Arriba: Antonio Francisco José Plana Peiré, Antontio Shweighart, y trabajador NN. Abajo: Dora Ercilia Plana y Héctor Plana. Foto suministrada por la familia Plana Shweighart .
Antonio Plana Peiré, español, fue ascensorista del Bristol Hotel, cuidador del Paseo General Paz y, posteriormente, cuidador del Torreón.
Antonio Shweighart llegó de Alemania junto con la compañía que construyó la pedana del Torreón, se casó con una de las hijas de Pana Peiré -María Pura- y se quedó a vivir en el Torreón junto a su esposa.
A continuación, el artículo publicado en el suplemento especial del diario LA CAPITAL editado el 10 de febrero, en homenaje al aniversario 137 de la ciudad:
La verdadera leyenda del Torreón
Por Bruno Verdenelli
verdenelli@lacapitalmdq.com.ar
A Dora Ercilia Plana le brillan los ojos. El pudor de afrontar una entrevista periodística se esfuma inmediatamente y prevalece su orgullo de identidad y pertenencia. En su memoria gira una película infinita escrita por años, personajes y lugares.
Lúcida y dinámica, a los 91 años sorprende con la nitidez de sus recuerdos, que abarcan episodios tan lejanos como las condiciones de vida en los albores del siglo XX, la llegada desde Santa Fé al “pueblo que era Mar del Plata”, su hogar en el Torreón del Monje, el primer temporal, la escuela, el amor…
Se sabe que el Torreón del Monje, inaugurado en 1904, fue donado por el empresario Ernesto Tornquist a la comuna local. Con el propósito de imponerle al lugar un halo de misterio, se acuñó en aquel entonces una leyenda ambientada en el siglo XVII. Su protagonista es soldado español Alvar Rodriguez, quien habita la pequeña fortaleza y es amante de la meditación, la astronomía y de una bella indígena llamada Marina. Los celos del cacique Rucamará derivan en una serie de incidencias que terminan trágicamente cuando el bravío aborigen se arroja a las aguas del mar, arrastrando a la infortunada mujer. Con hábito de monje, Alvar se encierra en el Torreón hasta su muerte. El relato, amoldándose a un apropiado final de leyenda, añade que en ciertas noches de quietud y desde lo alto de la torre se escuchan llantos y gritos de dolor, mientras las figuras de un monje y de una hermosa indígena se dejan ver con fulgores de estrellas.
En realidad, los habitantes del Torreón fueron otros hasta que en 1953 tuvieron que irse de allí cuando el edificio se transformó en propiedad de la Marina. A despecho del poeta chileno Alberto del Solar –quien escribió la leyenda por expreso pedido de su amigo Ernesto Tornquist- no hubo monje, cacique, ni bella indígena, sino una familia que cuidaba el lugar. Una de sus integrantes es Dora, quien tiene aquilatada experiencia para asegurar que los fantasmas no existen, al menos en ese lugar.
Historia de familia
El español Antonio Francisco José Plana Peiré llegó a la Argentina en 1901 para buscar un nuevo destino. Radicado en Santa Fe, contrajo matrimonio con la entrerriana María Mercedes Balacala, unión de la cual nacieron seis hijos: María Pura, Nélida, Dora, Carmelo, Alfredo y Héctor. Luego de incursionar en la comercialización de calzados en la aquella provincia, la familia se trasladó a Mar del Plata.
“Llegamos en 1924. Primero, mi padre trabajó como ascensorista en el Hotel Bristol. Luego le ofrecieron que se encargara de cuidar el Paseo General Paz, que incluía el Torreón del Monje, y nos fuimos a vivir frente al castillo”, relata.
Antiguas fotografías nos muestran aquella vivienda, que estaba embutida en el alto murallón de piedras que habían levantado contra la barranca en 1909 cuando construyeron la Explanada Sur. “No había luz ni tampoco gas. Vivíamos en una habitación gigante a la que llamábamos “La Cobacha”.Mi padre la había dividido en un pequeño cuarto para varones, uno para mujeres, y otro para ellos dos. Teníamos cocina pero no baño. Para lavarnos o hacer nuestras necesidades debíamos cruzar al castillo en plena oscuridad de la explanada. Además, estábamos muy lejos del centro”, recuerda Dora, que antes de asistir a la secundaria del Stella Maris, concurría a la Escuela Nº 1 y atravesaba “toda la ciudad caminando” para llegar allí.
En el Torreón, aún virgen de reformas, funcionaba una fina confitería muy visitada en verano por turistas de alta alcurnia. “La manejaba el matrimonio Fajardo, que también era oriundo de Buenos Aires. Un tiempo después de que llegamos, la señora se enfermó y ellos decidieron irse. Fue cuando le ofrecieron a mi padre que cuidara también del Torreón. Entonces nos fuimos a vivir allí adentro”, señala Dora.
En su memoria está nítido el primer gran temporal que debió soportar allí cuando apenas tenía seis años. Y también la demolición de la rambla “francesa” mientras levantaban la actual. Lo que nunca vio durante los 17 años dentro del Torreón fueron fantasmas llorosos. “Son un cuento”, dice divertida.
Los operarios alemanes
En 1927 el municipio decidió ampliar el edificio de la mano del arquitecto Arturo Lemmi. Por tal motivo arribó a la ciudad la compañía alemana “Wayss y Freitag”, con decenas de trabajadores de aquel país. Su objetivo era construir la pedana, que es la actual terraza al mar del Torreón. Allí funcionó el selecto Pidgeon Club, que organizaba cruentas competencias de tiro a la paloma.
“Fue impresionante el trabajo que hicieron. Llevó casi dos años pero el mar nunca pudo moverla”, expresa Dora, al tiempo que recuerda las largas horas en que se entretenían viendo trabajar a los operarios alemanes. Uno de ellos era el rubio y fornido carpintero Antonio Shweighart, quien se casó con María Pura Plana, hermana de Dora.
La hija menor de aquel matrimonio – María Pura Shweighart (64)- comenta: “Mi papá se le acercaba a hablarle a mi abuelo con el diccionario de alemán – español, pero aprovechaba para espiar a mi mamá, que los miraba desde el balcón del Torreón”.
Dora y su sobrina María Pura Shweighart son las únicas sobrevivientes de aquella estirpe familiar que habitó el mítico Torreón del Monje. La mayoría de los hijos de Antonio Plana se fueron de allí al contraer enlace, incluyendo a Dora, que lo hizo en 1943 cuando formó familia con Juan Carlos Castro.
Pero volvamos al carpintero alemán Antonio Shweighart, quien en 1928 abandonó la compañía alemana para radicarse en Argentina y casarse con María Pura Plana. El flamante matrimonio se quedó a vivir en el Torreón junto a sus suegros y allí nacieron sus dos hijos, Antonio Jesús y María Pura con 16 años de diferencia. Por herencia de su suegro, aquel carpintero se convertiría en “palomero oficial”.
“Yo no me acuerdo mucho –dice María-… tenía cinco años cuando nos fuimos de ahí, pero mi hermano que murió el año pasado pasó toda su adolescencia en el Torreón. El sí recordaba todo y siempre decía que le tenía miedo de los fantasmas”.
Dora, al retomar la narración, recuerda que “una vez terminada la pedana se instaló allí el Pidgeon Club y los hombres jugaban a dispararle a las palomas mientras sus mujeres tomaban el té en la confitería”. Su padre había pasado entonces a ser encargado de reponer las aves para cada sesión de tiro. Cuando se cansó del trabajo, él y su esposa se fueron del Torreón, quedando a cargo su yerno alemán con su hija y su pequeño nieto. Posteriormente el “tiro a la paloma” se transformaría en “tiro al disco” por exigencia de la Sociedad Protectora de Animales.
En 1953, la propiedad pasó del municipio al Círculo de la Marina y los Shweighart debieron buscar otro hogar y trabajo. La relación física y directa de la familia con el edificio había terminado, pero no la histórica y afectiva. Es que la identidad no se pierde nunca. Según dicen, la historia de una persona es la de todas, y viceversa. A Mar del Plata la construyeron todos sus habitantes. Su identidad está marcada a fuego por familias como ésta, que dejaron una impronta más fuerte que la leyenda.-
DOCUMENTO HISTÓRICO COMO TODAS LAS QUE INTEGRAN ESTA SERIE.
Sra. Dora. Muy bueno el material publicado y su vivencias contadas, quien mejor que usted que vivio todo los cambios hasta nuestros dias para dejarnos una historia del Torreon, la felicito y gracias por dejarnos compartir esta historia de familia, no es de leyenda es verdadera y pero tambien tiene amor. Sin otro particular la saludo muy atte. Jose Alberto Lago.
¡Gracias por los recuerdos! La historia de nuestra familia en el Torreón rememorada por dos de sus protagonistas nos llena de emoción y nos enorgullece: la nuestra es una de las tantas familias que hicieron Mar del Plata desde su trabajo, su esfuerzo y la más de las veces, su sacrificio, que no por sus grandes fortunas heredadas. Un beso enorme a la tía y la prima que han sabido compartir sus vivencias y homenajear de esa forma a nuestros mayores. Desde Valencia, España, orgullosamente marplatenses,
Susana Plana Sánchez y flia.
Para “Fotos de familia: disculpen por la corrección pero el apellido correcto es “Schweighart”, han omitido la “c”. Atte.
Susana Plana Sánchez
Gracias Sra Dora por habernos permitido “meternos”y conocer ésta maravillosa hístoria, que de niños nos estremecía su leyenda, (leíamos mucho)y hoy vemos una historia de mucho sacrificio, abnegación y entrega.Me imagino al hermano de Maria Pura, Antonio Jesús recientemente fallecido)con todos sus recuerdos..!y que seguramente de donde está habrá esbozado una sonrisa.. Y como bien expresa el redactor, “Dejaron una impronta más fuerte que la leyenda.Gracias a Gustavo Visciarelli y todo el Staff, por la realización del maravilloso suplemento..!
(Saben que se agotó temprano.?) Silvia Masmitja
Me da muchisima emocion leer estas lineas!!!!!!!!!!!y estoy muy orgullosa de ser descendencia de esa familia!!!y si, seguro que los que no estan con nosotros aca, pero si en nuestro corazon, estan muy contentos de esta historia, que es suya! y Gracias al diario x permitir a la gente poner su pieza de rompecabezas de la gran historia marplatense!!!besos loberenses de una marplatense!
Me alegra que les haya gustado. Fue un placer para mí conocer la historia y redactarla. Saludos!