Galera que a principios de siglo XX cubría el recorrido entre Mar del Plata y Balcarce, según puede leerse en el lateral del carruaje. El cochero es Tomás Chacón, uno de los primeros habilitados en Mar del Plata. Foto suministrada por Lidia Chacón de Amestoy. La historia apareció reflejada en el suplemento editado por LA CAPITAL el 10 de febrero pasado, en homenaje al 137 aniversario de Mar del Plata. A continuación, reproducimos el artículo:
El camino de un cochero
por Gustavo Visciarelli
gustavovisciarelli@hotmail.com
Es posible que Bartolomé Mitre haya tenido un cochero llamado Tomás Chacón, nacido en Buenos Aires el 9 de marzo de 1869. Este último dato nos indica que Chacón, con cinco meses de vida, fue uno de los argentinos que ingresó en el primer Censo Nacional realizado en septiembre durante la presidencia de Sarmiento. El país tenía 1.877.490 habitantes y Mitre –que en junio había cumplido 48 años y le había entregado meses antes el bastón presidencial al sanjuanino ilustre- se convertía en propietario del diario La Nación Argentina para lanzarlo como La Nación en 1870.
Lo de Chacón y Mitre es algo que se da por cierto en la tradición familiar, pero lo documentado es que este hombre dejó Buenos Aires tres décadas más tarde y vino a ejercer su oficio a Mar del Plata, quizás atraído por las posibilidades que ofrecía el floreciente balneario. El segundo Censo Nacional (1895) indica que la población de General Pueyrredon ascendía en esa época a 10639 habitantes, 3220 de los cuales eran extranjeros.
Certificado de cocheros
Una reliquia familiar acredita el comienzo de la historia laboral de Chacón en esta ciudad. Se trata de un “Certificado de Cocheros” – más precisamente el número 52- firmado el 18 de enero de 1899 por Fortunato de la Plaza, político conservador que estrenó el cargo de intendente en la historia de Mar del Plata, poniendo fin a una corta zaga de “presidentes de la corporación municipal” inaugurada la década anterior.
En dicho certificado consta que Chacón fue “presentado por Esteban Castillo quien se constituye garante por la conducta en el desempeño de sus funciones”. Castillo – reconocido mayoral de la ciudad y la región- no sólo era propietario de una cochería sino también del vehículo que iba a conducir Chacón y que aparece tipificado como “Victoria”; es decir, un coche bajo, de cuatro ruedas, dotado de capota, que en aquellas épocas hacía las veces de taxi. La cultura popular rebautizaría esos carruajes a partir de 1927 cuando el dramaturgo Armando Discépolo estrenó “Mateo”, obra teatral que exhibe el drama de un cochero italiano desplazado por el progreso. En verdad, Mateo no era el nombre del cochero, sino del caballo. Y tal fue el éxito de la obra que los carruajes dejaron de ser llamados como la reina británica para adoptar la identidad de un equino de ficción.
La galera
Otros dos documentos acreditan un capítulo posterior en la vida laboral de Chacón. El primero es una antigua fotografía, seguramente obtenida en los primeros años del siglo XX, donde se lo ve sentado en el pescante de una galera en cuyo lateral puede leerse “Mar del Plata a Balcarce”. Los caballos atados, el equipaje sobre el techo y la silueta de un pasajero a través de la ventanilla sugieren que la foto perpetúa el instante previo a una de los tantas “carreras” que Chacón hizo entre esta ciudad y Balcarce. El niño o adolescente que se observa a la derecha bien podría ser el “portillón”, cuya tarea principal era abrir las tranqueras durante la travesía.
La otra reliquia es un registro de viajes que Chacón escribió de puño y letra entre 1904 y 1907, cumpliendo el reglamento de la Adimistración General de Correos que en esos años controlaba la vasta red de postas. Desconocemos la jerarquía laboral que ostentaba Chacón cuando desempeñó el servicio de diligencia entre esta ciudad y Balcarce, pero sabemos que el hombre se retiró con su destino económico resuelto.
El cochero murió en 1933, a los 64 años, aquejado de reuma y lejos de su oficio original. Las últimas décadas de su vida transcurrieron en un pueblo naciente: Comandante Nicanor Otamendi, más conocido en aquel entonces –y hasta hace pocas décadas- como Dionisia. Así se llamaba, en verdad, la estación de trenes que antecedió al poblado y que fue inaugurada hace casi cien años: el 24 de febrero de 1911 cuando el Ferrocarril Sud extendió su servicio hasta Miramar. El nombre del paraje ferroviario es un homenaje a Dionisia Byron de Otamendi que le profesó su hija Balbina Otamendi de Iñurrago cuando donó terrenos de su estancia “El Infierno” para que construyeran la estación. Inmediatamente, Balbina loteó las tierras circundantes, las subastó en el teatro Colón de Mar del Plata y dio origen al pueblo, que fue reconocido como tal en mayo de 1911. Su nombre nos remonta al tío abuelo de Balbina, un militar de profesión que murió junto a sus 124 soldados en manos del cacique Yanquetruz el 13 de septiembre de 1855 cerca de Benito Juárez.
¿Chacón habrá estado en aquella subasta realizada en el teatro Colón de Mar del Plata?. Es posible. De hecho, compró un terreno de media manzana en lo que entonces era el corazón del pueblo naciente, a sólo media cuadra de la estación.
En esa misma época, un vascofrancés de apellido Coustié, trabajador rural de la estancia La Colmena, llegó al lugar para colaborar con el trazado del pueblo. Lo acompañaban su esposa italiana y una pequeña hija a quien le sucederían diez hermanos. Terminada la traza, Coustié se radicó en el lugar y montó un horno de ladrillos. Se dice que fue “la primera familia con niños en Otamendi”. Esta historia retomará más tarde ese apellido.
Chacón levantó su vivienda, montó un comercio e incluso compró parcelas a perpetuidad para toda la familia en el cementerio local. Ya establecido, contrajo enlace con una mujer llamada Adelina Osorio, que murió pocos años después sin que el matrimonio tuviera hijos.
En 1928 se casó en segundas nupcias con Laura Coustié, quien todavía no había cumplido 20 años y era la hija mayor de aquel vascofrancés que ayudó a trazar el pueblo. De esa unión nació una niña que tenía poco más de tres años cuando falleció su padre, que fue inhumado junto a su primera esposa.
Recuerdos lejanos
Lidia Chacón de Ameztoy, la hija de aquel cochero, es hoy una maestra jubilada que vive en Mar del Plata y atesora las reliquias mencionadas. “En realidad -comenta- guardo copias de esos documentos, ya que los originales los doné al Museo Barili junto al poncho de mi padre, que era de vicuña y muy grueso, al extremo que la lluvia no lo traspasaba”.
El registro de viajes comienza en 1904 y termina en 1907, período en que Chacón cumplió el servicio de diligencia por el camino de tierra que comunicaba Mar del Plata con Balcarce y que recién en 1935 sería nomenclado como Ruta 226.
“En el libro de viajes -indica Lidia- aparecen apellidos muy conocidos en la actualidad: Vismara, Zubiaurre, Argüeso, Nogués, Pedro y Vicente Valdéz, con almacén en El Dorado. Los Valdéz figuran repetidas veces en los registros y hasta con envío de mercadería -20 kilos de azúcar, por ejemplo- para el almacén de ramos generales”.
Según se observa, el registro permitía ciertas simplificaciones a la hora de identificar a los pasajeros y muchas de ellas ratifican aquel dato censal sobre la numerosa población extranjera. De tal manera, abundan inscripciones de este tenor: “dos vascos”, “un inglés”, “un italiano” y de tanto en tanto “un paisano”.
Quizás por cuestiones prácticas, los nombres o apellidos quedaban reservados para los pasajeros que el cochero conocía: “Don Enrique”, “Don Lázaro”, “Juan Bari para el Abra” o “Peralta a la Peregrina”.
En otra categoría más amplia de identificación, diversas referencias, incluso laborales, resultaban últiles para completar el registro. De hecho, leemos: “peón de Argüeso”, “mujer de la Libertad” o “dos del Banco Comercial”.
Un camino difícil
Para asentar el origen y destino de los viajes, Chacón anotaba “del puerto a Balcarce” o viceversa. Cabe recordar que el puerto original estuvo en la zona de Punta Iglesia hasta mediados de la década del 10, cuando inauguraron la actual estación marítima.
Lidia indica que la posta se encontraba en inmediaciones de Luro y Corrientes (la zona del puerto) y que la ida y vuelta a Balcarce se realizaba, respectivamente, en dos días consecutivos. Según surge del registro, en épocas de buen clima la frecuencia de viajes era diaria pero con interrupciones de una o dos jornadas semanales sin servicio. También es evidente que la galera se veía impedida de realizar su travesía en los meses más crudos del invierno, según lo sugiere la ausencia de anotaciones en los meses de julio y agosto.
La última nota de Chacón corresponde al 10 de mayo de 1907. Quizás esa fecha indique su despedida definitiva del oficio de cochero pero es imposible asegurarlo. “Yo era muy pequeña cuando mi padre falleció –comenta Lidia- y si bien tengo algunos recuerdos muy nítidos, hay muchas cosas de la historia que se perdieron. Una cuando es chica no se detiene a preguntar y yo no le preguntaba a mi mamá todos los detalles que hoy desconocemos”.
Tomás Chacón tuvo en Otamendi un comercio llamado “La Suerte” que reunía tres rubros: librería, agencia oficial de lotería y receptoría de avisos de los principales diarios del país. Fue propietario de un Ford A, logro que no muchos alcanzaban en aquella época, al tiempo que una foto de 1928, año de su casamiento, lo muestra elegantemente vestido en la Rambla Bristol, caminando ya con bastón. “Se nota que le gustaban las cosas buenas. Yo conservo sus plumas y sus tinteros con tapas de plata”, comenta Lidia.
Laura Coustié falleció a los 95 años y sus restos reposan en aquella parcela que su marido adquirió a perpetuidad en las primeras décadas del siglo. Al enumerar recuerdos infantiles, Lidia relata que su madre, en cada visita al cementerio, depositaba flores en la tumba de su esposo y en la de Adelina Osorio. También rondan en su memoria algunas fotos de Bartolomé Mitre que estaban en la casa de Otamendi y que lamentablemente se extraviaron. Por fortuna perduran otros documentos, incluyendo aquel registro de viajes, al dorso de cuyas hojas pueden leerse algunos versos. Porque aquel Tomás Chacón –uno de los primeros cocheros habilitados de Mar del Plata- tenía un alma de poeta que se forjó en la soledad de los caminos.-
Felicitaciones, otro pedazo de historia rescatado. Gracias a la Sra. Lidia.
He leido el artículo y es apasionante, felicitaciones a Fotos de Familia y la pluma de Gustavo Visciarelli,por hacernos conocer tan gratamente la historia.y como pincelada de humor, diríamos que este tipo de vehículo si existirá en la actualidad podría competir con la línea del ferrocarril que une MdP Buenos Aires, seguramente que llegaria a horario y no se quedaría en el camino.
Sra Lidia: Una foto expectacular con un comentario que nos revive los viajes en galera o diligencia, como decimos a las que surcaron el oeste americano.
Sin otro particular saludo muy atte, disfrutando esta fotografia de uno de los primeros transportes que surcó los caminos de la zona y ahora es parte de la historia de nuestra ciudad Mar del Plata, con nombre y apellido.
Sra. Lidia: Excelente documento y además escrito con ameno desarrollo por Gustavo Visciarelli. Un saludo. Atte.: Ladislao
¿ que decir bueno buenisimo? elsa es balcarceña y se emociono ,.mucho no lo puede creer,,..
me dedioco a hacer miniaturas en madera de carruajer argentinos (replicas en escala), encontre la galera me gusto y la quiero hacer pero me gustaria saber si hay mas fotos por los detalles y si me las pueden mandar y comentarios por ejemplo de que color hera visiten mi pagina y van a ver los detalles de los que les hablo
UNA MUY BUENA NOTA, ESCRITA POR GUSTAVO VISCIARELLI y UNA PERFECTA FOTOGRAFÍA DE LA GALERA. ¡QUE SUERTE QUE HAY GENTE QUE SE PREOCUPA, QUE CIERTOS DOCUMENTOS PRIVADOS NO SE PIERDAN y PUEDAN SERVIR DE DOCUMENTACIÓN
PARA CONOCER HISTORIAS, QUE DE OTRO MODO SERÍAN OLVIDADAS.
FELICITACIONES AL AUTOR DE LA NOTA y A LA Sra.LIDIA CHACÓN DE AMEZTOY POR ATESORAR TAN PRECIADO DOCUMENTO.
LAMENTABLEMENTE HE LLEGADO TARDE A LEER ESTA MAGNÍFICA NOTA.
MIS CORDIALES FELICITACIONES.
J.C.ARIAS-TXIKI.