Desdoblar o no desdoblar: el dilema de Kicillof en el laberinto de la interna del PJ
La provincia de Buenos Aires es el cuadrilátero donde se disputa el liderazgo del peronismo nacional, y tiene al gobernador bonaerense y a la ex presidenta Cristina Kirchner insólitamente enfrentados.
El gobernador bonaerense, Axel Kicillof, en un acto junto a la gobernadora Verónica Magario (foto archivo).
Por Sebastián Hadida (NA)- “Desdoblar o no desdoblar, esa es la cuestión”. La duda dilemática no pertenece a Hamlet en la obra de Shakespeare del siglo XVII sino al gobernador Axel Kicillof, 400 años más tarde, acerca de la estrategia electoral a seguir en el 2025.
La provincia de Buenos Aires es el cuadrilátero donde se disputa el liderazgo del peronismo nacional, y tiene al ex ministro de Economía y a la ex presidenta Cristina Kirchner insólitamente enfrentados.
El salto de Kicillof a la primera división de la política y del kirchnerismo en particular no se dio de manera temprana. Por eso sintió como un golpe bajo que días atrás Cristina Kirchner lo llamara “peronista tardío”, como bajándole el precio por sus orígenes en la izquierda independiente universitaria.
Fue su amigo Mariano Recalde, a quien conocía de la militancia universitaria, quien lo presentó a Cristina Kirchner como un joven prodigio que podía hacer mucho por la causa “nacional y popular”. La entonces presidenta lo adoptó y lo llevó a la gestión pública en el año 2009, como CEO de Aerolíneas Argentinas.
Cristina Kirchner lo arropó como a ningún otro funcionario, y Kicillof usó esa confianza para escalar meteóricamente dentro de la estructura del Estado, desplazando del entorno económico a otros alfiles de mayor recorrido, como Julio de Vido o Guillermo Moreno.
De director en empresas del Estado, “el Soviético” pasó a ser viceministro de Economía, desde donde se convirtió en el cerebro detrás de re estatización de YPF.
Ya como titular del Palacio de Hacienda se embanderó en la lucha contra los “fondos buitre” y llevó la postura de Argentina a la ONU.
Con Mauricio Macri en el poder, la relación entre Cristina Kirchner y Kicillof se mantuvo inoxidable, y ella lo promovió en 2019 para que fuera candidato a gobernador.
Habiendo sido reelecto en la provincia más grande e importante del país, y con “la Jefa” habiendo dejado pasar dos elecciones seguidas sin ser candidata, el gobernador sintió que se había ganado el derecho de ser él quien agarrara el tan promocionado “bastón de mariscal” en el peronismo. Sería lo más natural.
Los celos de Máximo Kirchner y el ego de su madre, que se resiste a perder la centralidad en el peronismo pese a no querer ser candidata, le hicieron saber a Kicillof que podían haber problemas para la sucesión. Y vaya si los hubo.
Ella pretende que su ex protegido político siga siendo una pieza de su tablero, con la posibilidad incluso de que sea su candidato a presidente en 2027. Un “presidente delegado” como intentó con Alberto Fernández. Kicillof no quiere ser Alberto Fernández. Ese experimento salió mal.
Él respeta a Cristina Kirchner pero quiere construir su propio camino, y le gustaría que la ex presidenta lo apoyara. Eso es lo que viene repitiendo Andrés “El Cuervo” Larroque, devenido lugarteniente político de Kicillof tras ser desplazado de la conducción de La Cámpora en el 2022.
La nueva fase del enfrentamiento gira en torno a las deliberaciones sobre la estrategia electoral y, fundamentalmente, sobre la idea que ronda en el gobernador de desdoblar las elecciones provinciales de las nacionales.
La idea de adelantar los comicios para la renovación de cargos legislativos provinciales y municipales horroriza a Cristina Kirchner y tampoco es compartida por Sergio Massa. Implica desacoplar en parte la lucha nacional contra Javier Milei respecto del plano local y provincial.
Para el camporismo y el cristinismo es un error independizar el proyecto bonaerense del nacional, con dos campañas diferenciadas.
Quienes alientan el desdoblamiento apuestan a plebiscitar la gestión de Kicillof, de quien aseguran que conserva altos niveles de imagen positiva, y evitar la tracción negativa que podría tener una nacionalización de la elección, con un mayor caudal de votos libertarios.
Una buena elección provincial desencadenaría un envión anímico con efecto arrastre para la disputa por los cargos nacionales, conjeturan quienes se atrincheran en esta opción.
La separación de los comicios provinciales y locales le daría al gobernador y a los intendentes mayor poder de fuego para la confección de las listas en la negociación con La Cámpora.
En esa hipótesis, Cristina Kirchner se quedaría solamente con la lapicera para armar la lista de diputados nacionales por la provincia de Buenos Aires.
No es poco, pero evidentemente es insuficiente para alguien acostumbrada a acaparar todas las decisiones electorales sin demasiada resistencia.
No hay aún una decisión tomada. Kicillof debe medir hasta dónde le conviene tensar la confrontación con Cristina Kirchner en un escenario tan incierto y con un rival muy competitivo enfrente, como es La Libertad Avanza.
La eliminación o no de las PASO también forma parte del menú de la negociación. Si el Gobierno nacional no logra su cometido (por ahora no tiene los votos para hacerlo), la opción de desdoblar pierde fuerza.