La última gran promesa radical, que terminó en tragedia política
Fue varias veces senador nacional, jefe de Gobierno porteño y presidente de la Nación por la coalición de la Alianza, desde 1999 a 2001. Fue en 1996 el primer jefe de Gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires elegido por el voto popular.
El día de su asunción como presidente, el tercero desde la vuelta de la democracia en la Argentina.
Con una meritoria carrera política, Fernando de la Rúa llegó a ser toda una promesa de la UCR pero su paso por la Presidencia de la Nación, entre 1999 y 2001, lo ubicó en el lado trágico de la historia argentina reciente y dejó en el radicalismo una herida difícil de cicatrizar.
Nacido en Córdoba el 15 de septiembre de 1937, De la Rúa se recibió de abogado con honores en la Universidad Nacional de Córdoba a los 21 años y un lustro después, afiliado ya a la Unión Cívica Radical, integró el gabinete del Ministerio del Interior del Gobierno de Arturo Illia.
En abril de 1973, mientras el fervor peronista consagraba a Héctor Cámpora como Presidente, De la Rúa sorprendió a todos al imponerse sobre el justicialista Marcelo Sánchez Sorondo en la elección de senador nacional por la Capital Federal y convertirse en el único radical que le ganó al peronismo ese año.
Allí consiguió el apodo de “Chupete”, debido a su corta edad, y el respeto del histórico líder radical Ricardo Balbín, que en septiembre del mismo año eligió a la joven promesa como su compañero de fórmula para enfrentar al binomio Juan Domingo Perón-Isabel Perón, que terminaría imponiéndose.
El golpe de Estado militar del 24 de marzo de 1976 terminó con la senaduría de De la Rúa, que se dedicó entonces a la actividad académica en el extranjero y se desempeñó como abogado de la firma Bunge&Born.
Con el regreso de la democracia en 1983, volvió a la actividad política con la aspiración de ser Presidente y, respaldado por el balbinismo, se lanzó ante un Luna Park lleno, aunque luego al ver que Raúl Alfonsín era imparable, retiró su precandidatura.
No obstante, el cordobés de nacimiento y porteño por adopción se presentó en esas elecciones nuevamente como candidato a senador por la Capital Federal y venció al postulante del justicialismo Carlos Ruckauf.
De vuelta en el Senado, De la Rúa se desempeñó como presidente de la Comisión de Asuntos Constitucionales y en 1989 revalidó su mandato con el 33,11% de los votos, pero un acuerdo entre el PJ y la UCeDé hizo que el Colegio Electoral le otorgara el lugar a Eduardo Vaca, pese a haber tenido menos votos.
Sin claudicar por ese revés, en 1991 De la Rúa ganó como candidato a diputado y asumió como presidente del bloque de la UCR y en 1993 llegó nuevamente al Senado tras ganar las elecciones en la Capital Federal con más del 50% de los votos.
Desde su banca, el radical invencible del distrito porteño se convirtió en el mayor crítico del Pacto de Olivos que firmaron Alfonsín y el entonces presidente justicialista Carlos Menem, que abrió la puerta para la reforma constitucional que habilitó la reelección del segundo.
Con su título de invicto candidato porteño y el perfil más duro que había comenzado a cosechar, De la Rúa se presentó a las primeras elecciones a jefe de Gobierno de la recién reconocida Ciudad Autónoma de Buenos Aires en 1996 y ganó el cargo con el 40% de los votos.
Desembarco en la Rosada
Un año después de su asunción como jefe de Gobierno porteño, De la Rúa se convirtió en protagonista central de la fundación de la Alianza por el Trabajo, la Justicia y la Educación que integraban la UCR y el Frente País Solidario (Frepaso).
En 1997, con el apoyo clave de Alfonsín, De la Rúa se convirtió en presidente del Comité Nacional de la UCR y desde allí saltó a la interna abierta por la candidatura presidencial de la Alianza de 1998, en la que le ganó con el 62% de los votos a la postulante del Frepaso, Graciela Fernández Meijide, que sacó el 38.
Acompañado por el frepasista Carlos “Chacho” µlvarez, De la Rúa ganó las elecciones presidenciales de 1999 con el 48,5% de los votos, contra el 38,09% del binomio peronista Eduardo Duhalde-Ramón Ortega.
La UCR volvió así a contar con un correligionario en el Sillón de Rivadavia, aunque no previó el trágico final.
De la Rúa buscó bajar el gasto público y mantener la paridad peso/dólar que había heredado de Menem, dos elementos que se combinaron con el “blindaje” financiero a través de un préstamo del FMI por 40.000 millones de dólares, con sus respectivas condiciones de contracción económica.
Caída del PBI, aumento exponencial del desempleo, recortes en programas sanitarios, jubilaciones y educación y una fuga de capitales imparable conformaron una espiral descendente en la que De la Rúa cambió tres veces a su ministro de Economía: a José Luis Machinea le siguió Ricardo López Murphy y, finalmente, Domingo Cavallo, el ex ministro de Menem y “padre” de la convertibilidad que el Presidente quería mantener a toda costa.
Se vio jaqueado también en lo político, cuando en octubre de 2000 “Chacho” µlvarez renunció a la vicepresidencia en medio del escándalo por el presunto pago de coimas en el Senado para aprobar la polémica Ley de Reforma Laboral.
La Alianza se resquebrajaba, De la Rúa aparecía extremadamente debilitado y, para colmo el Gobierno perdió por paliza las elecciones legislativas de octubre de 2001 contra el peronismo, que consolidaba su mayoría en las dos cámaras del Congreso.
En diciembre, Cavallo anunció la restricción del retiro de dinero de los bancos por parte del público, la medida que se conoció como el “corralito” y que selló la suerte de De la Rúa, a quien días después el peronismo le tomaba la línea de sucesión al poner a Ramón Puerta en la presidencia provisional del Senado.
La clase media y los sectores más humildes se unieron en una protesta nacional para exigir “que se vayan todos”, y con el canto “piquete y cacerola, la lucha es una sola”, salieron a las calles y dieron forma a una rebelión popular que fue reprimida y dejó un saldo de 27 muertos.
El 20 de diciembre de 2001, a las 19:45, De la Rúa presentó su renuncia y se retiró de la Casa Rosada en helicóptero, una imagen que se convirtió para siempre en una postal del caos.
Condenado al ostracismo político por aquellas jornadas trágicas, el dirigente radical se alejó de la escena pública: en los últimos años, sus apariciones en los medios, básicamente, se debieron a su problemas de salud.
En ese sentido, su última aparición pública fue el 30 de noviembre pasado cuando había asistido junto a su esposa, Inés Pertiné, a la Gala del G20 realizada en el Teatro Colón.
Producto de esos inconvenientes de salud, este martes 9 de julio De la Rúa falleció a los 81 años en la Clínica Fleming, del barrio porteño de Colegiales.
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