De concursos y listas
por Caius Apicius
¿Cuál es el mejor queso del mundo? Los medios, y no digamos las redes, nos bombardean con cierta frecuencia con “noticias” de ese jaez: el mejor queso, el mejor vino, el mejor jamón… o el mejor restaurante. No se lo crean.
Aunque a un concurso se presenten mil quesos, no son todos los del mundo.
Y luego vienen cosas como las comparaciones. ¿Cómo puedo yo comparar un queso de leche de vaca con otro de leche de oveja o de cabra? ¿Se puede valorar igual un queso de pasta blanda que otro de pasta dura? Evidentemente, no. Pero esos “jurados” proceden como si todo fuera comparable.
Eso, en el mejor de los casos. Porque no vean ustedes la cantidad de intereses que se mueven en esos concursos… y en las listas de los “mejores restaurantes”.
Desde que todo el mundo escribe de gastronomía, y desde que montones de marcas comerciales organizan sus concursos a la mayor gloria de sus productos, es mejor no ya no creerse nada, sino ni siquiera pararse a leer esas “informaciones”. No aportan nada.
Yo he sido jurado de no pocos concursos de este tipo. He acudido siempre con la mejor voluntad y sin el menor prejuicio. Pero… quien paga, manda. Y se impide, disimulada o claramente, que participen productos “de la competencia”.
Ya digo: no se crean nada. En cuanto a las listas de los mejores cocineros, o restaurantes, del mundo (no es lo mismo, aunque lo parezca: un restaurante es algo más que un cocinero, incluso que una cocina) sí que juegan un montón de intereses. Y hasta de envidias, en el caso de que los votantes sean de la misma profesión, es decir, cocineros.
No hagan ni caso de las recomendaciones ni los comentarios que la gente hace en las redes sociales de los restaurantes. En muchos casos están hechos con buena voluntad, aunque con bastante desconocimiento; pero hay demasiados comentarios envenenados como para dar crédito a ese portal.
Es fácil: esos comentarios pueden, y suelen, ser anónimos. Y es fácil conseguir que un montón de amiguetes envíen comentarios alabando tu restaurante, como es fácil lograr que otros tantos escriban críticas feroces de uno que te hace la competencia.
Volvamos a la lista de “los mejores”. Normalmente, son los más caros.
No sé si los de la Romanée Conti, en Borgoña, son los mejores vinos del mundo; sé que hay muy poca oferta, que son carísimos y, por suerte, sé que son buenísimos, aunque mi experiencia con ellos es limitada.
Pero sé que hay bodegas que promocionan sus vinos en base al precio. Y no por baratos, sino por caros: una cosa carísima ha de ser buenísima. Debería serlo, pero no siempre lo es.
Y ni caso a esas listas de “grandes vinos de menos de cinco dólares”. No son grandes; no pueden serlo, no salen las cuentas. Sumen ustedes botella, corcho, cápsula, etiqueta… y ya no les quedan más que céntimos para las uvas. Y sin buenas uvas no hay buenos vinos.
De verdad: ni se molesten. No dediquen su valioso tiempo a estas tonterías.
EFE.
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