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Policiales 25 de febrero de 2023

Dos nobles amigos de la escuela que se convirtieron en los Maníacos Ucranianos

Tal vez sean los más sanguinarios y perturbadores asesinos seriales de la modernidad. Además de acumular 21 crímenes la forma en que los cometieron colocan a los Maníacos de Dnipropetrovsk en esa consideración.

 

Versión leída del artículo

Por Fernando del Rio

El video aún se puede encontrar en algunas páginas gore de internet y dura poco más de 7 minutos bajo el nombre de “3 guys, 1 hammer” o “3 hombres, 1 martillo”. En él se ve a dos jóvenes planificando un asesinato. Están en una ruta de escaso tránsito junto a un taxi verde. Uno de ellos sostiene un martillo en una bolsa y celebra al imaginar cómo será el crimen. “Podemos filmar y matar a la vez”, dice. Su víctima se hace esperar, pero finalmente llega. Es un hombre en bicicleta, al que derriban de un martillazo. Luego se lo llevan a un lado de la ruta y, sin dejar de registrarlo todo en video, lo golpean, lo torturan y lo matan. Esa secuencia es para muchos el video más perturbador de la historia de internet y define a los Maníacos de Dnipropetrovsk.

Igor Suprunyuk era tímido, pero le gustaba pelearse con los demás compañeros de escuela excepto sus dos amigos, Alexander Hanzha y Viktor Saenko. Todos tenían 15 años en 2003 y sus familias los habían provisto de una buena educación en la ciudad ucraniana de Dnipropetrovsk (o Dnipro), en el centro del país. Les prestaban atención. Los tres amigos tenían algo en común: el miedo a las alturas. A uno de ellos se les ocurrió anular ese miedo, enfrentándolo. Subieron al balcón de un piso 14 y se sentaron en la barandilla. Lo hicieron varias veces y el método resultó. Ya no temían a las alturas.

Viktor Saenko e Igor Suprunyuk, en la época de la matanza de animales.

Viktor Saenko e Igor Suprunyuk, en la época de la matanza de animales.

Alexander quiso saber si su fobia a la sangre y a que su gato sufriera se podía quitar de la misma manera, es decir exponiéndose de forma directa a esos temores. Todos estuvieron de acuerdo en que sí, que no podía fallar. Y salieron de cacería. Torturaron, mataron, despellejaron, mutilaron y vejaron a gran cantidad de perros y gatos, muchos de ellos en una casona abandonada. Con la sangre de los infortunados animales pintaron cruces esvásticas en las paredes y para tener un registro de todo aquello, tomaron fotografías. Igor había alentado a sus amigos a admirar a Adolf Hitler como lo hacía él no solo porque su abuelo como muchos ucranianos había luchado para el nazismo en la Segunda Guerra Mundial, sino porque cumplía años el mismo día que el dictador austríaco, el 20 de abril. Viktor fue el que más se interesó en eso de poder ser un superhombre, una raza dominante.

Alexander se sintió satisfecho con la eliminación de su fobia a la sangre. En cambio, a Igor y Viktor, a quienes la sangre no les suponía un rechazo, esa exposición a la muerte les produjo un efecto diferente. Se les fue el miedo a matar y se les generó una adicción o un deseo de más. Quitarle la vida a un animal no podía ser el límite para quienes se pretendían superiores.

Algo más crecidos, ya en 2007, Igor había empezado a trabajar de taxista, a bordo del Daewoo color verde regalado por su padre para un cumpleaños. En ese vehículo empezaron los tres a cometer algunos robos menores, en particular a pasajeros vulnerables, como mujeres, hombres débiles o adolescentes. Pero no fue hasta el verano de 2007 en que aquella sed de sangre impulsó a Igor y a Viktor a ingresar en un camino demencial. Alexander prefirió no participar en todo aquello que decían ser capaces de hacer sus dos amigos.

Y que fueron capaces.

La matanza

A las 2 de la madrugada del 25 de junio, Igor y Viktor salieron a rondar los barrios de Dnipropetrovsk en busca de su primera víctima humana. Estaban armados con un martillo de largo mango amarillo y cabeza dual, con un extremo en bola y otro plano. También llevaban sus teléfonos celulares provistos de cámaras para retratar su accionar. Caminaron hacia unos condominios no muy alejados del centro de la ciudad y allí interceptaron a Ekatherina Ilchenko, una mujer de 32 años, docente y querida por sus amigos. Tras golpearla en reiteradas ocasiones en la cabeza y constatar su muerte, la abandonaron. El cuerpo fue encontrado a menos de 100 metros del departamento que compartía con su madre. Su rostro estaba desfigurado a golpes.

Excitados por su primer asesinato Viktor e Igor apuraron el paso para alejarse de la escena del crimen y a solo diez cuadras de allí, al otro lado de la calle del despacho del fiscal de la ciudad observaron que en un banco dormitaba un vagabundo. Cruzaron sus miradas y fue suficiente para decidir que aquel pobre habría de ser el segundo de la lista. Se acercaron con sigilo hasta Roman Tatarevich y le destrozaron la cabeza a golpes de martillazos. Antes de escapar, tomaron las fotografías al igual que habían hecho con Ilchenko.

Recién el 1° de julio se animaron a continuar la serie homicida y para ello se dirigieron hasta Nomovoskovsk, unos 50 kilómetros al norte de Dnipropetrovsk. Los cuerpos de Yevgenia Grischenko y Nikolai Serchuk fueron descubiertos en puntos distantes del poblado, pero para la policía de la región no se evidenciaba un encadenamiento criminal con los otros dos casos.

mejorucrania

Igor con el martillo en la mano y Viktor, como siempre, grabando el video.

Igor y Viktor se sorprendieron por la facilidad con la que podían cometer los asesinatos y la impunidad para que nadie sospechara de ellos. Eso los vigorizó. Además, comprobaron que el sufrimiento humano les era tan indiferente como el de aquellos gatos, perros y conejos. Se creían superhombres, capaces de arrancar vidas ajenas solo con un martillo y de continuar con las propias como si nada los cambiara. Tan sencillo lo tenían que el 6 de julio experimentaron su noche más sanguinaria y masacraron a Egor Nechvoloda, un recluta del ejército ucraniano, luego siguieron con Yelena Shram, una guardia nocturna de 28 años y ya de madrugada mataron a Valatina Hanzha, madre de tres hijos, con un esposo lisiado y que, pesar del mismo apellido que Alexander, no tenía ningún parentesco.

Sin descanso, en una clara manifestación de la adicción a asesinar que habían incorporado, al día siguiente perpetraron un hecho que espabilaría, por fin, a la policía. El sábado 7 de julio Andrei Sidyuk, de 13 años, y Vadim Lyakhov, de 14, salieron de su casa de Podgorodnoe, a unos 15 kilómetros de Dnipropetrovsk. Iban en bicicletas para pescar en el Río Samara pero nunca llegaron. De un taxi color verde descendieron dos jóvenes y los atacaron a fierrazos. Vadim logró escapar pese a los golpes, pero Andrei agonizó por algunas horas hasta morir.

Ubicación del accionar de los Maníacos de Dnipro.

 

En la comisaría donde corrió a avisar, no creyeron el relato de Vadim y se lo acusó del horrendo crimen, ya que tenía sus ropas manchadas con sangre. Vadim explicó que había intentado cubrir el rostro destrozado de su amigo y los policías se rieron. Luego lo golpearon. El adolescente pescador insistió e hizo dudar a los agentes más sensibles. Alguien le pidió un dictado de rostro de los agresores, dibujos que fueron construyendo la fisonomía de dos asesinos.

La policía trabajaba ahora sobre un posible patrón serial y seguía ocultando a la opinión pública los homicidios similares ocurridos desde el 25 de junio en Dnipropetrovsk o sus alrededores. ¿Qué era todo aquello? ¿Podían haber sido cometidos por los mismos que habían atacado a Vadim y a su amigo?

El primer identikit que construyó la policía cuando todo era desconcierto.

El primer identikit que construyó la policía cuando no habían demasiados más datos.

El desconcierto, el horror

Una semana más tarde la joven Natalma Mamarchuk fue interceptada en un área forestal mientras circulaba en su scooter. Dos jóvenes que se ocultaban entre los árboles se le abalanzaron sobre ella y la mataron a golpes de martillo, para huir en la pequeña motocicleta. La escena fue vista por unos caminantes y dos menores, quienes al describir a los asesinos a la policía coincidieron con aquel dictado de rostro del adolescente pescador.

Entonces la policía ya no tuvo más dudas o excusas. Designaron a un investigador y pusieron al servicio de la pesquisa a 2.000 agentes. Apenas estaban llegando a Dnipro todos ellos que un nuevo cuerpo apareció. Era el de Sergei Yatzenko, un hombre que había padecido cáncer y que salía en su bicicleta a trabajar, y de quien no se sabía nada desde el 12 de julio. Su cuerpo fue hallado a la vera de una ruta, destrozado, mutilado, recién el 16 de julio. Cuando todo el horror se descubriera más tarde, se confirmaría que Yatzenko era el involuntario protagonista del video “3 guys, 1 hammer”.

Ni toda la policía de Ucrania puesta al servicio de la investigación pudo detener a los maníacos Igor y Viktor. Al menos otros 11 asesinatos se reportaron en el área del Óblast de Dnipro en los días siguientes y corría entre la población un temor a salir, incluso, a dejar la basura en la vereda. Entre las nuevas víctimas había algunos menores, una mujer embarazada de ocho meses y también ancianos. El patrón de los homicidas seriales era el azar y la mecánica de muerte con un martillo.

Fotograma del video "3 guys, 1 hammer".

Fotograma del video “3 guys, 1 hammer”.

El dato con el que contaba la policía era que los asesinos se apoderaban de teléfonos y que, presumiblemente, los vendían luego. Por eso alertaron a las casas de empeño para que sus empleados estuvieran atentos y entregaron identikits. Vale decir que en Rusia y las repúblicas independizadas como Ucrania hay fisonomías muy repetidas de hombres jóvenes, de modo que los dibujos eran apenas orientativos y no servían demasiado.

Finalmente, el 23 de julio de ese 2007, menos de un mes después del primer asesinato, el teléfono de una de las víctimas se activó y la policía logró rastrearlo. Minutos antes Igor y Viktor habían llevado el dispositivo a una casa de empeño y el dueño, para comprobar que funcionaba, se los hizo encender. Fue esa la señal de geolocalización que necesitaron los investigadores para ir en busca de los sospechosos. En las inmediaciones del lugar fueron detenidos Igor y Viktor, quienes no negaron los hechos e incluso brindaron algunos detalles.

—¿Por qué hicieron esto?— preguntó un policía a Viktor Sayenko que aún tenía las esposas puestas.

—Por dinero. Bueno, a Igor le gustaba matar…

Horas más tarde cayó en su propia casa Alexander, quien tenía gran cantidad de teléfonos celulares.

Al requisarse las casas de Viktor y de Igor la policía habría de saber, recién entonces, que la mayoría de los asesinatos tenían su correspondiente video y álbum de fotos.

Fue el turno de preguntarle a Igor.

—¿Para qué grababan los videos?

—Como recuerdos…—dijo sin inmutarse.

El juicio final

El juicio iba a celebrarse entre enero y febrero de 2009, con toda una sociedad ucraniana que, aunque aliviada, aborrecía a los Maníacos -así se los llamó- y que pretendía la máxima pena. El estupor parecía que no podía ser mayor al que había generado conocer los asesinatos. Sin embargo, el 4 de diciembre de 2008 el video del asesinato de Yatzenko se filtró y fue publicado por la página Bestgore.com. La indignación trepó a niveles nunca vistos y la historia criminal de Dnipropetrovsk alcanzó una escala global.

Igor, Alexander y Viktor, en una jaula durante el juicio.

Igor, Alexander y Viktor, en una jaula durante el juicio.

Al iniciarse el juicio, los tres amigos, Igor, Viktor y Alexander, aparecieron dentro de una jaula. Así siguieron el proceso en el que, en pantalla gigante dentro de la sala de audiencia, se reprodujeron varios de los videos. También declararon algunos sobrevivientes, como Lidia Mikrenischeva, una mujer que fue atacada por detrás cuando paseaba sus tres perros. Lidia esa noche cayó desvanecida tras el primer golpe y los maníacos la golpearon con sus botas destrozándole la mandíbula. Sobrevivió porque los perros empezaron a ladrar. Igor y Viktor tuvieron que huir, pero antes mataron a dos de los animales con su pistola de balas de goma. Toda la secuencia la grabaron con un celular y durante el juicio la exhibieron algo editada porque Lidia estaba allí presente.

Posteriormente se sabría que los dos maníacos asistieron a los velorios de algunas de sus víctimas.

La sentencia se conoció el 11 de febrero con la condena a perpetuidad de Igor, por ser autor de los 21 asesinatos, y de Viktor por participar en 18. También se les agregó el cargo de robo y de crueldad animal. A Alexander le aplicaron una pena de 9 años por un asalto a mano armada cometido meses antes de iniciarse la serie asesina.

Nunca pudo saberse el motivo de los asesinatos y se discutió si preparaban los videos para venderlos en el mercado negro del “snuff”, una actividad en la que muchos usuarios pagan por ver filmes perturbadores en el que se torturan y asesinan a personas. Para los investigadores, Igor y Viktor lo hacían por entretenimiento.

Ambos siguen detenidos y no tendrán posibilidad de recuperar su libertad. Alexander regresó a la sociedad en 2019, está casado y es padre de dos hijos.

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