Muelle del Club de Pesca Mar del Plata y cimientos de una obra inconclusa. Colección Mentruyt. Catálogo Bullrich, Gaona y Wernicke. Aporte: Enrique Mario Palacio.
“Restos de un sueño de grandeza sepultados en playa Punta Iglesia”
El gigantesco hotel que nunca fue.
Donde hoy se encuentra el muelle del Club de Pesca nació hace un siglo un utópico proyecto que el mar, en reclamo de su territorio, se encargo de frustrar.
Hasta hace algunos años afloraban enigmáticos cimientos en el limite de las playas Popular y Punta Iglesia cuando el mar embravecido por la sudestada removía sus arenas. Ante el renovado asombro que provocaba cada aparición, se escuchaba una breve respuesta: “Son restos de la antigua rambla”. En verdad, pertenecen al tramo de la rambla que jamas llegó a construirse y a uno de los proyectos más delirantes que recuerda la historia local: un gran hotel casino en playa Punta Iglesia sobre una suerte de península artificial que le ganaría territorios al mar.
Ya sabemos que la antigua Rambla Bristol, inaugurada en 1913, bella e incompleta, empezaba a la altura de la calle Rivadavia con un muro abrupto y desangelado que evidenciaba su inconclusión.
En propósito era extenderla hasta la actual avenida Luro con un concierto de sueños fabulosos que incluían el utópico hotel-casino dentro del mar.
El plan se detuvo en gran parte porque la Rambla empezó a tener problemas con un vecino furioso: el mar. Pronto el oleaje empezó a castigarla y en mayo de 1920 un temporal de 48 horas hirió su ensoñación afrancesada.
El azote no sorprendió a los marplatenses, que venían observando cómo sus playas desaparecían mientras fracasaban los intentos de protegerlas con precarios espigones construidos con piedras apiladas en redes de alambre galvanizado. Aquel temporal del ´20, además de arrastrarlos, devoró las playas céntricas.
¿A qué respondía semejante castigó? En esos días LA CAPITAL publicó la opinión del ingeniero Antonio Vignolo, quien aseguró que la Rambla había sido mal ubicada por “falta de estudios y de criterio técnico”. A su entender, la realización de puerto -“que se resolvió sin más análisis”- agravó la situación. De hecho, afirmó que “a medida que avanzó la construcción de la escollera sur, avanzaron las aguas en playa Bristol”.
Insólitamente, cuatro meses después del temporal intentaron retomar el proyecto de la rambla. Es más: el 18 de septiembre de 1920 la comisión de Obras Públicas la Cámara de Diputados aprobó el proyecto de los ingenieros Andrés Devoto Moreno y Jesús Barco Agrelo, quienes aceptaron el reto de construir el hotel a cambio de explotarlo durante sesenta años. Asimismo, se comprometían a terminar la rambla “en un estilo similar a la existente pero con unas linea de construcción más ligera”.
Tiempo después LA CAPITAL publicó un dibujo del proyecto con un lacónico epígrafe que explicaba los motivos de su frustración: “El mar se encargó de destruir tales ilusiones”.
Los cimientos quedaron largamente expuestos e incluso convivieron con el muelle del Club de Pesca, levantado en 1927.
Luego quedaron sepultados. El mar, de tanto en tanto, los sacaba a relucir, como una alegoría de su triunfo. Seguramente algo queda bajo las arenas de aquel malogrado sueño de grandeza.
Suplemento impreso LA CAPITAL 115 Aniversario, lunes 25 de mayo de 2020.
Texto: Gustavo Visciarelli.
“Restos de un sueño de grandeza sepultados en playa Punta Iglesia”
El gigantesco hotel que nunca fue.
Donde hoy se encuentra el muelle del Club de Pesca nació hace un siglo un utópico proyecto que el mar, en reclamo de su territorio, se encargo de frustrar.
Hasta hace algunos años afloraban enigmáticos cimientos en el limite de las playas Popular y Punta Iglesia cuando el mar embravecido por la sudestada removía sus arenas. Ante el renovado asombro que provocaba cada aparición, se escuchaba una breve respuesta: “Son restos de la antigua rambla”. En verdad, pertenecen al tramo de la rambla que jamas llegó a construirse y a uno de los proyectos más delirantes que recuerda la historia local: un gran hotel casino en playa Punta Iglesia sobre una suerte de península artificial que le ganaría territorios al mar.
Ya sabemos que la antigua Rambla Bristol, inaugurada en 1913, bella e incompleta, empezaba a la altura de la calle Rivadavia con un muro abrupto y desangelado que evidenciaba su inconclusión.
El propósito era extenderla hasta la actual avenida Luro con un concierto de sueños fabulosos que incluían el utópico hotel-casino dentro del mar.
El plan se detuvo en gran parte porque la Rambla empezó a tener problemas con un vecino furioso: el mar. Pronto el oleaje empezó a castigarla y en mayo de 1920 un temporal de 48 horas hirió su ensoñación afrancesada.
El azote no sorprendió a los marplatenses, que venían observando cómo sus playas desaparecían mientras fracasaban los intentos de protegerlas con precarios espigones construidos con piedras apiladas en redes de alambre galvanizado. Aquel temporal del ´20, además de arrastrarlos, devoró las playas céntricas.
¿A qué respondía semejante castigó? En esos días LA CAPITAL publicó la opinión del ingeniero Antonio Vignolo, quien aseguró que la Rambla había sido mal ubicada por “falta de estudios y de criterio técnico”. A su entender, la realización de puerto -“que se resolvió sin más análisis”- agravó la situación. De hecho, afirmó que “a medida que avanzó la construcción de la escollera sur, avanzaron las aguas en playa Bristol”.
Insólitamente, cuatro meses después del temporal intentaron retomar el proyecto de la rambla. Es más: el 18 de septiembre de 1920 la comisión de Obras Públicas la Cámara de Diputados aprobó el proyecto de los ingenieros Andrés Devoto Moreno y Jesús Barco Agrelo, quienes aceptaron el reto de construir el hotel a cambio de explotarlo durante sesenta años. Asimismo, se comprometían a terminar la rambla “en un estilo similar a la existente pero con unas linea de construcción más ligera”.
Tiempo después LA CAPITAL publicó un dibujo del proyecto con un lacónico epígrafe que explicaba los motivos de su frustración: “El mar se encargó de destruir tales ilusiones”.
Los cimientos quedaron largamente expuestos e incluso convivieron con el muelle del Club de Pesca, levantado en 1927.
Luego quedaron sepultados. El mar, de tanto en tanto, los sacaba a relucir, como una alegoría de su triunfo. Seguramente algo queda bajo las arenas de aquel malogrado sueño de grandeza.
Suplemento impreso LA CAPITAL 115 Aniversario, lunes 25 de mayo de 2020.
Texto: Gustavo Visciarelli.
Un poco más al norte de ese lugar había una escollera que desviaba los embates del mar concentrándolos en los costados de la pileta de natación los cuales, pese a ser de robusto hormigón, fueron una vez fragmentados como si tal cosa por el poder de las olas.
En mi niñez vivía cerca de allí, frente a Plaza España y cuando había temporal, bien cubierto con mi capa, me instalaba en la bajada de Boulevar Marítimo, más o menos sobre la cabeza de Ameghino, lugar desde el cual podía disfrutar de ese estremecedor espectáculo de la potencia del mar reventado ruidosamente.
Pienso que a eso se refería el ingeniero Vignolo al criticar la ubicación de aquellas obras de su tiempo, porque estaban ignorando la fuerza de la naturaleza.
Y muy ilustrativa la sentencia del Diario La Capital al resumir “El mar se encargó de destruir tales ilusiones”.
Muchas gracias, señor Palacio. También al señor Visciarelli por la hermosa nota.
sr mendoi soy gracielaarias y tengo mucho mARERIAL QUE EES DONARIA, PUEDE LLAMARME AÑ 2236951798 Y COMBINAMOS PARA QUE LAS VEA Y WLIJA MUCHAS GRACIAS , ES
PERO PRONTO SUS NOTICIAS, ATT.
GRACIELA ARIAS
“Restos de un sueño de grandeza sepultados en playa Punta Iglesia”
El gigantesco hotel que nunca fue.
Donde hoy se encuentra el muelle del Club de Pesca nació hace un siglo un utópico proyecto que el mar, en reclamo de su territorio, se encargo de frustrar.
Hasta hace algunos años afloraban enigmáticos cimientos en el limite de las playas Popular y Punta Iglesia cuando el mar embravecido por la sudestada removía sus arenas. Ante el renovado asombro que provocaba cada aparición, se escuchaba una breve respuesta: “Son restos de la antigua rambla”. En verdad, pertenecen al tramo de la rambla que jamas llegó a construirse y a uno de los proyectos más delirantes que recuerda la historia local: un gran hotel casino en playa Punta Iglesia sobre una suerte de península artificial que le ganaría territorios al mar.
Ya sabemos que la antigua Rambla Bristol, inaugurada en 1913, bella e incompleta, empezaba a la altura de la calle Rivadavia con un muro abrupto y desangelado que evidenciaba su inconclusión.
En propósito era extenderla hasta la actual avenida Luro con un concierto de sueños fabulosos que incluían el utópico hotel-casino dentro del mar.
El plan se detuvo en gran parte porque la Rambla empezó a tener problemas con un vecino furioso: el mar. Pronto el oleaje empezó a castigarla y en mayo de 1920 un temporal de 48 horas hirió su ensoñación afrancesada.
El azote no sorprendió a los marplatenses, que venían observando cómo sus playas desaparecían mientras fracasaban los intentos de protegerlas con precarios espigones construidos con piedras apiladas en redes de alambre galvanizado. Aquel temporal del ´20, además de arrastrarlos, devoró las playas céntricas.
¿A qué respondía semejante castigó? En esos días LA CAPITAL publicó la opinión del ingeniero Antonio Vignolo, quien aseguró que la Rambla había sido mal ubicada por “falta de estudios y de criterio técnico”. A su entender, la realización de puerto -“que se resolvió sin más análisis”- agravó la situación. De hecho, afirmó que “a medida que avanzó la construcción de la escollera sur, avanzaron las aguas en playa Bristol”.
Insólitamente, cuatro meses después del temporal intentaron retomar el proyecto de la rambla. Es más: el 18 de septiembre de 1920 la comisión de Obras Públicas la Cámara de Diputados aprobó el proyecto de los ingenieros Andrés Devoto Moreno y Jesús Barco Agrelo, quienes aceptaron el reto de construir el hotel a cambio de explotarlo durante sesenta años. Asimismo, se comprometían a terminar la rambla “en un estilo similar a la existente pero con unas linea de construcción más ligera”.
Tiempo después LA CAPITAL publicó un dibujo del proyecto con un lacónico epígrafe que explicaba los motivos de su frustración: “El mar se encargó de destruir tales ilusiones”.
Los cimientos quedaron largamente expuestos e incluso convivieron con el muelle del Club de Pesca, levantado en 1927.
Luego quedaron sepultados. El mar, de tanto en tanto, los sacaba a relucir, como una alegoría de su triunfo. Seguramente algo queda bajo las arenas de aquel malogrado sueño de grandeza.
Suplemento impreso LA CAPITAL 115 Aniversario, lunes 25 de mayo de 2020.
Texto: Gustavo Visciarelli.
Atte: Enrique Mario Palacio
“Restos de un sueño de grandeza sepultados en playa Punta Iglesia”
El gigantesco hotel que nunca fue.
Donde hoy se encuentra el muelle del Club de Pesca nació hace un siglo un utópico proyecto que el mar, en reclamo de su territorio, se encargo de frustrar.
Hasta hace algunos años afloraban enigmáticos cimientos en el limite de las playas Popular y Punta Iglesia cuando el mar embravecido por la sudestada removía sus arenas. Ante el renovado asombro que provocaba cada aparición, se escuchaba una breve respuesta: “Son restos de la antigua rambla”. En verdad, pertenecen al tramo de la rambla que jamas llegó a construirse y a uno de los proyectos más delirantes que recuerda la historia local: un gran hotel casino en playa Punta Iglesia sobre una suerte de península artificial que le ganaría territorios al mar.
Ya sabemos que la antigua Rambla Bristol, inaugurada en 1913, bella e incompleta, empezaba a la altura de la calle Rivadavia con un muro abrupto y desangelado que evidenciaba su inconclusión.
El propósito era extenderla hasta la actual avenida Luro con un concierto de sueños fabulosos que incluían el utópico hotel-casino dentro del mar.
El plan se detuvo en gran parte porque la Rambla empezó a tener problemas con un vecino furioso: el mar. Pronto el oleaje empezó a castigarla y en mayo de 1920 un temporal de 48 horas hirió su ensoñación afrancesada.
El azote no sorprendió a los marplatenses, que venían observando cómo sus playas desaparecían mientras fracasaban los intentos de protegerlas con precarios espigones construidos con piedras apiladas en redes de alambre galvanizado. Aquel temporal del ´20, además de arrastrarlos, devoró las playas céntricas.
¿A qué respondía semejante castigó? En esos días LA CAPITAL publicó la opinión del ingeniero Antonio Vignolo, quien aseguró que la Rambla había sido mal ubicada por “falta de estudios y de criterio técnico”. A su entender, la realización de puerto -“que se resolvió sin más análisis”- agravó la situación. De hecho, afirmó que “a medida que avanzó la construcción de la escollera sur, avanzaron las aguas en playa Bristol”.
Insólitamente, cuatro meses después del temporal intentaron retomar el proyecto de la rambla. Es más: el 18 de septiembre de 1920 la comisión de Obras Públicas la Cámara de Diputados aprobó el proyecto de los ingenieros Andrés Devoto Moreno y Jesús Barco Agrelo, quienes aceptaron el reto de construir el hotel a cambio de explotarlo durante sesenta años. Asimismo, se comprometían a terminar la rambla “en un estilo similar a la existente pero con unas linea de construcción más ligera”.
Tiempo después LA CAPITAL publicó un dibujo del proyecto con un lacónico epígrafe que explicaba los motivos de su frustración: “El mar se encargó de destruir tales ilusiones”.
Los cimientos quedaron largamente expuestos e incluso convivieron con el muelle del Club de Pesca, levantado en 1927.
Luego quedaron sepultados. El mar, de tanto en tanto, los sacaba a relucir, como una alegoría de su triunfo. Seguramente algo queda bajo las arenas de aquel malogrado sueño de grandeza.
Suplemento impreso LA CAPITAL 115 Aniversario, lunes 25 de mayo de 2020.
Texto: Gustavo Visciarelli.
Atte: Enrique Mario Palacio
Un poco más al norte de ese lugar había una escollera que desviaba los embates del mar concentrándolos en los costados de la pileta de natación los cuales, pese a ser de robusto hormigón, fueron una vez fragmentados como si tal cosa por el poder de las olas.
En mi niñez vivía cerca de allí, frente a Plaza España y cuando había temporal, bien cubierto con mi capa, me instalaba en la bajada de Boulevar Marítimo, más o menos sobre la cabeza de Ameghino, lugar desde el cual podía disfrutar de ese estremecedor espectáculo de la potencia del mar reventado ruidosamente.
Pienso que a eso se refería el ingeniero Vignolo al criticar la ubicación de aquellas obras de su tiempo, porque estaban ignorando la fuerza de la naturaleza.
Y muy ilustrativa la sentencia del Diario La Capital al resumir “El mar se encargó de destruir tales ilusiones”.
Muchas gracias, señor Palacio. También al señor Visciarelli por la hermosa nota.
sr mendoi soy gracielaarias y tengo mucho mARERIAL QUE EES DONARIA, PUEDE LLAMARME AÑ 2236951798 Y COMBINAMOS PARA QUE LAS VEA Y WLIJA MUCHAS GRACIAS , ES
PERO PRONTO SUS NOTICIAS, ATT.
GRACIELA ARIAS