Asistimos con felicidad a aquella final de hace un mes en Barra de Tijuca. La disfrutamos. Lo mismo le pasó a él. Juan Martín Del Potro llegó a esa gloria impensada del cotejo olímpico decisivo sin nada por perder. Ya había ganado todo en la victoria de la semifinal ante Rafael Nadal. Cuando besó el logo de los Juegos, en el gesto en el que dejó sellada definitivamente su vuelta al Tenis Top.
Por eso cuesta entender a algún “especialista” que se asombró esta mañana porque Juan Martín le jugó de igual a igual a Murray. El tandilense ya había reconfirmado, además, que estaba a la altura, en el US Open que finalizó una semana atrás.
Pero en Glasgow, en verdad, volvió a tener el peso Murray. Por estar en casa, quizá por aquel asombro equivocado de los de afuera, y porque, obvio, Murray sigue siendo el 2 del mundo y Del Potro el 64.
El equipo argentino arriesgó en la decisión de jugar Del Potro – Murray de entrada y acertó. Pero no fue tirar una bola en la ruleta. Se basó en datos empíricos. En que el tandilense en serio está de vuelta y es capaz de lo máximo.
Esta vez, en un partido más cerrado que el de Río (que tampoco fue tan sencillo ni mucho menos para Murray) Del Potro cometió muchos menos errores no forzados, no tuvo fisuras en el primer set (muy importante para saber dónde estaba parado) desde que el escocés le quebró muy temprano en el segundo game, su primer servicio y su drive único funcionaron y hasta pudo resolver con un par de revés paralelos que le dieron confianza.
La versatilidad, la resistencia y la clásica inteligente ubicación en cancha de Murray obligaron a Del Potro a potenciar su mejor versión. Sobretodo después de perder en forma muy apretada el segundo set, con un quiebre recién en el final del británico.
En el cuarto set vimos lo mejor del tandilense, a la altura de los tie breaks ante Djokovic de los Juegos Olímpicos. Y hasta se dio el lujo de una “Gran Willy” para ganarle a uno de los globos especiales de Murray.
De Río a Glasgow Del Potro se anotó una revancha. Pero no de bronca precisamente. Sino para demostrar que también le puede ganar ya a Murray y a cualquiera. Y lo hizo, en más de 5 horas memorables (6-4 / 5-7 / 6-7 / 6-3 / 6- 4).
Acá tampoco Del Potro tenía nada que perder. Cómo en la final de Río. Pero fue mucho lo que ganó. Termine como termine la serie. Argentina sigue teniendo todo para ganar, y un gran futuro, llegue o no a esta final. Porque tiene otra vez a Del Potro en lo más alto del tenis mundial.
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