismo tiempo ese otro “cerebro” que es el organizador social de la vida como son los grupos familiares, los amigos, el trabajo y la vida socio-cultural que es la trama de esperanza cotidiana. Todo cae, varían los grupos de contacto ya que el “transa” supera al amigo, la búsqueda de sustancias al proyecto vital, la charla familiar queda caída por el autismo del consumo. Así vamos deteriorándonos.
Drogas y daño cerebral
En primer lugar, el llamado sistema de recompensa cerebral que es donde está la sede de los dinamismos sexuales, de los impulsos, la comida, el control y la sensación de placer. La alteración de este sistema biológico que tiene una red química muy compleja libera conductas de exceso a la comida (por esto muchos adictos se transforman luego en bulímicos-anoréxicos), al sexo (adictos al sexo) y aumenta la memoria del consumo de drogas permanentemente. Dada esta última situación los pacientes recuerdan en forma pertinaz el uso de drogas y el llamado “craving” (anhelo irresistible de sustancias) los puede llevar a una recaída.
Nuestro cerebro se maneja con dos energías: la termodinámica (química y eléctrica) y comunicacional (relatos, vivencias, emocional, afectiva. etc.). Con relación a esto último un chico querido especialmente de los 0 a los 3 años desarrolla su sistema neuroquímico de adaptación al stress y a los desafíos de la vida muy superior al de un chico rechazado y abandonado. Uno será más apto para los requerimientos incesantes de la vida y el otro más hiperactivo, alerta, desconfiado y con respuestas inapropiadas. O sea nuestro cerebro responde al lenguaje, por ejemplo al amor; el amor y/o el odio lo constituyen. También las drogas lo destituyen de su función.
Tenemos tres cerebros en uno; el primero es el que nos asemeja a los reptiles, es de respuestas mecánicas, no aprende de la experiencia; el segundo cerebro nos acerca a los mamíferos y ya puede aprender de la experiencia y el tercer cerebro tiene una gran asociatividad, una enorme capacidad imaginativa y es el representante de lo propiamente humano: la palabra, la cultura, la postergación, la planificación, el proyecto. Llegar a tener un cerebro humano, superar al mono es un acto también de amor y de cuidado.
El no drogarnos es uno de los cuidados. Las drogas dañan precisamente el lóbulo frontal que es el comando central del tercer cerebro que es el regulador de la experiencia y en lo moral es la sede-asiento del altruismo, la compasión ante la víctima. De ahí que por ejemplo muchas drogas especialmente las estimulantes como la cocaína generan una frialdad moral y un sadismo con la víctima debido a la suspensión del funcionamiento parcial del lóbulo frontal y su enlace con el circuito límbico, que sería la ruptura entre lo más evolucionado de la racionalidad humana (el cerebro frontal) con los circuitos ligados al afecto (circuito límbico). Queda entonces una persona que un gran psiquiatra llamado K. Schneider denominó personalidades “desalmadas”.
Todo esto implica una activación a través del uso de drogas del desencadenamiento de cascadas bioquímicas con la producción de enzimas específicas que producen la muerte neuronal (llamada técnicamente apoptosis neuronal) Las zonas elegidas preferentemente son las del lóbulo frontal quedando entonces la persona más expuesta a las llamadas cuatro A: Apatía – Amimia (inexpresión), – anhedonia (no siente placer si no es con drogas) – adinamia (no tiene energía si no es a través de una sustancia química). A esto debemos sumar los desórdenes impulsivos y la incapacidad de pensamiento y reflexión.
Caída la palabra, el pensamiento por un efecto químico y humano (ya que el adicto a drogas se liga a grupos homogéneos a él y parecidos a su estructura mental) queda expuesto a la imagen, por algo Freud decía que la representación de la palabra era posterior a la representación de la cosa (la imagen). Entonces a lo máximo que llega esta nueva personalidad postmoderna es a diseñar una individualidad narcisista buscando ser la imagen prestigiada del otro.
El personaje es su carta de presentación mientras la persona herida y frustrada queda atrás. Se nos presenta, entonces, con la representación de un personaje ; ya sea como el “Rey de la Noche” en donde en los múltiples sitios nocturnos cree ser el Amo y Señor , o la Mujer Fatal embebida en el espejo de una sexualidad presuntuosa e invencible o en la idea de ser un personaje temido por sus conductas delictivas o violentas. Los personajes van variando pero el vacío interior y existencial es enorme. Ante la más mínima señal de angustia surge el anestésico para suturar todo eso.
¿Dónde quedó el ser humano pensante? Sólo está apto para el “espectáculo” en su dimensión de actor en donde el verdadero personaje (sus conflictos, sus historias) está cada vez mas alejado de él mismo. Su si-mismo mas profundo está alejado de ese ser que es pura imagen pero vacía. Por eso hoy, creo, las drogas son el instrumento de la alienación y la explotación contemporánea. Un control social tiránico pero prestigiado.
Cuidemos desde nuestra sociedad el cerebro
Mientras desde la sociedad se “mira para el otro lado” ante el consumo de drogas hoy sabemos que desde la escuela y en todos los entornos educativos debemos promover el cuidado de la vida que es también el cuidado del cerebro: a. no drogarnos; b. actividad física; c. plan de vida; d. entrenamiento cognitivo permanente; e. alimentación; f. vida socio-familiar y fundamentalmente la promoción de valores centrados en el amor y el servicio siendo estos son solo algunos de los elementos que permiten la rejuvenecimiento cerebral y la salud en general.
(*) Director General de GRADIVA. Rehabilitación en adicciones.