Detrás de la máscara: escribir libros por encargo, el potente oficio del escritor fantasma
Quienes se dedican a la actividad aceptan borrarse para lograr que su cliente brille, para poner en palabras su biografía, sus sueños y sus proyectos, en un mercado que crece y se globaliza.
Por Milena Heinrich
Desde autobiografías, textos de divulgación a las más puras ficciones, el oficio del escritor fantasma o ghostwriter, aquellos que escriben libros en el anonimato por encargo, es un nicho tan antiguo como la industria del libro, actualmente en expansión en el mercado argentino por su posibilidad de internacionalización: ¿Cómo es ser un escritor o una escritora fantasma? ¿Qué pactos asume con quienes los convocan?
Siempre en el anonimato, versátiles, hábiles intérpretes de lo que otros quieren decir, investigadores de historias y detalles, pero también de movimientos, de los lenguajes no verbales del cuerpo, los escritores fantasmas escriben por contrato lo que se les pida: derecho, medicina, finanzas, tratados, divulgación, política, memorias, manifiestos, autobiografías, novelas. Como dice a Télam Fernando Iannace: “El cliente pone la música y nosotros la letra“. ¿Cómo lo hacen? Desovillan la idea original que un cliente les lleva, investigan, entrevistan y estudian al autor o autora que los convoca. Luego, avanzan codo a codo, como si fueran pegados a la espalda de un otro.
Actualmente hay bestseller internacionales que fueron escritos por ghostwriters, aunque nadie lo sepa. Incluso con los años han aparecido personas con pruebas de haber sido autoras detrás del gran colombiano Gabriel García Márquez o de Evita, en el icónico libro “La razón de mi vida”. Pero el ghostwriting no se limita sólo a la literatura porque servicios de esta profesión son convocados para todo tipo de trabajo que tenga que ver con la palabra: desde discursos presidenciales hasta letras de canciones, una tendencia en alza en el campo musical.
Tatiana Goransky.
“La escritora fantasma debe borrarse de la página. Ser invisible, impecable”, define con contundencia en un decálogo que comparte con esta agencia sobre el oficio que desarrolla hace más de 15 años, en simultáneo a su carrera de escritora, dramaturga y cantante de jazz. Allí también asegura que “suele ser la persona menos probable. Es capaz de manejar un abanico de registros, se asemeja a un camaleón, pocas veces se parece a su contratante o protagonista”.
“Un arquitecto literario”
A Fernando Iannace -también director de Ghostwriter Argentina, una iniciativa dedicada precisamente a escribir textos por encargo- le gusta pensar a la profesión como la de “un arquitecto literario”, algo así como el constructor especializado detrás de un proyecto que otro imaginó y que además habitará. Los ghostwriter, que suelen ser licenciados en Letras, periodistas o productores, escriben los libros que otros quieren escribir pero lo hacen sin que nadie lo sepa, sus nombres no figuran y no perciben derecho de autor una vez publicado el manuscrito.
“Siempre hubo y habrá escritores y escritoras fantasmas. En el mundo editorial no es nada nuevo”, apunta, por su parte, Rodolfo Compte, conocido como “Casper” (en inglés fantasma), un autor con mucha trayectoria en este universo. “Soy discapacitado y vivo aceptablemente bien gracias a la escritura fantasma. Como ya estoy por retirarme, quiero pasar la posta a colegas periodistas, creativos y escritores con discapacidad, para que ellos también puedan vivir de la escritura. El mercado de clientes es enorme. Literalmente infinito. ¿Existe alguien que no quiera poder plasmar sus vivencias, su historia personal o familiar y sus sueños en un libro. Sea de ficción o no ficción? Colegas de los Estados Unidos hicieron una encuesta donde los resultados son muy alentadores: el 80% de los encuestados si pudiera contrataría a un o una ghostwriter“, plantea.
Un servicio de escritura, investigación y redacción
¿Por qué alguien contrata a un escritor fantasma? Iannace lo explica así: “Prestamos nuestra tarea profesional, nuestro servicio de escritura, investigación y redacción justamente para otras personas que quieren llevar a cabo el proyecto de tener su propio libro, ya sea por necesidad, porque lo requiere su propia profesión o porque se lo solicita a veces el propio mercado editorial, y que a veces por cuestiones de tiempo, o por falta de capacidad también a la hora de poder sentarse, no pueden hacerlo”.
Rodolfo Compte.
Para Compte, fundador de la Asociación de Escritores Fantasmas con Discapacidad, “nuestro trabajo consiste en escribir los mejores libros posibles. Para que cuando se publican con el nombre de nuestros clientes en la portada ellos reciben una mayor visibilidad y reconocimiento en su campo de expertise. A mí me alegra mucho cuando un libro escrito por mí es bien recibido. Porque cuando eso sucede se les abren más puertas y oportunidades de consultoría, conferencias u otros proyectos rentables a quienes me contrataron. Cuanto mejor le va a un cliente mejor le va al o la ghostwriter”.
Si el libro no lo escribió quien lo firma ¿podría pensarse una tensión con respecto al autor? “El libro es de quien lo firma, lo propone y de quien soñó con tenerlo. Nosotros somos simplemente un vehículo que permite concretarlo”, responde sin dudas Iannace y asegura que el autor es quien firma: “Creemos fehacientemente que más allá de la colaboración, quien está leyendo, lee el libro de la persona que lo firma.”
El fenómeno Carolyn Keen
Compte ilustra su reflexión de esta manera: “Los libros de Nancy Drew son uno de los fenómenos editoriales más exitosos de todos los tiempos. Lo peculiar del caso es que esos libros fueron escritos por un ejército de escritores y escritoras fantasmas, reunidos bajo el seudónimo de ‘Carolyn Keen’. A los millones de lectores juveniles de las aventuras de esa detective perspicaz jamás les interesó saber quién era esa autora. Ahora mismo cualquier lector puede comprar por Internet el libro ‘Mi vida con el Lama’ escrito por ‘Fifi, Bigotes Grises’, una gatita siamesa. Es un libro que se editó por primera vez en 1969. Recuerdo que cuando salió lo compré y leí muy contento, a pesar de que me resultara algo extraño que fuera escrito por una gata. Y hablando de gatos: ‘Jonesy: Nueve vidas en el Nostromo’ se editó hace pocos años. Es la historia del gato de Alien. Por eso la línea entre el engaño y ‘el no me importa quién lo escribió’ es muy delgada”.
Detrás de un ghostwriter hay una pluma camaleónica, como decía Goransky. El escritor Juan Sklar, autor de “Nunca llegamos a la India” o “Cartas al hijo”, tuvo un breve pero intenso paso en la escritura fantasma cuando escribió la autobiografía de Silvia Süller, un proyecto que no llegó a completar porque fue despedido por la mediática a mitad de camino. De aquella experiencia, recuerda: “Escribir la autobiografía de Silvia fue hermosa y traumática, tremenda y espectacular al mismo tiempo, fue una de las experiencias literarias más ricas de mi vida”. De allí salieron varios textos literarios que el autor escribió luego. “Fue clave en mi vida, literaria y artística”.
Juan Sklar.
Para Iannace otro aspecto destacable de este trabajo con el lenguaje es que “uno no está preso únicamente de aquello que pueda escribir por motu propio, sino que puede aplicar sus conocimientos y su profesión para colaborar con otros. La posibilidad de escribir para otras personas también nos permite a nosotros meternos en diferentes mundos, a diferencia de que si yo escribiera novelas de ciencia ficción y nada más”.
“Un mercenario de las letras”
La profesión de escritor fantasma revela más claro que el agua que la escritura es un trabajo, una oficio artesanal dotado de ciertas habilidades en la industria editorial. En palabras de Compte, a “los ghostwriters nos apasiona escribir. Y nos entusiasma cobrar. Las dos cosas al mismo tiempo. Y para brindar el mayor éxito a mis clientes solo leo best sellers y veo blockbusters…que tuvieron éxito a nivel global. De hecho una de las últimas novelas que leí fue “Verity. La sombra de un engaño” de Colleen Hoover. En la trama contratan al personaje principal, Lowen Ashleigh, como escritora fantasma para continuar una saga. ¡Y le pagan 500.000 dólares! Ojalá esos fueran nuestros honorarios. Sé que ante el resto de los escritores suena a herejía hablar de dinero y no de calidad literaria. Pero bueno, reconozco que soy un mercenario de las letras”, ironiza.
Otra llave para entender esta profesión es el pacto de confidencialidad entre clientes y ghostwriter. “Si se firma un contrato de confidencialidad el o la ghostwriter nunca aparece en los créditos. Jamás. Eso es ser fantasma al 100%, a través de pactos y silencios”, dice Compte.
Pero la modalidad no siempre supone la invisibilidad absoluta, porque “en la otra punta hay colegas que no son fantasmas. Aunque escriben en nombre de otras personas. Un caso destacado es el de Sophie Hannah que escribió varios libros de Hércules Poirot “en nombre de Agatha Christie” y públicamente. Sophie lo hizo durante los últimos nueve años, con gran éxito”, apunta Compte sobre este caso en el que “todos los lectores del mundo sabían y saben que esos libros fueron escritos por Sophie Hannah”.
Para Iannace “los pactos o silencios tienen que ver con la firma de un contrato de confidencialidad, en donde el escritor fantasma, el ghostwriter prescinde totalmente de los derechos de propiedad intelectual y obviamente de las regalías que pueda traer a futuro la monetización de ese manuscrito una vez que se convierte en libro”.
Desde la Asociación Ghostwriter de Argentina aseguran que hasta el mismismo Shakespeare tuvo sus fantasmas. “Es una actividad que viene acuñada en el tiempo y hay grandísimos autores que a lo largo de los años han utilizado la figura del escritor fantasma sirve para cumplir con ciertos pedidos editoriales y que los han ayudado a poder completar magníficas obras y eso no ha hecho que esos libros no sea de ellos”, concluye Iannace.
Télam.