PLAYA CHICA , UN CLÁSICO PLAGADO DE DE RITOS Y FANS .
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Hay quienes, más que en Mar del Plata, veranean en Playa Chica, esa bahía sin arena y pura roca que alberga a amigos en plan de charla, parejas besuqueras o simples enamorados de las olas.
“En los inicios del siglo pasado, en las tardes de verano, los residentes del barrio Los Troncos, el más aristocrático por aquellos años, bajaban hasta Playa Chica, acompañados por la servidumbre, tendían la mesa con finos manteles y tomaban el té.” El ritual es recordado a Página/12 por Hugo Alfonso, jefe de prensa del Ente Municipal de Turismo (Emtur), un baqueano al que le gusta rastrear en la historia de la ciudad en la que vive. Más profano es el recuerdo que trae Gerardo Fernández, propietario de la villa marina Bahía Playa Chica, un restaurante con solarium y pileta de natación, que se levanta sobre las piedras de uno de los balnearios más tradicionales de Mar del Plata. “Playa Chica era un lugar tranquilo y los atardeceres eran ideales para ‘chapar’”, rememora Fernández, utilizando un término de los sesenta que es sinónimo de “transar”, como dicen ahora los más jóvenes. En aquellos años, los donjuanes alardeaban que las rocas de Playa Chica eran de goma porque ellos las habían ablandado a fuerza de franelear con sus novias de verano.
Las leyendas del pasado y la belleza que todavía mantiene, a pesar de cierto olvido, hacen de Playa Chica un lugar ideal para charlar con amigos, tomarse unos mates al amparo de las paredes de piedra que la cierran en una curva pronunciada, escuchar el ruido de las olas que rompen a cada segundo y si hay con quien, se puede chapar, transar o franelear. Cada cual decida el término que mejor concuerde con su edad. Playa Chica se ha quedado sin arena desde hace muchos años. Sus adoradores, por lo general gente de más de 30 años, van saltando de piedra en piedra, como jugando a la rayuela, hasta encontrar una superficie plana y lo suficientemente amplia como para depositar sobre ellas dos o tres reposeras, sentarse a tomar sol, incluso en los días de mucho viento porque la bahía está al final de un profundo declive que sirve de amparo.
“Nosotras somos de Rosario. Siempre venimos a Mar del Plata y a Playa Chica, porque nos parece un lugar mágico, tranquilo, delicioso. Está tan lejos del tránsito (el que pasa por la avenida Peralta Ramos, que bordea el mar) que no llegan ni los ruidos. Lo único que se sienten son los latigazos del mar sobre las piedras.” Las rosarinas Andrea y Lily se llenan de poesía y eso que recién acaban de llegar a la ciudad. Están esperando a un amigo marplatense, Gabriel, que las acompaña siempre. Luego de bajar por una de las tantas escaleras (ninguna llega hasta los sitios que eligen los amantes del lugar), están obligadas a hacer lo mismo que todos: iniciar el descenso como si fueran montañistas de un pequeño Aconcagua. Todos quieren estar lo más cerca posible del mar, pegados a las rocas que, a fuerza de recibir cachetazos salados, han tomado los colores que tienen las algas y los caracoles que se adhieren a sus paredes. Un sinfín de tonos del marrón al negro, pasando por el gris, el amarillo o el verde musgo.
“Este es un lugar íntimo, para estar con los amigos y disfrutar del mar, sin mojarse en el mar”, insiste Andrea. “Me parece que estoy viendo caras muy rosarinas”, anuncia Carlos Alberto, que comparte una de las rocas más lisas con otros cuatro amigos. Es el primer día de Playa Chica para Andrea y Lily. Eso indica que Carlos Alberto, y los otros, las conocen del año anterior o de 1998, el primer año en que ambas veranearon en Mar del Plata. Todos se conocen. Para mojarse, en este lugar, hay que tirarse a la pileta de la villa marina que construyó, hace 16 años Gerardo Fernández. Uno de los que más disfruta del agua es Valentín, su hijo de 9 años. A pedido de la fotógrafa se vuelve a zambullir en la pileta y después dice convencido: “Ahora ya soy famoso”. Después de hablar hasta por los codos, se declara como “un pibe muy serio” que acaba de pasar de grado “con un 8,60 de desempeño global”.
Valentín juega en el agua con dos jovencitas que llegaron de Morón: Romina y Fiorella. La única que habla es Romina, estudiante de comunicación en la Universidad de La Matanza, que sueña con trabajar como productora de televisión. “Es la primera vez que venimos a Playa Chica. Nos gustó el lugar y la pileta. Nos cobran 25 pesos para usar todo el complejo. No es caro y la gente que viene es tranquila, buena onda. Es un lugar bárbaro, lejos de los ruidos” de una ciudad que está llena de turistas. Marcelo, su esposa Adriana y la pequeña Aynée llegaron de Moreno, en el Gran Buenos Aires. “Encontramos nuestro lugar”, dicen, mientras almuerzan, a las cinco de la tarde, como corresponde en vacaciones, en el restaurante Bahía Playa Chica.
“Gerardito, ¿cómo se te ocurrió hacer esto en este lugar?” El dueño del boliche se emociona cuando recuerda la frase de su abuela materna, Mamina, que murió a los 101 años “sin poder comprender el negocio que había abierto su nieto, es decir yo”, le cuenta a Página/12 Gerardo Fernández, nacido en el barrio porteño de Flores, aunque su vida transcurrió en Villa Luro. Cuando llegó a Playa Chica “había cuevas en la que vivía gente sin techo, todo estaba abandonado y nadie se ocupaba de nada”, afirma Gerardo. Ya había quedado muy atrás la época de esplendor de la bahía, en la cual sólo la oligarquía vacuna dominante era la que tenía el derecho de gozar en forma excluyente del sol y la sal.
“Yo soy abogado y hasta hace 16 años vivía de mi profesión. Mi mamá, Martha, a la que quiero que nombres en la nota, fue la que me hizo conocer y querer a Playa Chica. Acá pasamos un montón de veranos y un día me volví loco, cerré mi estudio en Buenos Aires y me vine a vivir a Mar del Plata. Mi hijo, Valentín, nació acá y ahora mi vida se llama Playa Chica todo el año.” Su villa marina está abierta, en su totalidad, durante los meses de verano, pero el restaurante y el bar funcionan todo el año. “Uno de los salones lo alquilamos para fiestas y reuniones empresariales. La plata que gano me alcanza sólo para vivir. No da para más, pero de acá no me mueve nadie.”
De noche, desde los ventanales del restaurante de Gerardo, la vista de Playa Chica es imponente. Este viernes se inauguró un segundo boliche, chiquito, para “tomar tragos, licuados, alguna birra”, le comenta a este diario Juan Manuel, el encargado de Bahía Chica, el nuevo emprendimiento, que está sobre el límite norte de Playa Chica, pegado al balneario gay (ver aparte) que se ha establecido en el rincón más discreto y caliente de la zona. Gerardo Fernández sueña con un pase mágico, de su autoría, que serviría para que la arena retornara a la playa de sus amores. “El proyecto de ingeniería hidráulica es mío y ha sido aprobado por el municipio, pero el problema es que nadie me quiere ayudar a ejecutar la obra. El costo es de medio millón de dólares y ni loco puedo afrontarlo yo solo.” La recuperación de la arena serviría apenas “para hacer una playa pequeña, sobre el extremo norte de la bahía, mediante la construcción de un espigón en forma de banana, muy similar al que hay en Cabo Corrientes”.
Gerardo dice que “es muy duro vivir en Mar del Plata durante el invierno. Yo mantengo abierto mi negocio a pérdida y recién me recupero en el verano. Y eso que ahora estamos bastante bien, porque en la crisis del 2001-2002, esta ciudad fue la más afectada de todas. Teníamos el índice más alto de desocupación, incluso por encima del de Rosario. Ahora estamos bastante mejor, pero igual es muy duro subsistir en esta ciudad. Mi abuela tenía razón, pero yo soy muy cabeza dura”.
POR : Rodríguz , Carlos.
FUENTE : Diario “Página/12” del día 24-01-2008
Podemos agregar la foto 4648 enviada por el suscripto,una imagen correspondiente al Hotel Playa Chica datada en 1925.
En 1905 Manuel Ameztoy y Pedro Salles,fundaron un restaurant,y en 1907 se da comienzo a un pequeno hotel para no más de 15 pasajeros.Luego fue agrandándose paulatinamente.En 1921,Ameztoy,se retira de la firma y se asocian Jaime Barcelò y dos hermanos de don Pedro Salles,llegando en 1924-25 a albergar 160 personas.
Postal de Playa Chica,foto 4962,enviada por el Sr. Alberto Zayavedra,donde podemos ver ademàs los chalets de Mario Castagnino;el de Alberto Mitau,y el denominado Villa Williams.
En la foto 5502,enviada por el suscripto,podemos ver en 1925 el Hotel Rocas de Playa Chica,cuyo propietario era Sr. José M. Lamego.
En comentarios de dicha foto el Sr. Josè Alberto Lago escribiò:
-“Lic. Somma.Desde chico sin que nadie me lo dijera me di cuenta que la corriente circulaba el Sur para el Norte al observar el depòsito de arena que se hacia en las escolleras en su cara sur.Hay un ejemplo en la escollera de punta Iglesia que fue alargada en dos oportunidades y esto sumo automaticamente a la playa una cantidad de arena casi similar al alargamiento. Dare mi opinion sobre la escollera Sud del puerto que formo las playas de Punta Mogotes las cuales antes de hacer el puerto el mar golpeaba sobre la barranca que limitaba con el camino que iba al faro, camino que hoy dia esta, solamente se desvio en la Av. Fortunato de la Plaza en donde hay un puente para comunicar la Av. al Boulevard, que es doble calzada, se pasa por debajo y comunica nuevamente con el camino de vieja data.El banco de arena se empezò a formar cuando empezò a pasar la arena por no tener casi lugar para asentarse ya que la corriente arrastra la arena bordeando la escollera y al llegar a la punta se libera pero se encuentra con una contra corriente que forma la bahia artificial que se formo al hacer la escollera Norte y la punta rocosa de playa Chica. Creo que la logica seria hacer una nueva escollera en la Sur empezandola unos 500 metros antes de su punta y en un angulo de 45 grados y lo mas importante es que la misma no tiene que sobresalir del nivel del mar,calcular que con la marea minima quede a unos 50 cm. bajo nivel (efecto de la restringa del Faro), esto hara circular la arena hasta su punta y la corriente que se forma al estar liberada la superficie hara mantener su circulacion sin meterse para adentro y seguiria de largo,eliminado el efecto que produce la corriente al llegar a la punta de la escollera.Para mi,playa Chica y playa Grande estan condenadas al refulado, porque en ese lugar hacer una escollera para que entre arena en playa Chica,puede agrabar el problema en la entrada del puerto”-
-“Lic. Somma.Una solucion para playa chica como fue para playa grande, hacer una escollera donde terminaba la playa hacia el sur en àngulo recto a la formacion petrea de unos 200 metros de largo,refulàndola creo que se mantendria, hoy dia el mar esta socavando una gran piedra de playa chica en su lateral y se ve que al quedar en el aire dicha piedra se inclino pronunciadamente,creo que este fenòmeno se produjo al estar la misma asentada en algun material no petreo,los demàs se ve inamovible..
Me alegra el haber rescatado estas fotos en el mercado de Pulgas, como también me alegro por los comentarios que ilustran todas las fotos de Familia, se formo y se sigue formando una base de datos muy importante y esto es gracias a su dedicación y labor de todos los que aportan su granito de arena. Saludo a todos los participantes con la alegría de participar en Fotos de Familia. Atte. José Alberto Lago.
PLAYA CHICA , UN CLÁSICO PLAGADO DE DE RITOS Y FANS .
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Hay quienes, más que en Mar del Plata, veranean en Playa Chica, esa bahía sin arena y pura roca que alberga a amigos en plan de charla, parejas besuqueras o simples enamorados de las olas.
“En los inicios del siglo pasado, en las tardes de verano, los residentes del barrio Los Troncos, el más aristocrático por aquellos años, bajaban hasta Playa Chica, acompañados por la servidumbre, tendían la mesa con finos manteles y tomaban el té.” El ritual es recordado a Página/12 por Hugo Alfonso, jefe de prensa del Ente Municipal de Turismo (Emtur), un baqueano al que le gusta rastrear en la historia de la ciudad en la que vive. Más profano es el recuerdo que trae Gerardo Fernández, propietario de la villa marina Bahía Playa Chica, un restaurante con solarium y pileta de natación, que se levanta sobre las piedras de uno de los balnearios más tradicionales de Mar del Plata. “Playa Chica era un lugar tranquilo y los atardeceres eran ideales para ‘chapar’”, rememora Fernández, utilizando un término de los sesenta que es sinónimo de “transar”, como dicen ahora los más jóvenes. En aquellos años, los donjuanes alardeaban que las rocas de Playa Chica eran de goma porque ellos las habían ablandado a fuerza de franelear con sus novias de verano.
Las leyendas del pasado y la belleza que todavía mantiene, a pesar de cierto olvido, hacen de Playa Chica un lugar ideal para charlar con amigos, tomarse unos mates al amparo de las paredes de piedra que la cierran en una curva pronunciada, escuchar el ruido de las olas que rompen a cada segundo y si hay con quien, se puede chapar, transar o franelear. Cada cual decida el término que mejor concuerde con su edad. Playa Chica se ha quedado sin arena desde hace muchos años. Sus adoradores, por lo general gente de más de 30 años, van saltando de piedra en piedra, como jugando a la rayuela, hasta encontrar una superficie plana y lo suficientemente amplia como para depositar sobre ellas dos o tres reposeras, sentarse a tomar sol, incluso en los días de mucho viento porque la bahía está al final de un profundo declive que sirve de amparo.
“Nosotras somos de Rosario. Siempre venimos a Mar del Plata y a Playa Chica, porque nos parece un lugar mágico, tranquilo, delicioso. Está tan lejos del tránsito (el que pasa por la avenida Peralta Ramos, que bordea el mar) que no llegan ni los ruidos. Lo único que se sienten son los latigazos del mar sobre las piedras.” Las rosarinas Andrea y Lily se llenan de poesía y eso que recién acaban de llegar a la ciudad. Están esperando a un amigo marplatense, Gabriel, que las acompaña siempre. Luego de bajar por una de las tantas escaleras (ninguna llega hasta los sitios que eligen los amantes del lugar), están obligadas a hacer lo mismo que todos: iniciar el descenso como si fueran montañistas de un pequeño Aconcagua. Todos quieren estar lo más cerca posible del mar, pegados a las rocas que, a fuerza de recibir cachetazos salados, han tomado los colores que tienen las algas y los caracoles que se adhieren a sus paredes. Un sinfín de tonos del marrón al negro, pasando por el gris, el amarillo o el verde musgo.
“Este es un lugar íntimo, para estar con los amigos y disfrutar del mar, sin mojarse en el mar”, insiste Andrea. “Me parece que estoy viendo caras muy rosarinas”, anuncia Carlos Alberto, que comparte una de las rocas más lisas con otros cuatro amigos. Es el primer día de Playa Chica para Andrea y Lily. Eso indica que Carlos Alberto, y los otros, las conocen del año anterior o de 1998, el primer año en que ambas veranearon en Mar del Plata. Todos se conocen. Para mojarse, en este lugar, hay que tirarse a la pileta de la villa marina que construyó, hace 16 años Gerardo Fernández. Uno de los que más disfruta del agua es Valentín, su hijo de 9 años. A pedido de la fotógrafa se vuelve a zambullir en la pileta y después dice convencido: “Ahora ya soy famoso”. Después de hablar hasta por los codos, se declara como “un pibe muy serio” que acaba de pasar de grado “con un 8,60 de desempeño global”.
Valentín juega en el agua con dos jovencitas que llegaron de Morón: Romina y Fiorella. La única que habla es Romina, estudiante de comunicación en la Universidad de La Matanza, que sueña con trabajar como productora de televisión. “Es la primera vez que venimos a Playa Chica. Nos gustó el lugar y la pileta. Nos cobran 25 pesos para usar todo el complejo. No es caro y la gente que viene es tranquila, buena onda. Es un lugar bárbaro, lejos de los ruidos” de una ciudad que está llena de turistas. Marcelo, su esposa Adriana y la pequeña Aynée llegaron de Moreno, en el Gran Buenos Aires. “Encontramos nuestro lugar”, dicen, mientras almuerzan, a las cinco de la tarde, como corresponde en vacaciones, en el restaurante Bahía Playa Chica.
“Gerardito, ¿cómo se te ocurrió hacer esto en este lugar?” El dueño del boliche se emociona cuando recuerda la frase de su abuela materna, Mamina, que murió a los 101 años “sin poder comprender el negocio que había abierto su nieto, es decir yo”, le cuenta a Página/12 Gerardo Fernández, nacido en el barrio porteño de Flores, aunque su vida transcurrió en Villa Luro. Cuando llegó a Playa Chica “había cuevas en la que vivía gente sin techo, todo estaba abandonado y nadie se ocupaba de nada”, afirma Gerardo. Ya había quedado muy atrás la época de esplendor de la bahía, en la cual sólo la oligarquía vacuna dominante era la que tenía el derecho de gozar en forma excluyente del sol y la sal.
“Yo soy abogado y hasta hace 16 años vivía de mi profesión. Mi mamá, Martha, a la que quiero que nombres en la nota, fue la que me hizo conocer y querer a Playa Chica. Acá pasamos un montón de veranos y un día me volví loco, cerré mi estudio en Buenos Aires y me vine a vivir a Mar del Plata. Mi hijo, Valentín, nació acá y ahora mi vida se llama Playa Chica todo el año.” Su villa marina está abierta, en su totalidad, durante los meses de verano, pero el restaurante y el bar funcionan todo el año. “Uno de los salones lo alquilamos para fiestas y reuniones empresariales. La plata que gano me alcanza sólo para vivir. No da para más, pero de acá no me mueve nadie.”
De noche, desde los ventanales del restaurante de Gerardo, la vista de Playa Chica es imponente. Este viernes se inauguró un segundo boliche, chiquito, para “tomar tragos, licuados, alguna birra”, le comenta a este diario Juan Manuel, el encargado de Bahía Chica, el nuevo emprendimiento, que está sobre el límite norte de Playa Chica, pegado al balneario gay (ver aparte) que se ha establecido en el rincón más discreto y caliente de la zona. Gerardo Fernández sueña con un pase mágico, de su autoría, que serviría para que la arena retornara a la playa de sus amores. “El proyecto de ingeniería hidráulica es mío y ha sido aprobado por el municipio, pero el problema es que nadie me quiere ayudar a ejecutar la obra. El costo es de medio millón de dólares y ni loco puedo afrontarlo yo solo.” La recuperación de la arena serviría apenas “para hacer una playa pequeña, sobre el extremo norte de la bahía, mediante la construcción de un espigón en forma de banana, muy similar al que hay en Cabo Corrientes”.
Gerardo dice que “es muy duro vivir en Mar del Plata durante el invierno. Yo mantengo abierto mi negocio a pérdida y recién me recupero en el verano. Y eso que ahora estamos bastante bien, porque en la crisis del 2001-2002, esta ciudad fue la más afectada de todas. Teníamos el índice más alto de desocupación, incluso por encima del de Rosario. Ahora estamos bastante mejor, pero igual es muy duro subsistir en esta ciudad. Mi abuela tenía razón, pero yo soy muy cabeza dura”.
POR : Rodríguz , Carlos.
FUENTE : Diario “Página/12” del día 24-01-2008
Prof. Julián Mendozzi.
Podemos agregar la foto 4648 enviada por el suscripto,una imagen correspondiente al Hotel Playa Chica datada en 1925.
En 1905 Manuel Ameztoy y Pedro Salles,fundaron un restaurant,y en 1907 se da comienzo a un pequeno hotel para no más de 15 pasajeros.Luego fue agrandándose paulatinamente.En 1921,Ameztoy,se retira de la firma y se asocian Jaime Barcelò y dos hermanos de don Pedro Salles,llegando en 1924-25 a albergar 160 personas.
http://www.lacapitalmdp.com/contenidos/fotosfamilia/fotos/4648
Postal de Playa Chica,foto 4962,enviada por el Sr. Alberto Zayavedra,donde podemos ver ademàs los chalets de Mario Castagnino;el de Alberto Mitau,y el denominado Villa Williams.
http://www.lacapitalmdp.com/contenidos/fotosfamilia/fotos/4962
En las fotos 4646/4647,enviadas por el suscripto,podemos ver el Salòn Comedor del Hotel Playa Chica en 1925.
http://www.lacapitalmdp.com/contenidos/fotosfamilia/fotos/4646
http://www.lacapitalmdp.com/contenidos/fotosfamilia/fotos/4647
Postal de Playa Chica,Foto 5392,enviada por el Sr. Josè Alberto Lago:
http://www.lacapitalmdp.com/contenidos/fotosfamilia/fotos/5392
En la foto 5502,enviada por el suscripto,podemos ver en 1925 el Hotel Rocas de Playa Chica,cuyo propietario era Sr. José M. Lamego.
En comentarios de dicha foto el Sr. Josè Alberto Lago escribiò:
-“Lic. Somma.Desde chico sin que nadie me lo dijera me di cuenta que la corriente circulaba el Sur para el Norte al observar el depòsito de arena que se hacia en las escolleras en su cara sur.Hay un ejemplo en la escollera de punta Iglesia que fue alargada en dos oportunidades y esto sumo automaticamente a la playa una cantidad de arena casi similar al alargamiento. Dare mi opinion sobre la escollera Sud del puerto que formo las playas de Punta Mogotes las cuales antes de hacer el puerto el mar golpeaba sobre la barranca que limitaba con el camino que iba al faro, camino que hoy dia esta, solamente se desvio en la Av. Fortunato de la Plaza en donde hay un puente para comunicar la Av. al Boulevard, que es doble calzada, se pasa por debajo y comunica nuevamente con el camino de vieja data.El banco de arena se empezò a formar cuando empezò a pasar la arena por no tener casi lugar para asentarse ya que la corriente arrastra la arena bordeando la escollera y al llegar a la punta se libera pero se encuentra con una contra corriente que forma la bahia artificial que se formo al hacer la escollera Norte y la punta rocosa de playa Chica. Creo que la logica seria hacer una nueva escollera en la Sur empezandola unos 500 metros antes de su punta y en un angulo de 45 grados y lo mas importante es que la misma no tiene que sobresalir del nivel del mar,calcular que con la marea minima quede a unos 50 cm. bajo nivel (efecto de la restringa del Faro), esto hara circular la arena hasta su punta y la corriente que se forma al estar liberada la superficie hara mantener su circulacion sin meterse para adentro y seguiria de largo,eliminado el efecto que produce la corriente al llegar a la punta de la escollera.Para mi,playa Chica y playa Grande estan condenadas al refulado, porque en ese lugar hacer una escollera para que entre arena en playa Chica,puede agrabar el problema en la entrada del puerto”-
-“Lic. Somma.Una solucion para playa chica como fue para playa grande, hacer una escollera donde terminaba la playa hacia el sur en àngulo recto a la formacion petrea de unos 200 metros de largo,refulàndola creo que se mantendria, hoy dia el mar esta socavando una gran piedra de playa chica en su lateral y se ve que al quedar en el aire dicha piedra se inclino pronunciadamente,creo que este fenòmeno se produjo al estar la misma asentada en algun material no petreo,los demàs se ve inamovible..
http://www.lacapitalmdp.com/contenidos/fotosfamilia/fotos/5502
En la foto 5617,enviada por el Sr. Carlos Alberto de Adà,su epìgrafe dice:
“Playa Chica con veraneantes y un carro en la Loma”.
http://www.lacapitalmdp.com/contenidos/fotosfamilia/fotos/5617
Playa Chica en 1950,foto 5621 enviada por el Sr. Josè Alberto Lago.
http://www.lacapitalmdp.com/contenidos/fotosfamilia/fotos/5621
Playa Chica,dècada del 70,foto 5903 enviada por el Sr. Enrique M. Palacio.
http://www.lacapitalmdp.com/contenidos/fotosfamilia/fotos/5903
Escalinatas de Playa Chica,foto remitida por el Sr. Josè Alberto Lago:
http://www.lacapitalmdp.com/contenidos/fotosfamilia/fotos/5995
Final de las instalaciones turísticas de Playa Chica,foto 6912 enviada por el Sr. Roque Martinez.
http://www.lacapitalmdp.com/contenidos/fotosfamilia/fotos/6912
Me alegra el haber rescatado estas fotos en el mercado de Pulgas, como también me alegro por los comentarios que ilustran todas las fotos de Familia, se formo y se sigue formando una base de datos muy importante y esto es gracias a su dedicación y labor de todos los que aportan su granito de arena. Saludo a todos los participantes con la alegría de participar en Fotos de Familia. Atte. José Alberto Lago.