La Ciudad

De vivir en una camioneta, a ser la médica con el mejor promedio

Loreley Laborato egresó en la primera promoción de la Universidad pública. Una historia de esfuerzo, superación y el amor familiar. "No hay forma de devolverles a mis papás todo lo que hicieron por mi", resume.

Por Natalia Prieto

np@lacapitalmdq.com.ar

Loreley Laborato (24 años) encarna una historia de superación, excelencia, voluntad y talento: se recibió de médica con el mejor promedio (9.28) en la primera promoción de profesionales que egresó este año de la Escuela Superior de Medicina, perteneciente a la Universidad Nacional de Mar del Plata, después de superar limitaciones económicas y situaciones adversas.

“Siempre estudié con las ganas de aprender, la nota viene después”, contó a LA CAPITAL mientras ostenta con orgullo las medallas obtenidas y agradeció a su familia, “porque no hay forma de devolverles todo lo que hicieron por mi”. “La sonrisa de ellos me llena de felicidad”, explica.

La joven profesional hizo extensivo ese agradecimiento “a la Universidad pública, porque si no hubiesen abierto Medicina acá, no podría haber cumplido mi sueño”.

Es que Loreley sintió la vocación desde pequeña. “Desde que tengo memoria quería ser médica, nunca consideré otra opción” -cuenta-, pero veía coartada la posibilidad de estudiar porque “no podía pagar la cuota de Fasta y mucho menos irme a Buenos Aires o a La Plata a estudiar”.

Así que en 2016, mientras cursaba el último año del secundario en el Instituto Minerva, “llamaba todos los días a la Universidad para preguntar cuando abrían la carrera, porque había rumores. No tenía plan B, estaba esperanzada y se dio”, relata la flamante profesional.

Superación

La joven, junto a su padre Fabián, su madre Fabiana Rustoyburu (ama de casa) y sus hermanos Franco (28 años, flamante abogado) y Lucas (26, futuro ingeniero químico) transitó una vida con vaivenes económicos que los llevaron a protagonizar algunas situaciones adversas, como vivir en una camioneta durante un tiempo cuando los chicos eran pequeños.

“Mi papá Fabián es albañil y hace changas, porque en 2019 lo echaron de la empresa en la que trabajaba, entonces trabaja por su cuenta. Tiene rachas, a veces buenas y a veces malas”, describe.

Aunque el episodio de la camioneta sucedió cuando era chica, Loreley tiene más presente las desavenencias más recientes.

“El 2019 y la cuarentena fueron muy difíciles -explica-, mi papá no podía trabajar, hoy todavia está sin trabajo, y estábamos muy golpeados. No teníamos gas, cocinábamos con una garrafa, tuvimos que pedir fiado para comer y no podía comprar los apuntes para estudiar. Lo pasamos mal”.

Vocación

La vocación y la facilidad para el aprendizaje la acompañaron siempre, “me decían la chica 10 o traga”, reconoció entre risas al rememorar el primer año de cursada, en el debut de Medicina en la Universidad Nacional de Mar del Plata.

“Hice el curso de ingreso y ya en el primer cuatrimestre cursé las dos materias que fueron el gran filtro. Éramos 3500 inscriptos y nos recibimos 89“, señala entre risas.

“El primer año fue el gran filtro -recuerda- era tan pesado que si no tenías el hábito del estudio o no sentías pasión por leer se hacía verdaderamente imposible. Es una carrera muy demandante”.

Loreley se reconoce como “estudiosa y detallista, tengo facilidad y constancia” al recordar que “pasé noches estudiando sin dormir, por eso si tenés un trabajo o una familia no es sencillo estudiar Medicina”.

Ya con su diploma, ahora se prepara -“me tomé dos días de descanso”, se ríe- para rendir a fines de junio el examen único para poder elegir el hospital dónde realizará su residencia en Cardiología en Buenos Aires.

Lo que vendrá

Aunque no deja de pensar y planear de cara al futuro, Loreley disfruta de la felicidad del presente sobre todo “por lo felices que están mi papá y mi mamá”. “No hay forma que les devuela lo que hicieron por mi”, agrega.

“La sonrisa de ellos me llena de felicidad -añade-. Siempre pienso que el día que tenga la posibilidad de generar recursos quiero que ellos vivan como reyes, quiero darles todo. Sueño con que viajen, nunca viajamos en avión. Y también con que tengan una casa propia”.

Hoy, en el departamento que alquilan en el barrio Aeroparque, la familia estrena los títulos universitarios de los tres hijos. Franco (28 años) se recibió de abogado en noviembre pasado, hace pocos días Loreley (24 años) se graduó en Medicina y Lucas (26 años) presentará su tesis en dos semanas para convertirse en ingeniero químico.

“Siempre fui exigente -se describe- y al principio de la carrera no me regulaba, después si y pude disfrutar salidas con amigos. Soy más de ir a comer o a una cerveceria que de ir al boliche”.

Con un futuro promisorio por delante, la joven analiza su performance estudiantil.

“Muchas veces dicen que el mejor promedio es un número, no determina nada. No hay que estudiar por la nota, siempre estudié con perspectiva de aprender. Busqué eso. No hay que ir buscando la nota, sino aprender, la nota viene sola, es una hermosa recompensa”, destaca.

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