EL HERMANO LUMINOSO: Hace dos años aproximadamente,el firmante de esta nota,interrumpiendo su viaje a Rafaela detuvo su marcha en la ciudad de Esperanza.El nombre tan verde de esa linda población santafecina (santafecina con «s» aunque se enoje la Academia)lo venía sugestionando desde hacía tiempo.Allá,en la médula de la ciudad–vital,poderoso,con proyecciones humanas y divinas−,habitaba un hombre.Un ser dulce,puro corazón, que alguna vez había estremecido el alma de la patria con la armonía casi milagrosa de sus cantos.Apenas el viajero descendió del ómnibus (porque viajaba en un ómnibus),ávidamente preguntó por él.En el acto, un hombre humilde –acaso, Mihail el guardahilos, tan celebrado en uno de sus libros por aquel creador de raíz universal−lo condujo hasta la puerta de una fábrica de arados,cuyo nombre,naturalmente,no viene al caso.Había en esa fábrica de todo lo que puede haber en una fábrica de arados: hierros,rejas,motores y relucientes hojas de metal.Cuando el viajero fue atendido preguntó con vos trémula por el ser angélico que tanto y tan hondo se le había metido, enraizándose, en la admiración y el afecto.Desde el fondo de la fábrica,un grito estentóreo,amargo y negativo, le dejó al visitante la sangre pálida:
−¡Dice que no puede recibir a nadie!…¡Está muy ocupado!
Ante la comprobación de tal recibimiento,no quedó sino un recurso. Irse.Irse otra vez,porque irse era,después de todo,no sólo una solución decorosa,sino que además,de muy especial manera,la reflexiva conjugación de un verbo que,luego con el andar de los años jugaría en la vida del visitante un papel de auténtica realidad dramática.
Había que irse,pues,pero no sin amargura,sin decepción,sin desencanto por los hechos del hombre que,a veces,engañan deliberadamente o asumen en la majestad de la vida un rol que no les corresponde,negando, traicionando,haciendo en fin,todo eso que suelen realizar ciertos seres cuando a costa del dolor ajeno dejan tras de sí un reguero que no es luminoso ciertamente.Y otra lágrima se le cayó al viajero.¡Y éste −pensó−es el hombre que ha estremecido en corazón de la República;el magnífico hacedor de cantos;el realizador de cosas superiores;la entraña palpitante que tan profundo ha calado en la raíz del pueblo!… ¡Gran Dios!..¡Qué pena comprobar la autenticidad de ciertos hechos!… Y el viajero –deprimido mucho más que Napoleón cuando se supo prisionero de los ingleses− retomó el hilo de su itinerario y llegó, como es natural a Rafaela.En esta ciudad,afortunadamente estaban–y están todavía− Mario R. Vecchioli,José Bucchi y una mujer compañera –Edelmira Chizzini− que fue quien,en síntesis,le ayudó al caminante a vivir y a recuperarse.Un milagro,pero un milagro con alas,con vocación de cielo,con largas y hermosas estaciones de sueño,ideal,de palabras de aliento,de sangre abastecida por el fervor y enriquecida por el latido del alma de las cosas.Antes de descender en Esperanza,el visitante sabía,como es lógico,quién era aquél creador que,valiéndose de un tercero,le negó el abrazo en la fábrica de arados,precisamente,el hermano luminoso,tan querido y tan justamente celebrado por Lugones en página memorable aparecida en La Nación,de Buenos Aires,cuando ese creador había dado a luz su segundo libro: Gracia Plena,documento poético de los que ya no se ven en este país –desgarrado,torturado y enloquecido,por el drama de los acontecimientos−.
Y el viajero sabía también que ese creador había nacido en Gálvez (Santa Fe),al iniciarse la primavera de 1899;que sus padres eran Gaspar y Felisa Fantino.El primero constructor,natural de Lombardía (Italia); la segunda hilandera,originaria de Piamonte;que su esposa se llamaba –se llama−Elena Chautemps y que, además tenía –y tiene−cuatro hijos: Omar,José María,Juan Carlos y Ana María.Y sabía,asimismo,el frustrado visitante,que en el lugar de su nacimiento ese hombre había permanecido hasta la edad de trece años;que en 1912,su familia–residente ya en Rosario−había dispuesto que estudiara mientras se desempeñaba como cadete en la fábrica de un cerealista;que ese hombre–muchacho todavía− se había quemado las pestañas leyendo,estudiando y concurriendo de noche a la Escuela Superior de Comercio de Rosario,donde había obtenido,tras largos desvelos,su título de Contador.Conocía,además en viajero,otro antecedente ilustre:que en 1923,cuando publicara La gota de agua,había recibido como recompensa por esa perdurable labor intelectual,el Segundo Premio Nacional de Letras,es decir,un espaldarazo de los mejores para quien,como él,aseguraba y confirmaba su destino con la publicación de su primer libro.
Todo lo sabía el viajero,menos,naturalmente,que un día,en la puerta de una fábrica de arados,ese creador,valido de interpósita persona, le haría gritar con voz estentórea, amarga y negativa:
−¡Dice que no puede recibir a nadie!… ¡Está muy ocupado!… ¡Gran Dios!… ¡Que pena comprobar la autenticidad de ciertos hechos!…
-El milagro-Bueno;la verdad es que la vida pasó volando.¿Qué son, después de todo,doce años cabales? ¿Qué importa que durante esa docena de años, el tiempo –este duro y hermoso tiempo del hombre− haya cubierto al viajero del polvo de casi todos los caminos?
Lo digno,lo puro,lo que ensancha el alma y la dignifica,es estar aquí, en esta ciudad de mar y cielo,junto a hombres de jerarquía y a seres que por su nobleza,su integridad y sus principios,no hacen nada más que embellecer el instante consecutivo de todas las horas.
Antonio Gil Salort,el hermano tálense que así como compone sus -Montieleras-,arriesga,sin la guitarra,otro acorde en la música de su alma,trajo la noticia, la querida noticia del milagro:
−José Pedroni está en Mar del Plata y envía la fraternidad de su saludo…
Fue bastante.Tanto,en realidad,que enseguida dimos con él,pero no sin antes, por cierto, haber ocupado una infinidad de taxis y de haber recorrido kilómetros de playa, viendo, observando, preguntando. Lindas muchachas de bronce nos cruzaban la diagonal del paso; hermosas mujeres doradas por el sol oceánico estuvieron allí, delante de nosotros, escuchando la súplica de reclamo perentorio.
Y vino el abrazo.El abrazo que –no por culpa de Pedroni, precisamente, y sí a causa de zafio servidor de la fábrica de arados− se había demorado en el tiempo, en un lapso de doce años que casi abarca el tamaño de una vida.Y con el abrazo, vino la paz. Y vino también el vino, esa limpia sangre de la vida que, cuando se bebe con amor y con alegría, desata la lengua y pone sobre los hombros la magia de un elemento casi desconocido. El mismo Pedroni, al dorso de la adición de cifras astronómicas, lo comienza por decir en una copla que, más que una copla inventada, sobre el mantel parece un «mea culpa», redivivo y condenatorio:
La culpa la tiene Horacio
gran artífice latino,
que muy fuerte o muy despacio
hizo el elogio del vino.
Y si no,la tiene Omar
que por empinar el codo
no se hacía de rogar,
pues se lo bebía todo.
Pero no se crea.En la vida del poeta no todo suele ser el contenido, más o menos ocasional,de una copa fina y hermosa con las que,con tanto gusto,ponderaba el inmortal Omar Kayyam cuando,por ejemplo, estremecía a Persia con aquello,tan suyo,de -la noche hace huir a las estrellas con la piedra de bronce-.Y porque en la existencia de los poetas existen,además,otros y muy fundadores elementos,Pedroni,el gran Pedroni que hoy es más que nunca -el hermano luminoso-,cuenta para el país,por primera vez, en razón de qué y por qué el maestro Leopoldo Lugones saludó la aparición de su verso con palabras que aún siguen estremeciendo la carne doliente de la República:
−Fíjese usted,querido Seri Don Samuel Glusberg,actualmente en Chile –hombre sea dicho de paso,a quien tanto le debe la cultura literaria del país−tenía en su poder listo para editar, los originales de mi libro Gracia Plena,un poemario que escribí de noche,como deslumbrado por la luz de una lámpara,cuando supe que mi mujer,esta mujer mía que tanto alabo y quiero,iba a tener nuestro primer hijo.Don Leopoldo Lugones –alma grande y noble que,como usted sabe, andaba siempre con un destello de amor en la mirada−accidentalmente leyó, en casa de Glusberg,el poema inicial de mi libro.Allí,en esa casa,sobre la marcha, me escribió,pleno de fervor,una carta que,si la memoria no me traiciona,decía de la siguiente manera,luego de otras consideraciones de menor cuantía:-Y ojalá que todo el libro fuese así para tener el gusto de saludar a un nuevo porta con toda la alegría de que soy capaz-.Como ve usted,un hombre puro y limpio,espontáneo y generoso,que a mí me cupo luego,el altísimo honor de conocer y de tratar de cerca. Y,por sobre todo,de quererlo con el entero afecto,tal,en realidad como él –el gran desaparecido como usted lo llama− lo merecía,no sólo por su genialidad creadora,vital y formidable,sino que, esencialmente, por las muchas virtudes que acompañan su persona,como la sombra al cuerpo. Después,ya conoce usted lo que vino. Vino,precisamente,aquello tan difundido de -El hermano luminoso-.Y vinieron además,otras muchas y lindas cosas: desde otro Segundo Premio Nacional de Literatura por mi Monsieur Jaquín (año 1956) hasta la maravilla de mis nueve nietos, muchachos que llenan la vida mía y de mi esposa.
Tanto,al decir verdad,que en la actualidad –acaso, para asignarle a los niños de mi patria un nuevo y más armonioso sentido de la existencia− hago títeres; títeres,precisamente,en el tratrito Pedro Pedrito, fundado por mí en 1957 en compañía de un maestro de dotes poco comunes: Ricardo Borla que es,por su corazón,un hombre que vale toda la plata del Potosí.Entre él y yo,adiestramos a los titiriteros: 4 niños y dos jóvenes,con los cuales además fabricamos los muñecos: unos 50,más o menos, que constituyen –hay que decirlo− nuestra propia felicidad. La escenografía, compuesta por unos 25 telones, es obra de un pintor modesto dependiente de la Dirección de Ornamentación de mi provincia natal: Gonzalito,hombre también de alma fina y hermosa.
Los vestidos de los títeres son hechos por los niños y jóvenes del equipo y por las buenas madres de Esperanza, esa palabra verde,que usted, amigo mío, pondera sin reservas.
Quiero decirle, además,que las obras que representa Pedro Pedrito son escritas por nosotros y hemos dado ya más de 30 funciones: en Esperanza,Santa Fe,Rosario,Rafaela,Gálvez,San Carlos,Moisés Ville, Humberto Iº y otras poblaciones que,como es natural han quedado patéticamente deslumbradas por la magia y las virtudes de nuestro querido Pedro Pedrito.Cómo me gustaría,de veras,que con intervención de las autoridades municipales –el profesor Luis Falcone,por ejemplo− pudiera un día debutar aquí,en Mar del Plata,ese teatrito que todos llevamos en el alma, tal vez, porque no hemos perdido, como usted, como yo,el niño y el ángel que guardamos,como en una caja,dentro del pecho… ¡De veras,cómo me gustaría!…
-El hermano luminoso-Este es,en otras palabras,José Pedroni,altísimo poeta nacional,que no niega su concurso a las mejores disposiciones de la mujer y el hombre y que ama,con su mejor buena voluntad de amor,el mundo maravilloso de los niños.Este es,también,el hombre que registra en su haber consagratorio,dos premios nacionales y otros (años 1957, 1958 y 1959) del Instituto Judío Argentino de Cultura e Información llamado Alberto Gerchunof,en homenaje precisamente a quien,como él, hizo a través de su vida y su obra una latente y esperanzada manifestación de afectos,puesta incondicionalmente al servicio del pueblo.Este es asimismo,el ser humano,que ahora,próximo a dar a luz Cantos del Hombre,trabaja con fe por los días futuros: por lo días, justamente,que le anuncian a la patria entera y luminosa un porvenir mejor y más alto.Este es también el autor celebrado en todos los países de habla hispana,que,desde el día augural de La gota de agua,ha publicado sucesivamente,Gracia Plena,Poemas y Palabras,Diez mujeres, El pan nuestro, Nueve cantos,Monsieur Jaquín,el árbol sacudido (una antología fuera de comercio) y Hacecillo de Elena,un canto de amor tendido como una alfombra mágica,a los pies de su esposa,una admirable mujer de ojos azules que,cuando mira detenidamente acapara el océano y se inventa,para júbilo del gran poeta que es su marido,un pececillo de oro que de pronto,parece que anhela escapar como con alas del mundo anímico que le asiste.Este es,en fin,-el hermano luminoso-,es decir,el poeta y el hombre–tan admirables el uno como el otro−que nunca nos negó,no,el abrazo que un día quisimos darle en la puerta de una fábrica de arados.(fuente: José Eduardo Seri/Diario LA CAPITAL de Mar del Plata,13-1-960)
En el siguiente link (Album de Fotos) podemos ver innumerables imágenes de José Pedroni,algunas en Mar del Plata,clikeando a su vez donde dice: “Casado,sus hijos y sus nietos”.
Voy a decir quién soy: octavo en el orden de once nacimientos,vine al mundo en Gálvez,(Santa Fe) el 21 de setiembre de 1899.Allí hice mis primeras letras;allí permanecí hasta los trece años.En ese tiempo,el mejor de mi vida,se produce mi cuento donde hay algunos nombres-Juan, Ramón,Félix,Julián y Ercilia,mi dulce hermana-;las ruinas de un iglesia que nunca llegó a techarse,una laguna llena de sanguijuelas chupadoras, un campo con pechirrojos,un tren que pasa y una mariposa que deposita en mi corazón el huevecillo que se resolvería después en verso un poco triste.Mi padre,constructor de cuchara en mano,a quien yo servía como peoncito en mis horas libres,solía encontrarme detrás de un montón de ladrillos tocando la serenata de mi soledad en un violín de dos palitos secos…Otras veces su silbido me sorprendía escribiendo en la arena palabras inventadas,arte este de bajo precio al que finalmente me aficioné.Mi madre se llamaba Felisa,y era callada propensa al llanto y muy hermosa.Mi padre,Don Gaspar,era menudo,nervioso,dominante y gran trabajador.Firmaba Pedroni Gaspare.A su nombre llegaba a nuestra casa un diario italiano que yo leía para él por las noches.Me decía que sabía hacerlo muy bien; pero no era cierto. Casi siempre mi padre se dormía sobre la mesa grande,tan cansado estaba.Mi madre lo sacudía,y él buscaba el lecho con paso vacilante.Yo aprovechaba para irme a dormir y hacia la noche me despertaba para llorar.Me curaron con una tijera abierta, puesta por Ercilia debajo de mi cama.Contábame ella después que aquella noche temblaba como una hoja.Un día me llevaron a Rosario para que estudiara.A los dieciocho años regresé al campo.Anduve por algunas colonias agrícolas.Con los cosecheros aprendí a cantar. A los veinte años aparece la mujer,una sola en mi vida.Conscripto y casado, llegamos con un hijo a Esperanza.Fui durante treinta y cinco años contador de una fábrica de arados.Jubilado,aquí estoy con sesenta y tantos años,cuatro hijos y nueve nietos.Eso es todo,y demostrativo de lo común de mi vida que no me separa de los demás.Con las palabras de Hugo respondo a la desilusión que pueda producir en algunos: “Insensato lector,¿crees que yo no soy tú? ”He publicado doce libros de versos, donde el hombre en quien creo y a quien amo,participa de mi emoción y domina sobre el paisaje.El recuerdo del hombre dirá cuál es el mejor de mis poemas. -José Pedroni-
en un mundo cambiante,como se dice,uno aprende muchas cosas.Yesta,esta historia,que con perdon del escribiente,leí muy rapido,sacaré una copia,para disfrutar de la excelente descrpcion.Porque hay cosas,que le pueden pasar a la gente que lee,A mi nó,hay lectura,que apsaiona,y no necesaria a la cuestion de arsod y enseres del campo.no,a la leyenda,que no le es,a la historia,que si loes,y a los datos,que se dirigen,hacia otras tierras,los inmigrantes.y de alli,p.ej.italia, me ha compenetrado a tantisima gente y familia.quiero ser breve.un amigo,conocido hace pocos años,no mas de cinco,me ha contado allá,en italia ,presisamente,cuando nació,y de muy chiquito,llego a ESPERANZA,digamos años 1960.y que por motivos de familia,se tuvo que ir,o sea volver,y dejar,alomejor vecinos de PEDRONI,hermanos y familia,,para volver a su piemonte,solo, y hacer su vida alli,pero todos,y hable mucho con él,me contaba su experiencia,en la tierra de la pcia de sta.fe,con una lagrima,que quedó “marcada”,y como hombre grande ya,casi lloramos juntos……a veces,las fotos hablan,,sí que hablan….
EL HERMANO LUMINOSO: Hace dos años aproximadamente,el firmante de esta nota,interrumpiendo su viaje a Rafaela detuvo su marcha en la ciudad de Esperanza.El nombre tan verde de esa linda población santafecina (santafecina con «s» aunque se enoje la Academia)lo venía sugestionando desde hacía tiempo.Allá,en la médula de la ciudad–vital,poderoso,con proyecciones humanas y divinas−,habitaba un hombre.Un ser dulce,puro corazón, que alguna vez había estremecido el alma de la patria con la armonía casi milagrosa de sus cantos.Apenas el viajero descendió del ómnibus (porque viajaba en un ómnibus),ávidamente preguntó por él.En el acto, un hombre humilde –acaso, Mihail el guardahilos, tan celebrado en uno de sus libros por aquel creador de raíz universal−lo condujo hasta la puerta de una fábrica de arados,cuyo nombre,naturalmente,no viene al caso.Había en esa fábrica de todo lo que puede haber en una fábrica de arados: hierros,rejas,motores y relucientes hojas de metal.Cuando el viajero fue atendido preguntó con vos trémula por el ser angélico que tanto y tan hondo se le había metido, enraizándose, en la admiración y el afecto.Desde el fondo de la fábrica,un grito estentóreo,amargo y negativo, le dejó al visitante la sangre pálida:
−¡Dice que no puede recibir a nadie!…¡Está muy ocupado!
Ante la comprobación de tal recibimiento,no quedó sino un recurso. Irse.Irse otra vez,porque irse era,después de todo,no sólo una solución decorosa,sino que además,de muy especial manera,la reflexiva conjugación de un verbo que,luego con el andar de los años jugaría en la vida del visitante un papel de auténtica realidad dramática.
Había que irse,pues,pero no sin amargura,sin decepción,sin desencanto por los hechos del hombre que,a veces,engañan deliberadamente o asumen en la majestad de la vida un rol que no les corresponde,negando, traicionando,haciendo en fin,todo eso que suelen realizar ciertos seres cuando a costa del dolor ajeno dejan tras de sí un reguero que no es luminoso ciertamente.Y otra lágrima se le cayó al viajero.¡Y éste −pensó−es el hombre que ha estremecido en corazón de la República;el magnífico hacedor de cantos;el realizador de cosas superiores;la entraña palpitante que tan profundo ha calado en la raíz del pueblo!… ¡Gran Dios!..¡Qué pena comprobar la autenticidad de ciertos hechos!… Y el viajero –deprimido mucho más que Napoleón cuando se supo prisionero de los ingleses− retomó el hilo de su itinerario y llegó, como es natural a Rafaela.En esta ciudad,afortunadamente estaban–y están todavía− Mario R. Vecchioli,José Bucchi y una mujer compañera –Edelmira Chizzini− que fue quien,en síntesis,le ayudó al caminante a vivir y a recuperarse.Un milagro,pero un milagro con alas,con vocación de cielo,con largas y hermosas estaciones de sueño,ideal,de palabras de aliento,de sangre abastecida por el fervor y enriquecida por el latido del alma de las cosas.Antes de descender en Esperanza,el visitante sabía,como es lógico,quién era aquél creador que,valiéndose de un tercero,le negó el abrazo en la fábrica de arados,precisamente,el hermano luminoso,tan querido y tan justamente celebrado por Lugones en página memorable aparecida en La Nación,de Buenos Aires,cuando ese creador había dado a luz su segundo libro: Gracia Plena,documento poético de los que ya no se ven en este país –desgarrado,torturado y enloquecido,por el drama de los acontecimientos−.
Y el viajero sabía también que ese creador había nacido en Gálvez (Santa Fe),al iniciarse la primavera de 1899;que sus padres eran Gaspar y Felisa Fantino.El primero constructor,natural de Lombardía (Italia); la segunda hilandera,originaria de Piamonte;que su esposa se llamaba –se llama−Elena Chautemps y que, además tenía –y tiene−cuatro hijos: Omar,José María,Juan Carlos y Ana María.Y sabía,asimismo,el frustrado visitante,que en el lugar de su nacimiento ese hombre había permanecido hasta la edad de trece años;que en 1912,su familia–residente ya en Rosario−había dispuesto que estudiara mientras se desempeñaba como cadete en la fábrica de un cerealista;que ese hombre–muchacho todavía− se había quemado las pestañas leyendo,estudiando y concurriendo de noche a la Escuela Superior de Comercio de Rosario,donde había obtenido,tras largos desvelos,su título de Contador.Conocía,además en viajero,otro antecedente ilustre:que en 1923,cuando publicara La gota de agua,había recibido como recompensa por esa perdurable labor intelectual,el Segundo Premio Nacional de Letras,es decir,un espaldarazo de los mejores para quien,como él,aseguraba y confirmaba su destino con la publicación de su primer libro.
Todo lo sabía el viajero,menos,naturalmente,que un día,en la puerta de una fábrica de arados,ese creador,valido de interpósita persona, le haría gritar con voz estentórea, amarga y negativa:
−¡Dice que no puede recibir a nadie!… ¡Está muy ocupado!… ¡Gran Dios!… ¡Que pena comprobar la autenticidad de ciertos hechos!…
-El milagro-Bueno;la verdad es que la vida pasó volando.¿Qué son, después de todo,doce años cabales? ¿Qué importa que durante esa docena de años, el tiempo –este duro y hermoso tiempo del hombre− haya cubierto al viajero del polvo de casi todos los caminos?
Lo digno,lo puro,lo que ensancha el alma y la dignifica,es estar aquí, en esta ciudad de mar y cielo,junto a hombres de jerarquía y a seres que por su nobleza,su integridad y sus principios,no hacen nada más que embellecer el instante consecutivo de todas las horas.
Antonio Gil Salort,el hermano tálense que así como compone sus -Montieleras-,arriesga,sin la guitarra,otro acorde en la música de su alma,trajo la noticia, la querida noticia del milagro:
−José Pedroni está en Mar del Plata y envía la fraternidad de su saludo…
Fue bastante.Tanto,en realidad,que enseguida dimos con él,pero no sin antes, por cierto, haber ocupado una infinidad de taxis y de haber recorrido kilómetros de playa, viendo, observando, preguntando. Lindas muchachas de bronce nos cruzaban la diagonal del paso; hermosas mujeres doradas por el sol oceánico estuvieron allí, delante de nosotros, escuchando la súplica de reclamo perentorio.
Y vino el abrazo.El abrazo que –no por culpa de Pedroni, precisamente, y sí a causa de zafio servidor de la fábrica de arados− se había demorado en el tiempo, en un lapso de doce años que casi abarca el tamaño de una vida.Y con el abrazo, vino la paz. Y vino también el vino, esa limpia sangre de la vida que, cuando se bebe con amor y con alegría, desata la lengua y pone sobre los hombros la magia de un elemento casi desconocido. El mismo Pedroni, al dorso de la adición de cifras astronómicas, lo comienza por decir en una copla que, más que una copla inventada, sobre el mantel parece un «mea culpa», redivivo y condenatorio:
La culpa la tiene Horacio
gran artífice latino,
que muy fuerte o muy despacio
hizo el elogio del vino.
Y si no,la tiene Omar
que por empinar el codo
no se hacía de rogar,
pues se lo bebía todo.
Pero no se crea.En la vida del poeta no todo suele ser el contenido, más o menos ocasional,de una copa fina y hermosa con las que,con tanto gusto,ponderaba el inmortal Omar Kayyam cuando,por ejemplo, estremecía a Persia con aquello,tan suyo,de -la noche hace huir a las estrellas con la piedra de bronce-.Y porque en la existencia de los poetas existen,además,otros y muy fundadores elementos,Pedroni,el gran Pedroni que hoy es más que nunca -el hermano luminoso-,cuenta para el país,por primera vez, en razón de qué y por qué el maestro Leopoldo Lugones saludó la aparición de su verso con palabras que aún siguen estremeciendo la carne doliente de la República:
−Fíjese usted,querido Seri Don Samuel Glusberg,actualmente en Chile –hombre sea dicho de paso,a quien tanto le debe la cultura literaria del país−tenía en su poder listo para editar, los originales de mi libro Gracia Plena,un poemario que escribí de noche,como deslumbrado por la luz de una lámpara,cuando supe que mi mujer,esta mujer mía que tanto alabo y quiero,iba a tener nuestro primer hijo.Don Leopoldo Lugones –alma grande y noble que,como usted sabe, andaba siempre con un destello de amor en la mirada−accidentalmente leyó, en casa de Glusberg,el poema inicial de mi libro.Allí,en esa casa,sobre la marcha, me escribió,pleno de fervor,una carta que,si la memoria no me traiciona,decía de la siguiente manera,luego de otras consideraciones de menor cuantía:-Y ojalá que todo el libro fuese así para tener el gusto de saludar a un nuevo porta con toda la alegría de que soy capaz-.Como ve usted,un hombre puro y limpio,espontáneo y generoso,que a mí me cupo luego,el altísimo honor de conocer y de tratar de cerca. Y,por sobre todo,de quererlo con el entero afecto,tal,en realidad como él –el gran desaparecido como usted lo llama− lo merecía,no sólo por su genialidad creadora,vital y formidable,sino que, esencialmente, por las muchas virtudes que acompañan su persona,como la sombra al cuerpo. Después,ya conoce usted lo que vino. Vino,precisamente,aquello tan difundido de -El hermano luminoso-.Y vinieron además,otras muchas y lindas cosas: desde otro Segundo Premio Nacional de Literatura por mi Monsieur Jaquín (año 1956) hasta la maravilla de mis nueve nietos, muchachos que llenan la vida mía y de mi esposa.
Tanto,al decir verdad,que en la actualidad –acaso, para asignarle a los niños de mi patria un nuevo y más armonioso sentido de la existencia− hago títeres; títeres,precisamente,en el tratrito Pedro Pedrito, fundado por mí en 1957 en compañía de un maestro de dotes poco comunes: Ricardo Borla que es,por su corazón,un hombre que vale toda la plata del Potosí.Entre él y yo,adiestramos a los titiriteros: 4 niños y dos jóvenes,con los cuales además fabricamos los muñecos: unos 50,más o menos, que constituyen –hay que decirlo− nuestra propia felicidad. La escenografía, compuesta por unos 25 telones, es obra de un pintor modesto dependiente de la Dirección de Ornamentación de mi provincia natal: Gonzalito,hombre también de alma fina y hermosa.
Los vestidos de los títeres son hechos por los niños y jóvenes del equipo y por las buenas madres de Esperanza, esa palabra verde,que usted, amigo mío, pondera sin reservas.
Quiero decirle, además,que las obras que representa Pedro Pedrito son escritas por nosotros y hemos dado ya más de 30 funciones: en Esperanza,Santa Fe,Rosario,Rafaela,Gálvez,San Carlos,Moisés Ville, Humberto Iº y otras poblaciones que,como es natural han quedado patéticamente deslumbradas por la magia y las virtudes de nuestro querido Pedro Pedrito.Cómo me gustaría,de veras,que con intervención de las autoridades municipales –el profesor Luis Falcone,por ejemplo− pudiera un día debutar aquí,en Mar del Plata,ese teatrito que todos llevamos en el alma, tal vez, porque no hemos perdido, como usted, como yo,el niño y el ángel que guardamos,como en una caja,dentro del pecho… ¡De veras,cómo me gustaría!…
-El hermano luminoso-Este es,en otras palabras,José Pedroni,altísimo poeta nacional,que no niega su concurso a las mejores disposiciones de la mujer y el hombre y que ama,con su mejor buena voluntad de amor,el mundo maravilloso de los niños.Este es,también,el hombre que registra en su haber consagratorio,dos premios nacionales y otros (años 1957, 1958 y 1959) del Instituto Judío Argentino de Cultura e Información llamado Alberto Gerchunof,en homenaje precisamente a quien,como él, hizo a través de su vida y su obra una latente y esperanzada manifestación de afectos,puesta incondicionalmente al servicio del pueblo.Este es asimismo,el ser humano,que ahora,próximo a dar a luz Cantos del Hombre,trabaja con fe por los días futuros: por lo días, justamente,que le anuncian a la patria entera y luminosa un porvenir mejor y más alto.Este es también el autor celebrado en todos los países de habla hispana,que,desde el día augural de La gota de agua,ha publicado sucesivamente,Gracia Plena,Poemas y Palabras,Diez mujeres, El pan nuestro, Nueve cantos,Monsieur Jaquín,el árbol sacudido (una antología fuera de comercio) y Hacecillo de Elena,un canto de amor tendido como una alfombra mágica,a los pies de su esposa,una admirable mujer de ojos azules que,cuando mira detenidamente acapara el océano y se inventa,para júbilo del gran poeta que es su marido,un pececillo de oro que de pronto,parece que anhela escapar como con alas del mundo anímico que le asiste.Este es,en fin,-el hermano luminoso-,es decir,el poeta y el hombre–tan admirables el uno como el otro−que nunca nos negó,no,el abrazo que un día quisimos darle en la puerta de una fábrica de arados.(fuente: José Eduardo Seri/Diario LA CAPITAL de Mar del Plata,13-1-960)
En la foto vemos a José Pedroni y su nieto Guillermo,hijo Omar.
En el siguiente link (Album de Fotos) podemos ver innumerables imágenes de José Pedroni,algunas en Mar del Plata,clikeando a su vez donde dice: “Casado,sus hijos y sus nietos”.
http://josepedroni.es.tl/ALBUM-DE-FOTOS-DE-JOSE-PEDRONI.htm
Voy a decir quién soy: octavo en el orden de once nacimientos,vine al mundo en Gálvez,(Santa Fe) el 21 de setiembre de 1899.Allí hice mis primeras letras;allí permanecí hasta los trece años.En ese tiempo,el mejor de mi vida,se produce mi cuento donde hay algunos nombres-Juan, Ramón,Félix,Julián y Ercilia,mi dulce hermana-;las ruinas de un iglesia que nunca llegó a techarse,una laguna llena de sanguijuelas chupadoras, un campo con pechirrojos,un tren que pasa y una mariposa que deposita en mi corazón el huevecillo que se resolvería después en verso un poco triste.Mi padre,constructor de cuchara en mano,a quien yo servía como peoncito en mis horas libres,solía encontrarme detrás de un montón de ladrillos tocando la serenata de mi soledad en un violín de dos palitos secos…Otras veces su silbido me sorprendía escribiendo en la arena palabras inventadas,arte este de bajo precio al que finalmente me aficioné.Mi madre se llamaba Felisa,y era callada propensa al llanto y muy hermosa.Mi padre,Don Gaspar,era menudo,nervioso,dominante y gran trabajador.Firmaba Pedroni Gaspare.A su nombre llegaba a nuestra casa un diario italiano que yo leía para él por las noches.Me decía que sabía hacerlo muy bien; pero no era cierto. Casi siempre mi padre se dormía sobre la mesa grande,tan cansado estaba.Mi madre lo sacudía,y él buscaba el lecho con paso vacilante.Yo aprovechaba para irme a dormir y hacia la noche me despertaba para llorar.Me curaron con una tijera abierta, puesta por Ercilia debajo de mi cama.Contábame ella después que aquella noche temblaba como una hoja.Un día me llevaron a Rosario para que estudiara.A los dieciocho años regresé al campo.Anduve por algunas colonias agrícolas.Con los cosecheros aprendí a cantar. A los veinte años aparece la mujer,una sola en mi vida.Conscripto y casado, llegamos con un hijo a Esperanza.Fui durante treinta y cinco años contador de una fábrica de arados.Jubilado,aquí estoy con sesenta y tantos años,cuatro hijos y nueve nietos.Eso es todo,y demostrativo de lo común de mi vida que no me separa de los demás.Con las palabras de Hugo respondo a la desilusión que pueda producir en algunos: “Insensato lector,¿crees que yo no soy tú? ”He publicado doce libros de versos, donde el hombre en quien creo y a quien amo,participa de mi emoción y domina sobre el paisaje.El recuerdo del hombre dirá cuál es el mejor de mis poemas. -José Pedroni-
La Trilladora,poema de José Pedroni:
http://www.youtube.com/watch?v=R6Ffwl4slJs
Sr. Somma:
Una vez más, lo felicito por su invalorable colaboración a estas páginas.
en un mundo cambiante,como se dice,uno aprende muchas cosas.Yesta,esta historia,que con perdon del escribiente,leí muy rapido,sacaré una copia,para disfrutar de la excelente descrpcion.Porque hay cosas,que le pueden pasar a la gente que lee,A mi nó,hay lectura,que apsaiona,y no necesaria a la cuestion de arsod y enseres del campo.no,a la leyenda,que no le es,a la historia,que si loes,y a los datos,que se dirigen,hacia otras tierras,los inmigrantes.y de alli,p.ej.italia, me ha compenetrado a tantisima gente y familia.quiero ser breve.un amigo,conocido hace pocos años,no mas de cinco,me ha contado allá,en italia ,presisamente,cuando nació,y de muy chiquito,llego a ESPERANZA,digamos años 1960.y que por motivos de familia,se tuvo que ir,o sea volver,y dejar,alomejor vecinos de PEDRONI,hermanos y familia,,para volver a su piemonte,solo, y hacer su vida alli,pero todos,y hable mucho con él,me contaba su experiencia,en la tierra de la pcia de sta.fe,con una lagrima,que quedó “marcada”,y como hombre grande ya,casi lloramos juntos……a veces,las fotos hablan,,sí que hablan….