Cuando el Hermitage Hotel se convirtió en el centro del mundo
El Hermitage Hotel, el lugar de la Cumbre
En las terrazas del Hermitage Hotel se acomodaron las tarimas en el ángulo mil veces estudiado, a la vez que la alfombra roja se extendía para engalanar el paso de los Presidentes. Más tarde, uno a uno fue llegando y el más retrasado, ya con sus colegas distribuidos en sus lugares, fue Álvaro Uribe, que apuró el paso entre bromas y mientras el equipo oficial de fotografía de la IV Cumbre de las Américas daba la últimas indicaciones. El click de aquellas cámaras, la principal, las de resguardo y la de los fotográfos de los medios, acabó por retratar un instante histórico.
La foto oficial de los presidentes
Esa foto cobró importancia mayor con el paso de los años porque fue en Mar del Plata que se delineó el futuro inmediato de América Latina, las líneas geopolíticas que se sostendrían en la década siguiente. Estaban Néstor Kirchner, Lula Da Silva, Tabaré Vázquez, Hugo Chávez y Nicanor Duarte Frutos como el eje de las discusiones frente, nada menos, que a uno de los presidentes más poderosos de la historia de los Estados Unidos, Geoerg W. Bush respaldado por el primer ministro canadiense Paul Martin y el mexicano Vicente Fox.
El Hermitage Hotel resultó ser el punto neurálgico de la Cumbre de las Américas hace exactamente 15 años. El sitio escogido no solo para la histórica fotografía con todos los presidentes, sino el espacio de conversación, de reuniones bilaterales, de férreos momentos de discusión entre el ala más dura de los que querían un libre mercado y los que lo entendían que había otro modo, sin injerencias e imposiciones estadounidenses.
En el Hermitage Hotel se inmortalizó la foto de los mandatarios
Kirchner, de traje oscuro corbata celeste, recibió con un apretón de manos en los salones del Hermitage Hotel a Bush. Se saludaron por primera vez allí y ante un Bush erguido, Kirchner hizo una leve inclinación que no llegó a ser reverencia sino una cortesía de anfitrión. La historia indicaría que las posturas se habrían de revertir apenas un par de días después. A un lado de Kirchner con un colorido atuendo, Cristina Kirchner jugaba su papel de primera dama.
Los esperaba a ellos, y a los otros 32 presidentes, el salón Versailles con su mesa en “U” para acoger a cada mandatario y con un espacio extra para asesores y secretarios de estado. Allí, bajo la luz de las lámparas de los añosos apliques, se entabló un intercambio de posiciones que por momentos dejó de tener la forma diplomática. Oradores confrontativos como Chávez y férreas defensas a no desplegar una única economía, se toparon con el fastidio de Bush y, principalmente, Martin. “No puedo entender cómo hay gente que… bueno sí que lo puedo entender ¡pero no tiene sentido para mí!”, dijo el presidente de Estados Unidos en una de sus intervenciones.
El intervalo del mediodía entregó un tiempo para las conversaciones informales que sellaron las discusiones políticas. Hubo algo de distensión y muchos integrantes del gobierno argentino e incluso presidentes como Bush, Lula o Fox hasta se tomaron un segundo para felicitar al empresario Florencio Aldrey por haber puesto a la altura de tamaño evento al Hermitage Hotel. El hall, las áreas privadas para los refrigerios, los pasillos repletos de agentes de seguridad para garantizar la tranquilidad de Bush en un tiempo en donde el fantasma del terrorismo estaba más vigente que nunca. Todo aquello se transformó, por algunas horas, en el centro del mundo.
Ese Servicio de Inteligencia estadounidense fue otro de los recuerdos que no se borrarán, desplegado en cada rincón del Hermitage Hotel, con la intensidad colocada sobre cualquier detalles que desentonaran y que, sin llegar a ser sospecha, se lo eliminaba. Con los bloqueadores de telefonía celular, con los neutralizadores digitales que causaban interferencias hasta en cámaras de video, con gigantescos custodios de lentes oscuros y códigos en secretos. Esos hombres que cuidaron a Bush incluso en el histórico encuentro bilateral con Kirchner.
El 5 de noviembre, mientras en las calles de Mar del Plata, más allá de los anillos de protección policial, las movilizaciones sociales le daban forma a la contracumbre, se acabó con la idea del ALCA en un clima de heroísmo y unidad sudamericana, principalmente.
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