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Opinión 29 de julio de 2024

Conectemos con lo importante

Por Diego Garciarena – Presidente del Bloque de Diputados de la UCR Cambio Federal

El uso intensivo de las tecnologías de la comunicación modifican hábitos, costumbres y formas de relacionarse. La irrupción de las redes sociales y la posibilidad cada vez más extendida de acceder desde nuestros dispositivos a plataformas, sitios y todo tipo de servicios cambiaron nuestras interacciones de raíz. Podemos comunicarnos, trabajar, estudiar y hasta jugar desde cada pantalla que utilizamos.

Sin embargo, al universo de posibilidades que genera esta transformación en marcha, también depara algunos riesgos y amenazas que nos atemorizan y para las que, cuesta encontrar los antídotos adecuados. El ciber delito, el ciber bullying, ciber ludopatía y la variada gama de abusos que se propagan en internet, nos interpelan como ciudadanos.

Una práctica que nos pone en tensión y que ha tenido un crecimiento exponencial en los últimos años es la de del juego en línea. Lo que comenzó siendo una forma de reconocimiento y de interacción para todas las edades, se convirtió en una amenaza letal con la expansión del mercado de las apuestas a nivel global.

La consecuencia directa de este fenómeno no se hico esperar. La ludopatía extendió su influencia y atenta contra la salud de muchas personas y – en los últimos años- afecta principalmente, la salud niños y adolescentes. Para ser elocuentes, en la Provincia de Buenos Aires, la edad promedio de inicio de estas conductas compulsivas es la de 15 años, pero en psicólogos y psiquiatras están recibiendo consultas por “jugadores” de 12 años de dad.

Niños que roban los accesos de sus padres en las plataformas de pago, que solo buscan reunirse con otros niños con los que comparten los sitios donde apuestan, cambios abruptos en la personalidad y encierros prolongados para alimentar la adicción, son algunas de las postales que retratan esta enfermedad.

El crecimiento de las plataformas de juego on line trajo consigo una serie de desafíos y peligros que requieren de la acción colectiva y políticas públicas concretas para enfrentar esta patología. La pregunta obligada podría desdoblarse en dos dimensiones: ¿Qué hace el Estado y que hacemos nosotros como adultos responsables para enfrentar la epidemia de la ludopatía?

En mi rol de diputado provincial, estudié la legislación vigente y el accionar del gobierno provincial en la materia. Como en otras áreas, sobresalen la improvisación, la falta de respuestas y la irritante manía de echar culpas hacia confabulaciones ridículas, mientras muchos pibes juegan de manera compulsiva y dañan su psiquis. Las publicidades de plataformas de juego siguen vigentes, no existen requisitos efectivos de control biométrico de acceso por edad, se siguen otorgando licencias y no se ataca de manera sostenida la proliferación de los sitios ilegales de apuesta.

Dicho de otro modo, el discurso gubernamental cuestiona la ludopatía mientras que la acción gubernamental la retroalimenta. Por ello, estamos trabajando en un nuevo marco legal que obligue al Estado a cumplir su responsabilidad .

Pero las iniciativas legislativas que estamos trabajando, necesitan también del acompañamiento de la sociedad. Tomar conciencia sobre esta problemática, estar atentos a los usos que hacen nuestros hijos de la tecnología y la interacción con el sistema educativo, son herramientas válidas que ayudan a combatir este flagelo.

En síntesis, en la era de la comunicación, desde la comodidad de nuestro dispositivos, podemos estar conectados con múltiples dimensiones pero hace falta conectar con lo importante: exigirle al gobierno que no mire para otro lado y construir un nuevo contrato social de pautas para el uso de las tecnologías. Está en juego nada más y nada menos que la salud de nuestros chicos.