Incorporamos este artículo publicado en agosto pasado en la edición impresa de LA CAPITAL, dentro de la serie “Crónicas de hace un siglo”, basadas en los archivos de 1915. Se refiere puntualmente a la inauguración, ese año, del busto a Pellegrini.
Cuando la policía se llevó
la banda de la romería
Por Gustavo Visciarelli
El busto de Carlos Pellegrini lleva cien años y cuatro meses en el mismo lugar, pero si preguntáramos dónde está, muy pocos sabrían responder.
El bronce del ex presidente, con sus bigotes húngaros, mira el mar desde la plazoleta trazada en la costa y Alvear. A sus espaldas muere diariamente el chalet que en 1907 hizo construir Antonio Leloir y que terminó su vida útil con un nombre comercial: Chateu Frontenac.
Una crónica centenaria rescata el nombre de Manuel Aguirre, “escultor de méritos positivos y relevantes”, que “ha tenido la feliz idea de obsequiar a nuestra ciudad con un bien modelado busto del señor Pellegrini, cuyas simpatías por este balneario no serán olvidadas”. Tal vaticinio no se ha cumplido, pero es cierto que Pellegrini –presidente de los argentinos entre 1890 y 1892- prestigió con su figura aquellos veraneos fundacionales del turismo en Mar del Plata.
Abundan los registros históricos de su interés por la villa balnearia. El más recordado data de 1890, cuando un temporal arrasó la primera rambla de madera y el presidente organizó una suscripción de bonos para construir una nueva, que en su homenaje fue conocida como “Rambla Pellegrini”. El fuego la destruyó en 1905, un año antes del fallecimiento de su propulsor.
Ceremonia “casi oculta”
El busto de Pellegrini fue descubierto el domingo 7 de marzo de 1915 en una ceremonia que organizó el municipio y que estuvo acotada a unos pocos invitados especiales, según surge de un artículo de LA CAPITAL: “En forma que seguramente no era la que correspondía, llevose a cabo el domingo la inauguración del busto al doctor Pellegrini, una de las personalidades que más se han esforzado por el progreso de Mar del Plata. El acto llevose a cabo en forma casi oculta, despojándolo injusta e inconsultamente de todo carácter popular”. En medio de abundantes críticas, algo positivo rescató el cronista: “…el doctor Groussac salvó un tanto el completo desastre del acto con un bello discurso…”.
Un erudito temido
Así nos enteramos que aquel día estuvo en Mar del Plata el intelectual franco-argentino Paul Groussac, amigo entrañable de Pellegrini, escritor, docente, periodista, ensayista y brillante director de la Biblioteca Nacional desde 1885 hasta su muerte en 1929. No escapan a la biografía su mal humor ni sus temidas críticas literarias.
Su relación con el balneario era tan antigua como el ferrocarril, que llegó en 1886. De hecho, fue pasajero en uno de los viajes inaugurales en compañía del gobernador Dardo Rocha y del entonces vicepresidente Carlos Pellegrini. Esa y otras visitas inspiraron la pluma de Groussac, cuyos textos son considerados los primeros relatos literarios sobre la ciudad.
El busto de Pellegrini y un admirable discurso de Groussac:
Por otra parte,como homenaje exclusivamente personal a la memoria de su amigo Pellegrini,mi abuelo Aguirre decidió esculpir su busto;cuya imagen marmórea,una vez terminada,puso él en su escritorio sobre un pedestal de madera.Esa escultura a mi ver uno de los mejores retratos logrados por Aguirre permaneció en aquel sitio hasta el fallecimiento del autor,y después en casa de su viuda doña Enriqueta Lynch.Dos reproducciones de bronce del referido mármol original,engalanan,en la actualidad,los jardines de la explanada en Mar del Plata,y una plaza en el pueblo bonaerense de San Fernando.El 7-3-1915 se emplazó,en aquel balneario,la réplica del busto de Pellegrini por iniciativa de Paul Groussac,del comisionado de la Municipalidad marplatense Florencio Martínez de Hoz,del senador Adolfo Dávila,del pintor Carlos de la Torre,de Francisco Beazley,Carlos Dimet,Adolfo Orma,Alberto del Solar y de otras personas cuyos nombres se me escapan.Asistieron ese día a la inauguración del monumento,la viuda de Pellegrini,doña Carolina Lagos, varios miembros de la familia de Aguirre,y,además de los señores antedichos,José María Rosa,Marco Avellaneda,Vicente C. Gallo,Carlos Ibarguren,Emilio N. Casares,Saturnino J. Unzué,Carlos Madero,Enrique de Anchorena,Jacinto Peralta Ramos entre otros caballeros.Groussac,en nombre de la familia de Aguirre,fué el encargado de entregar el busto del prohombre;y lo hizo a través de un largo y hermosísimo discurso,algunos de cuyos conceptos no puedo dejar sin transcribir: “He aceptado complacido -dijo- y vengo a cumplir el honroso encargo de ofrecer a la Municipalidad de Mar del Plata…el busto en bronce del doctor Carlos Pellegrini,obra del notable aficionado don Manuel J. Aguirre,y que su distinguida familia ha donado a esta ciudad,realizando así la intención del autor,quien,como el ilustre modelo,fué también arrebatado prematuramente al amor de los suyos y al respeto unánime de sus conciudadanos.Los antecedentes de esta donación,sencillos y discretos cual corresponde a las personas que en ella intervinieron,se resumen en pocas palabras.Concluído por el señor Aguirre el mármol de su malogrado amigo quedó expuesto para algunos íntimos en el ese entonces taller risueño de la calle Cerrito,de donde se creía que no debiera salir.El autor,con su modestia acostumbrada,se mostraba perplejo ante los últimos retoques.En realidad,como podréis apreciarlo,el busto era excelente.En su ejecución,singularmente feliz,las cualidades propias del artista aparecían intensificadas por el afecto.Habíase esta vez asimilado,con mayor eficacia que en otras producciones anteriores,el don supremo de los escultores de retratos,que consiste en la interpretación psicológica,mucho más importante y difícil que el parecido inerte de las facciones…Entre tanto,como viera el mármol el señor Ernesto Tornquist,fiel admirador de Pellegrini e infatigable impulsor de Mar del Plata,pidió y obtuvo que el autor hiciera fundir en bronce un ejemplar ampliado de su obra,destinado a este sitio público.Efectuóse puntualmente lo que dependía de la voluntad humana,pero entonces se produjo otra intervención con que no se contaba.Fundido el busto y construído el pedestal donde ahora lo vemos,vino la sucesiva y sentida desaparición del promotor de este monumento,y de su principal autor,a suspender los preparativos de la inauguración,que quedó indefinidamente aplazada.Este año,por fin,alguien que recordando el estado de cosas se propuso reparar el prolongado olvido,encontró tan bien dispuesto el terreno,que ha bastado una indicación para que el señor Comisionado Martínez de Hoz acogiera la idea oportuna y la llevase a la práctica.Creo que a ninguno de vosotros habrá causado extrañeza el que yo tome la palabra al pie de un monumento consagrado a Carlos Pellegrini: tan notoria es la amistad que nos ligó,que ella forma parte,puede decirse,de mi mediana figuración argentina.Más comprensible sería cierta sorpresa por verme aquí en representación de la familia donadora,quien,al confiarme tan alto cometido,sólo ha querido guiarse por el afecto que su llorado jefe me dispensaba,sin tener en debida cuenta la razones que otra designación aconsejaba para el mayor realce de esta ceremonia.No debo,sin embargo,dejaros entender que para arrancarme de mis hábitos de silencio público,fueron necesarias largas y repetidas instancias.Es la verdad,y lo digo al solo intento de no aparecer ponderando este pequeño esfuerzo,que para vencer mi resistencia,háme bastado oir una voz grave y dulce pronunciar con noble sencillez estas palabras: ¿Mi padre lo habría deseado? Por ellas, señores (por pedido de mi madre Maruja Aguirre,me encuentro ahora ante vosotros … No es el caso frecuente en estas inauguraciones,asociar en un mismo elogio las figuras igualmente simpáticas del personaje representado y de su estatuario: por el primero conocí al segundo,y nuestra amistad,esquiciada por una carta mía sobre Mariano Moreno,se estrechó con el trato frecuente,mientras él estaba modelando el busto del febril Secretario,que adorna el salón de lectura de la Biblioteca Nacional.”Por lo demás -continuó el disertante-,ante el ilustrado auditorio que me rodea,huelga recordar de qué clarísima familia porteña,de qué verdadera dinastía patricia era descendiente directo don Manuel J. Aguirre,tercer heredero del nombre que hizo histórico aquel Manuel Hermenegildo,elegido para llevar al presidente Monroe el voto de San Martín y Pueyrredón,y que sacrificó su fortuna en aras de la patria nueva,para dotarla de su incipiente marina de guerra.Es sabido cómo el nuestro,impelido de vocación irresistible,consagró felizmente a la escultura en todas las horas que le dejara libres la gestión de sus cuantiosos intereses, desviando inesperadamente hacia el arte un linaje de próceres coloniales y austeros repúblicos.Por cierto que éstos se nos presentan dotados de aptitudes o aplicaciones tan diversas como los tiempos en que actuaron.Pero ninguno de los que conocemos careció de merecimientos;y todos ellos sin excepción,desde el hidalgo navarro agraciado de Carlos III,que edificó la conocida casa solariega -donde ayer se extinguía,desapareciendo casi junto con ella,su ilustre nieto nonagenario-,hasta el hijo predilecto que tan de cerca iba a seguirle,se muestran poseedores de la misma alteza moral,idéntica como su sangre: a la manera de una cadena de oro,hecha con eslabones varios en forma de cinceladura,pero forjados del mismo purísimo metal”.Y Groussac agrega estas reflexiones de sociología política que valen para todos los tiempos: “A Dios gracias,señores,no son únicamente los bienes materiales y los títulos heráldicos los que constituyen el patrimonio de una familia,y suelen transmitirse de una a otra generación,sino también las virtudes paternas -factores presumibles,por otra parte,de las fortunas bien habidas.Tal es el criterio profundo con que la sabiduria popular,cristalizada en el idioma,ha extendido el primer significado genealógico de la palabra “noble”: a la calificación moral de las acciones y sentimientos superiores.Así considerado este componente sociológico tradicional,que no cierra el paso al mérito ascendente, aparece no sólo compatible con la democracia, sino indispensable en una república,para que con su sola acción se mantenga en equilibrio el orden público,condición vital de los Estados impidiendo que los impulsos populares a la utópica igualdad degeneren en demagogia”.Y el orador,en vísperas de la gran avalancha populista que irrumpiría detrás de Hipólito Yrigoyen,discierne con razón: “Por cierto que en estas naciones americanas,de reciente formación aluvial,no asoma el peligro por el lado de una casta patricia impenetrable,sino por el lado opuesto: es decir,por la inconsistencia de una estructura política formada por elementos adventicios, no todos de mala ley,seguramente,pero cuya importancia plutocrática no podría prevalecer,sin menoscabo social,sobre las jerarquías naturales del nacimiento,del carácter y de la inteligencia”.Casi en seguida,el discursante precisa que Pellegrini “no era quien,confundiendo los medios con el fin,hubiera colocado en la sola práctica inmediata del sufragio libre,sin condiciones ni restricciones,el bien político absoluto,no previendo o no temiendo,con aquella arma electoral puesta en manos todavía inexpertas,el advenimiento del despotismo popular,hoy mucho más peligroso e intangible que el frágil despotismo gubernativo! Durante su larga y accidentada carrera, creo que Pellegrini no incurrió una sola vez en el desliz de aplicar a las cosas del gobierno la fantasía, confundiendo,a pretexto de soplar arriba y abajo el mismo viento,el aleteo del colorido gallardete con la formidable tensión de la vela gris sobre la nave!”.Más adelante Groussac,con intimidad encantadora,evoca “al Pellegrini marplatense,al asiduo veraneante que, muy lejos de traer aquí sus preocupaciones políticas,salía de Buenos Aires huyendo de ellas,anheloso de esta marina oxigenada que descubrimos juntos,casi treinta años há,piloteados por José Luro;y cuya población balnearia se componía,a la sazón,de una mediana fonda -cuna del “Gran Hotel” -manejada por una robusta pareja vasca;de una barraca destartalada;y del antiguo molino,donde pasamos horas de deliciosa quietud”.Desde 1887,”Pellegrini,prontamente aquerenciado,dió en veranear aquí,año tras año,con la sola excepción de los que pasara en Europa … A poco se levantaba el “Bristol Hotel”,en cuyo gran comedor y salón de fiestas,tumultuosamente decorados (para no mentar el pecaminoso casino),se concentraba entonces toda la vida social de Mar del Plata … La Rambla de tablas,con sus tenduchas en cajas de fósforos,no era menos alegre,si menos monumental y concurrida que la presente.Y era allí,sobre todo durante la sesión matutina de diez a doce,entre los corrillos formados en las mesitas de aperitivos, cruzadas las charlas varoniles por la aguda batahola de las bañistas, donde se desbordaba la incomparable popularidad de Pellegrini … Muchos de los que ahora me escuchan se han sentado en aquellos corros familiares que se formaban en torno del ilustre estadista y poderoso orador, que aquí no quería ser sino un bañista en la playa y un paseante de la rambla … Pero cuantos dé aquellos faltan ya a la lista,algunos por ausencia accidental, otros por la definitiva! … Con todo, no agregaré más nombres a los dos que hoy conmemoramos,para no espesar el velo de tristeza que,como niebla sobre el sol,empaña por instantes el lustre de esta ceremonia.Sólo recordaremos hoy a los dos amigos que tantas veces contemplaron,desde este mismo sitio,la gloria del cielo azul reflejada en el océano,y ya cerrados los párpados,nos esperan allá donde se duerme el último sueño -sin que por su ausencia,ni por la de otros millares de espectadores que les precedieron y seguirán,la impasible Naturaleza apague un rayo de luz o canto de ave,interrumpa un segundo su obra eterna,que sólo por una hora, y en mínima parte,nos es dado entrever,aunque nunca abarcar su intensidad, ni sorprender su misterio…!”.Y este olvidado discurso de Groussac termina con la siguiente meditación,impregnada de sabiduria y de belleza literaria: “Sicut nubes … velut umbra ? quasi naves…: como la nube que pasa,como sombra que huye,como naves que cruzan a lo lejos: tal es,según el lamento de Job,nuestro breve existir sobre la tierra.No nos rindamos,sin embargo,hijos de otro tiempo y otra raza,a esa filosofía oriental de desesperación y fatalismo,la que,sobre exagerar lo efímero de la vida humana,no ha expresado sino la vanidad del rastro que deja sobre las arenas de Arabia el pastor nómade. iene el hombre moderno,reclama el pensador occidental,no sólo el derecho,sino el deber de asignar otra finalidad a su destino.Aún recogiendo esos mismos símbolos del melancólico poema,cabe darles otra y más adecuada interpretación.La nube que pasa se perpetúa en la planta que su lluvia fecundó;la sombra fugaz de hoy anuncia el día de mañana; la nave que cruza el horizonte se caracteriza,mejor que por la estela de espuma que su quilla traza en el mar,por el objeto y consecuencias tal vez inolvidables de su viaje.Y ¡a fé que el último concepto se formula por si solo en este recodo de la costa atlántica,a vista de ese cabo Corrientes, reconocido y señalado hace cuatro siglos por la armada descubridora de Magallanes,en el derrotero del periplo inmortal! No es cierto, entonces, que se borre la huella del hombre grande o bueno bajo el tropel de anónima muchedumbre.La obra dura más que el obrero … Pero aún cuando no llegare nuestro esfuerzo individual a condensarse en producción concreta,tampoco se desvanecerá en el espacio,con nuestra material envoltura,la partícula beneficiosa,y que llamaré divina,de nuestros actos si ellos la contuvieren.Esta también subsiste,como la obra maestra incorporada al caudal colectivo de los siglos que se llama civilización,la cual es,ante todo,un tesoro acumulado de bondad,de altruismo,de nobleza moral,de caridad,mucho más que de ciencia sin conciencia.La cultura integral tiene que ser humana, vale decir emanada a la par de la cabeza y del corazón.El saber sin entrañas,es luz que se convierte en llama de incendio.Señor Comisionado municipal: me complazco en entregar a vuestro solícito cuidado el monumento erigido a la memoria de Carlos Pellegrini y que la familia de Aguirre ha querido ofrecer a la ciudad de Mar del Plata”.
(Escultor Manuel Juan José Aguirre Anchorena (4-5-1850/23-6-1912-Genealogía Familiar/Discurso Paul Groussac).
Esta es una replica del busto que esta en la sede central del Banco Nación,
esculpidas por mi tatarabuelo, muy interesante el documento Lic.Somma.
Saludos.
Una postal que envie hace tiempo de este lugar con el chalet en su estado original…
http://www.lacapitalmdp.com/contenidos/fotosfamilia/fotos/5544
Atte.: Enrique Mario Palacio
Incorporamos este artículo publicado en agosto pasado en la edición impresa de LA CAPITAL, dentro de la serie “Crónicas de hace un siglo”, basadas en los archivos de 1915. Se refiere puntualmente a la inauguración, ese año, del busto a Pellegrini.
Cuando la policía se llevó
la banda de la romería
Por Gustavo Visciarelli
El busto de Carlos Pellegrini lleva cien años y cuatro meses en el mismo lugar, pero si preguntáramos dónde está, muy pocos sabrían responder.
El bronce del ex presidente, con sus bigotes húngaros, mira el mar desde la plazoleta trazada en la costa y Alvear. A sus espaldas muere diariamente el chalet que en 1907 hizo construir Antonio Leloir y que terminó su vida útil con un nombre comercial: Chateu Frontenac.
Una crónica centenaria rescata el nombre de Manuel Aguirre, “escultor de méritos positivos y relevantes”, que “ha tenido la feliz idea de obsequiar a nuestra ciudad con un bien modelado busto del señor Pellegrini, cuyas simpatías por este balneario no serán olvidadas”. Tal vaticinio no se ha cumplido, pero es cierto que Pellegrini –presidente de los argentinos entre 1890 y 1892- prestigió con su figura aquellos veraneos fundacionales del turismo en Mar del Plata.
Abundan los registros históricos de su interés por la villa balnearia. El más recordado data de 1890, cuando un temporal arrasó la primera rambla de madera y el presidente organizó una suscripción de bonos para construir una nueva, que en su homenaje fue conocida como “Rambla Pellegrini”. El fuego la destruyó en 1905, un año antes del fallecimiento de su propulsor.
Ceremonia “casi oculta”
El busto de Pellegrini fue descubierto el domingo 7 de marzo de 1915 en una ceremonia que organizó el municipio y que estuvo acotada a unos pocos invitados especiales, según surge de un artículo de LA CAPITAL: “En forma que seguramente no era la que correspondía, llevose a cabo el domingo la inauguración del busto al doctor Pellegrini, una de las personalidades que más se han esforzado por el progreso de Mar del Plata. El acto llevose a cabo en forma casi oculta, despojándolo injusta e inconsultamente de todo carácter popular”. En medio de abundantes críticas, algo positivo rescató el cronista: “…el doctor Groussac salvó un tanto el completo desastre del acto con un bello discurso…”.
Un erudito temido
Así nos enteramos que aquel día estuvo en Mar del Plata el intelectual franco-argentino Paul Groussac, amigo entrañable de Pellegrini, escritor, docente, periodista, ensayista y brillante director de la Biblioteca Nacional desde 1885 hasta su muerte en 1929. No escapan a la biografía su mal humor ni sus temidas críticas literarias.
Su relación con el balneario era tan antigua como el ferrocarril, que llegó en 1886. De hecho, fue pasajero en uno de los viajes inaugurales en compañía del gobernador Dardo Rocha y del entonces vicepresidente Carlos Pellegrini. Esa y otras visitas inspiraron la pluma de Groussac, cuyos textos son considerados los primeros relatos literarios sobre la ciudad.
La romería española
Aquel domingo 7 de marzo, en un predio cercano a
Genial el artículo Gustavo . Buena idea la de adjuntarlo aquí .
Saludo grande .
Julián Mendozzi.
El busto de Pellegrini y un admirable discurso de Groussac:
Por otra parte,como homenaje exclusivamente personal a la memoria de su amigo Pellegrini,mi abuelo Aguirre decidió esculpir su busto;cuya imagen marmórea,una vez terminada,puso él en su escritorio sobre un pedestal de madera.Esa escultura a mi ver uno de los mejores retratos logrados por Aguirre permaneció en aquel sitio hasta el fallecimiento del autor,y después en casa de su viuda doña Enriqueta Lynch.Dos reproducciones de bronce del referido mármol original,engalanan,en la actualidad,los jardines de la explanada en Mar del Plata,y una plaza en el pueblo bonaerense de San Fernando.El 7-3-1915 se emplazó,en aquel balneario,la réplica del busto de Pellegrini por iniciativa de Paul Groussac,del comisionado de la Municipalidad marplatense Florencio Martínez de Hoz,del senador Adolfo Dávila,del pintor Carlos de la Torre,de Francisco Beazley,Carlos Dimet,Adolfo Orma,Alberto del Solar y de otras personas cuyos nombres se me escapan.Asistieron ese día a la inauguración del monumento,la viuda de Pellegrini,doña Carolina Lagos, varios miembros de la familia de Aguirre,y,además de los señores antedichos,José María Rosa,Marco Avellaneda,Vicente C. Gallo,Carlos Ibarguren,Emilio N. Casares,Saturnino J. Unzué,Carlos Madero,Enrique de Anchorena,Jacinto Peralta Ramos entre otros caballeros.Groussac,en nombre de la familia de Aguirre,fué el encargado de entregar el busto del prohombre;y lo hizo a través de un largo y hermosísimo discurso,algunos de cuyos conceptos no puedo dejar sin transcribir: “He aceptado complacido -dijo- y vengo a cumplir el honroso encargo de ofrecer a la Municipalidad de Mar del Plata…el busto en bronce del doctor Carlos Pellegrini,obra del notable aficionado don Manuel J. Aguirre,y que su distinguida familia ha donado a esta ciudad,realizando así la intención del autor,quien,como el ilustre modelo,fué también arrebatado prematuramente al amor de los suyos y al respeto unánime de sus conciudadanos.Los antecedentes de esta donación,sencillos y discretos cual corresponde a las personas que en ella intervinieron,se resumen en pocas palabras.Concluído por el señor Aguirre el mármol de su malogrado amigo quedó expuesto para algunos íntimos en el ese entonces taller risueño de la calle Cerrito,de donde se creía que no debiera salir.El autor,con su modestia acostumbrada,se mostraba perplejo ante los últimos retoques.En realidad,como podréis apreciarlo,el busto era excelente.En su ejecución,singularmente feliz,las cualidades propias del artista aparecían intensificadas por el afecto.Habíase esta vez asimilado,con mayor eficacia que en otras producciones anteriores,el don supremo de los escultores de retratos,que consiste en la interpretación psicológica,mucho más importante y difícil que el parecido inerte de las facciones…Entre tanto,como viera el mármol el señor Ernesto Tornquist,fiel admirador de Pellegrini e infatigable impulsor de Mar del Plata,pidió y obtuvo que el autor hiciera fundir en bronce un ejemplar ampliado de su obra,destinado a este sitio público.Efectuóse puntualmente lo que dependía de la voluntad humana,pero entonces se produjo otra intervención con que no se contaba.Fundido el busto y construído el pedestal donde ahora lo vemos,vino la sucesiva y sentida desaparición del promotor de este monumento,y de su principal autor,a suspender los preparativos de la inauguración,que quedó indefinidamente aplazada.Este año,por fin,alguien que recordando el estado de cosas se propuso reparar el prolongado olvido,encontró tan bien dispuesto el terreno,que ha bastado una indicación para que el señor Comisionado Martínez de Hoz acogiera la idea oportuna y la llevase a la práctica.Creo que a ninguno de vosotros habrá causado extrañeza el que yo tome la palabra al pie de un monumento consagrado a Carlos Pellegrini: tan notoria es la amistad que nos ligó,que ella forma parte,puede decirse,de mi mediana figuración argentina.Más comprensible sería cierta sorpresa por verme aquí en representación de la familia donadora,quien,al confiarme tan alto cometido,sólo ha querido guiarse por el afecto que su llorado jefe me dispensaba,sin tener en debida cuenta la razones que otra designación aconsejaba para el mayor realce de esta ceremonia.No debo,sin embargo,dejaros entender que para arrancarme de mis hábitos de silencio público,fueron necesarias largas y repetidas instancias.Es la verdad,y lo digo al solo intento de no aparecer ponderando este pequeño esfuerzo,que para vencer mi resistencia,háme bastado oir una voz grave y dulce pronunciar con noble sencillez estas palabras: ¿Mi padre lo habría deseado? Por ellas, señores (por pedido de mi madre Maruja Aguirre,me encuentro ahora ante vosotros … No es el caso frecuente en estas inauguraciones,asociar en un mismo elogio las figuras igualmente simpáticas del personaje representado y de su estatuario: por el primero conocí al segundo,y nuestra amistad,esquiciada por una carta mía sobre Mariano Moreno,se estrechó con el trato frecuente,mientras él estaba modelando el busto del febril Secretario,que adorna el salón de lectura de la Biblioteca Nacional.”Por lo demás -continuó el disertante-,ante el ilustrado auditorio que me rodea,huelga recordar de qué clarísima familia porteña,de qué verdadera dinastía patricia era descendiente directo don Manuel J. Aguirre,tercer heredero del nombre que hizo histórico aquel Manuel Hermenegildo,elegido para llevar al presidente Monroe el voto de San Martín y Pueyrredón,y que sacrificó su fortuna en aras de la patria nueva,para dotarla de su incipiente marina de guerra.Es sabido cómo el nuestro,impelido de vocación irresistible,consagró felizmente a la escultura en todas las horas que le dejara libres la gestión de sus cuantiosos intereses, desviando inesperadamente hacia el arte un linaje de próceres coloniales y austeros repúblicos.Por cierto que éstos se nos presentan dotados de aptitudes o aplicaciones tan diversas como los tiempos en que actuaron.Pero ninguno de los que conocemos careció de merecimientos;y todos ellos sin excepción,desde el hidalgo navarro agraciado de Carlos III,que edificó la conocida casa solariega -donde ayer se extinguía,desapareciendo casi junto con ella,su ilustre nieto nonagenario-,hasta el hijo predilecto que tan de cerca iba a seguirle,se muestran poseedores de la misma alteza moral,idéntica como su sangre: a la manera de una cadena de oro,hecha con eslabones varios en forma de cinceladura,pero forjados del mismo purísimo metal”.Y Groussac agrega estas reflexiones de sociología política que valen para todos los tiempos: “A Dios gracias,señores,no son únicamente los bienes materiales y los títulos heráldicos los que constituyen el patrimonio de una familia,y suelen transmitirse de una a otra generación,sino también las virtudes paternas -factores presumibles,por otra parte,de las fortunas bien habidas.Tal es el criterio profundo con que la sabiduria popular,cristalizada en el idioma,ha extendido el primer significado genealógico de la palabra “noble”: a la calificación moral de las acciones y sentimientos superiores.Así considerado este componente sociológico tradicional,que no cierra el paso al mérito ascendente, aparece no sólo compatible con la democracia, sino indispensable en una república,para que con su sola acción se mantenga en equilibrio el orden público,condición vital de los Estados impidiendo que los impulsos populares a la utópica igualdad degeneren en demagogia”.Y el orador,en vísperas de la gran avalancha populista que irrumpiría detrás de Hipólito Yrigoyen,discierne con razón: “Por cierto que en estas naciones americanas,de reciente formación aluvial,no asoma el peligro por el lado de una casta patricia impenetrable,sino por el lado opuesto: es decir,por la inconsistencia de una estructura política formada por elementos adventicios, no todos de mala ley,seguramente,pero cuya importancia plutocrática no podría prevalecer,sin menoscabo social,sobre las jerarquías naturales del nacimiento,del carácter y de la inteligencia”.Casi en seguida,el discursante precisa que Pellegrini “no era quien,confundiendo los medios con el fin,hubiera colocado en la sola práctica inmediata del sufragio libre,sin condiciones ni restricciones,el bien político absoluto,no previendo o no temiendo,con aquella arma electoral puesta en manos todavía inexpertas,el advenimiento del despotismo popular,hoy mucho más peligroso e intangible que el frágil despotismo gubernativo! Durante su larga y accidentada carrera, creo que Pellegrini no incurrió una sola vez en el desliz de aplicar a las cosas del gobierno la fantasía, confundiendo,a pretexto de soplar arriba y abajo el mismo viento,el aleteo del colorido gallardete con la formidable tensión de la vela gris sobre la nave!”.Más adelante Groussac,con intimidad encantadora,evoca “al Pellegrini marplatense,al asiduo veraneante que, muy lejos de traer aquí sus preocupaciones políticas,salía de Buenos Aires huyendo de ellas,anheloso de esta marina oxigenada que descubrimos juntos,casi treinta años há,piloteados por José Luro;y cuya población balnearia se componía,a la sazón,de una mediana fonda -cuna del “Gran Hotel” -manejada por una robusta pareja vasca;de una barraca destartalada;y del antiguo molino,donde pasamos horas de deliciosa quietud”.Desde 1887,”Pellegrini,prontamente aquerenciado,dió en veranear aquí,año tras año,con la sola excepción de los que pasara en Europa … A poco se levantaba el “Bristol Hotel”,en cuyo gran comedor y salón de fiestas,tumultuosamente decorados (para no mentar el pecaminoso casino),se concentraba entonces toda la vida social de Mar del Plata … La Rambla de tablas,con sus tenduchas en cajas de fósforos,no era menos alegre,si menos monumental y concurrida que la presente.Y era allí,sobre todo durante la sesión matutina de diez a doce,entre los corrillos formados en las mesitas de aperitivos, cruzadas las charlas varoniles por la aguda batahola de las bañistas, donde se desbordaba la incomparable popularidad de Pellegrini … Muchos de los que ahora me escuchan se han sentado en aquellos corros familiares que se formaban en torno del ilustre estadista y poderoso orador, que aquí no quería ser sino un bañista en la playa y un paseante de la rambla … Pero cuantos dé aquellos faltan ya a la lista,algunos por ausencia accidental, otros por la definitiva! … Con todo, no agregaré más nombres a los dos que hoy conmemoramos,para no espesar el velo de tristeza que,como niebla sobre el sol,empaña por instantes el lustre de esta ceremonia.Sólo recordaremos hoy a los dos amigos que tantas veces contemplaron,desde este mismo sitio,la gloria del cielo azul reflejada en el océano,y ya cerrados los párpados,nos esperan allá donde se duerme el último sueño -sin que por su ausencia,ni por la de otros millares de espectadores que les precedieron y seguirán,la impasible Naturaleza apague un rayo de luz o canto de ave,interrumpa un segundo su obra eterna,que sólo por una hora, y en mínima parte,nos es dado entrever,aunque nunca abarcar su intensidad, ni sorprender su misterio…!”.Y este olvidado discurso de Groussac termina con la siguiente meditación,impregnada de sabiduria y de belleza literaria: “Sicut nubes … velut umbra ? quasi naves…: como la nube que pasa,como sombra que huye,como naves que cruzan a lo lejos: tal es,según el lamento de Job,nuestro breve existir sobre la tierra.No nos rindamos,sin embargo,hijos de otro tiempo y otra raza,a esa filosofía oriental de desesperación y fatalismo,la que,sobre exagerar lo efímero de la vida humana,no ha expresado sino la vanidad del rastro que deja sobre las arenas de Arabia el pastor nómade. iene el hombre moderno,reclama el pensador occidental,no sólo el derecho,sino el deber de asignar otra finalidad a su destino.Aún recogiendo esos mismos símbolos del melancólico poema,cabe darles otra y más adecuada interpretación.La nube que pasa se perpetúa en la planta que su lluvia fecundó;la sombra fugaz de hoy anuncia el día de mañana; la nave que cruza el horizonte se caracteriza,mejor que por la estela de espuma que su quilla traza en el mar,por el objeto y consecuencias tal vez inolvidables de su viaje.Y ¡a fé que el último concepto se formula por si solo en este recodo de la costa atlántica,a vista de ese cabo Corrientes, reconocido y señalado hace cuatro siglos por la armada descubridora de Magallanes,en el derrotero del periplo inmortal! No es cierto, entonces, que se borre la huella del hombre grande o bueno bajo el tropel de anónima muchedumbre.La obra dura más que el obrero … Pero aún cuando no llegare nuestro esfuerzo individual a condensarse en producción concreta,tampoco se desvanecerá en el espacio,con nuestra material envoltura,la partícula beneficiosa,y que llamaré divina,de nuestros actos si ellos la contuvieren.Esta también subsiste,como la obra maestra incorporada al caudal colectivo de los siglos que se llama civilización,la cual es,ante todo,un tesoro acumulado de bondad,de altruismo,de nobleza moral,de caridad,mucho más que de ciencia sin conciencia.La cultura integral tiene que ser humana, vale decir emanada a la par de la cabeza y del corazón.El saber sin entrañas,es luz que se convierte en llama de incendio.Señor Comisionado municipal: me complazco en entregar a vuestro solícito cuidado el monumento erigido a la memoria de Carlos Pellegrini y que la familia de Aguirre ha querido ofrecer a la ciudad de Mar del Plata”.
(Escultor Manuel Juan José Aguirre Anchorena (4-5-1850/23-6-1912-Genealogía Familiar/Discurso Paul Groussac).
Esta es una replica del busto que esta en la sede central del Banco Nación,
esculpidas por mi tatarabuelo, muy interesante el documento Lic.Somma.
Saludos.