Curiosa la vida del detalle
por José Santos
Dallys tiene adicción a los problemas y Betty Blue tiene adicción por Dallys. Aun así, Betty Blue tiene por cierto una cosa, no debió atreverse a ocultar a Dallys Sotelo, en Mar del Plata por más amigas y amantes que sean. Así las cosas, Augusto Valdivia está deseoso de destapar la olla de Dallys para ganar consideración con Ticher Huaman y de paso hundirla a BB.
Kike Vallosa sigue en silencio en medio de la oficina. Sabe que sus vidas penden del antojo de Augusto Valdivia, si cuenta lo de Dallys Sotelo, nadie podrá salvarlos.
– Hay que encontrar al traidor que le informó a Augusto –dice Kike Vallosa. -Interrogaré a todos. A Zaire, Quispe, a todos.
Zaire es un negro de metro noventa y cinco, con una larga melena enrulada y teñida de rubio, que comenzó como patovica en Betty Blue Night Club. Ahora es jefe de seguridad y aunque algunos lo llaman Alto Perú, pocos saben que su origen es Ruanda. Más muertos que goles tiene Maradona, fue su carta de presentación. Desde siempre, Zaire habla poco, pregunta menos y hace lo que ordenan. León Quispe, por su parte, es el guardaespaldas más leal de Betty Blue.
BB mantiene sus manos entrelazadas mientras gira a un lado y otro el sillón, sin despegar los ojos de Kike Vallosa, a quien le observa un anillo de oro, con una diminuta esmeralda. Curiosa la vida la del detalle, para ser detalle debe condenarse al fracaso. Cuando cobra importancia, deja de ser un detalle. En eso piensa Betty Blue, mientras mira el oro del anillo, la esmeralda, y pregunta:
– ¿A Zaire, a Quispe?
– Debemos desconfiar de todos.
– Gracias por decírmelo. Hasta el día de hoy no me había dado cuenta.
– La ironía de BB termina cuando agrega: -Mientras tanto, llámalo a Augusto. Ofrécele lo que quiera, heroína, dinero, mujeres.
– Querrá una chica.
– Dásela.
– ¿Y si quiere a Annalisa Muqqadasi?- pregunta Vallosa.
– No voy a dejar que se meta con la hermanita del Gitano, es una buena chica.
– Ya le echó el ojo- insiste Kike Vallosa.
– No se me ocurre que Annalisa quiera compartir nada con ese exaltado.
Cuando Kike Vallosa se apresta para retirarse, Betty Blue agrega:
– Y dile a Zaire que venga.
Hora después, Betty Blue yace desnuda en la cama Queen Size. Está apoyada sobre palmas de manos y rodillas. Sus pechos, cuelgan, turgentes y tonificados, al igual que sus muslos. Su piel posee un brillo sutil a causa del óleo y un tinte bronceado a causa del sol, indiferente a la misteriosa enfermedad que destruye al Big Boss. Su cuerpo es sujetado por la cintura por dos gruesas manos de quien la penetra por detrás. El movimiento agita su larga cabellera rubia. Es embestida con violentos impulsos hasta que Betty Blue se deja invadir por un orgasmo denso y prolongado. Después, exhausta se deja caer sobre las sábanas blancas, jadeando, con los ojos cerrados y la boca abierta. Lleva el cuerpo caluroso y sudado, por lo que se extiende en la cama, desplegando brazos y piernas a lo ancho. Impasible, deja pasar unos segundos, sintiendo en su piel, el flujo frío del aire acondicionado. Retoma el aliento y recién después, gira hacia su derecha. Se extiende hasta abrir el frigobar y toma una botella de agua mineral. Sirve dos copas. Zaire la bebe y pregunta mientras camina hasta el baño.
– ¿Qué carajos es esa enfermedad del Big Boss?
– Me gustaría saberlo.
– Lo que sea, lo está matando bien muerto. Alguien le hizo un vudú. Y no fue Frodev.
– ¿Por qué lo dices?
Zaire suelta una risotada: -Nadie hace un vudú desde Ibiza.
Betty Blue le hace una mueca mínima de desagrado. Cuando vuelve, Zaire abre un champagne. Betty Blue enciende otra vez un cigarrillo. Betty Blue queda con la vista clavada en el cielorraso. Cuando está por terminar su cigarrillo, le dice:
– Tendrás que desaparecer un tiempo.
Zaire bebe su copa de champagne y pregunta:
– ¿Hay que eliminar a Augusto o a Ticher Huaman?
Betty Blue sin desviar la mirada del techo, le contesta.
– No seas tan atrevido, si alguien escuchara ese comentario estarías muerto en menos de cinco minutos. Ustedes, los africanos son salvajes. Enseguida matan por naderías. Aquí somos distintos.
– ¿Entonces no debo eliminar a nadie?
– Tampoco dije eso. Digo que nosotros tenemos una razón, la traición. El único destino, de los traidores es ahogarlos en su sangre.
Betty Blue levanta su copa, contempla las burbujas, da un sorbo y agrega:
– Te irás a Mar del Plata, ayudarás a Dallys Sotelo a cazar al Tully Gayo, el traidor que tenemos allá. Pero antes, elimínalo al traidor que tenemos en nuestra casa.
– ¿Quién es?
– El que me vendió por un anillo de esmeralda, un Tag Haeur y vaya a saber qué más.
– Esos son detalles.
– Sí, pero cada detalle vale más de 10 mil dólares. Te voy a explicar algo solo porque das buena cama. El dinero sucio obliga a ser cauto, no lucirlo frente a quien defraudaste. Encárgate de Kike Vallosa, ya te dije cuál es la suerte de los traidores.
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