Con “Pinche”, el juez Daniel Rafecas aborda desde la ficción el submundo del narcotráfico
Autor de ensayos sobre el Holocausto e investigador de causas vinculadas a los derechos humanos y a la corrupción policial en Argentina, reflexiona sobre la trama de su libro que se despliega hacia un cártel de la droga asentado en México.
Rafecas se sumerge por primera vez en la ficción con el policial "Pinche". Foto: Télam | Florencia Downes.
Por Claudia Lorenzón
Autor de ensayos sobre el Holocausto e investigador de causas vinculadas a los derechos humanos y a la corrupción policial en Argentina, el juez federal Daniel Rafecas se sumerge por primera vez en la ficción con el policial “Pinche”, donde aborda con ritmo vertiginoso el submundo del narcotráfico y pone en el centro de la escena a una jueza recién designada y a un joven empleado judicial con poco apego a la justicia, en una trama que se despliega hacia un cártel de la droga asentado en México.
Doctor en Derecho Penal e investigador en causas por violaciones a los derechos humanos en dictadura, así como de hechos vinculados a sobornos en el Senado en el 2000, y a cargo de fallos como el del exsecretario de Obras Públicas José López, Rafecas logra conciliar en este libro el mundo de la justicia, que lo atraviesa desde su profesión, y el de la ficción, al que lo llevó un pedido de su hermano Diego, ya fallecido, que como director de cine buscaba una historia para filmar.
La novela, editada por Planeta, abre con la designación de la jueza federal Fabiana Pazair y en paralelo, sucede un tiroteo en Villa Fraga, donde mueren siete integrantes de bandas delictivas de Argentina y México. Los mexicanos habían llegado a la villa para comprar pseudoefredina destinada a la fabricación de éxtasis y metanfetaminas, por una suma millonaria. La operación fracasa, los compradores son engañados y ocurre un tiroteo del que sale ileso uno de los delincuentes que se aleja del lugar, herido y con el dinero, que los mexicanos buscarán recuperar.
Autor de “Historia de la solución final” y admirador de Borges, al igual que el protagonista de “Pinche”, Rafecas atesora el sueño de que esta historia llegue al cine. “Es el anhelo de todos y la mitad de los lectores me ha dicho que es como mirar una serie de Netflix o una película”, dijo Rafecas a Télam durante una charla en un bar de Belgrano.
– ¿Cómo surgió la historia?
– Es una historia que vengo macerando desde hace 15 años. Mi hermano, Diego Rafecas que fue un cineasta y llegó a hacer cinco largometrajes, empezó a pedirme a partir de 2005 que le compartiera una historia para hacer el guión de una película policial. Esa insistencia hizo que yo empezara a tratar de cumplir con su deseo y fue el punto de partida de este proyecto. Unos años después ya tenía más o menos preparada la estructura, lo hablé con mi hermano, incluso tuvimos un almuerzo con Tomás Fonzi que iba a interpretar al pinche, pero lamentablemente mi hermano falleció en 2017. Luego, el proyecto le interesó a la editorial Planeta y me propusieron convertirlo en novela, lo que fue un proceso muy rico, muy interesante.
El desencadenante de la historia es un hecho real: hasta 2010 entonces la Argentina importaba pseudoefedrina sin restricciones para la industria farmacéutica, y de modo cada vez más evidente ese insumo iba a parar a los laboratorios de metanfetamina, en México. Entonces el Gobierno Nacional emitió un decreto prohibiendo la importación de esa sustancia, y me pareció que eso podía desencadenar un conflicto que es justamente lo que da comienzo a la historia, con una masacre. Si bien las siete muertes a las que me refiero como algo muy extraordinario son una ficción, remiten a la mayor masacre de ese estilo ocurrida en el 2005 en la ciudad de Buenos Aires, con cinco muertes en la villa 1-11-14, por un tiroteo. Es hasta ahora el hecho de violencia más numeroso en víctimas en la Ciudad. Y en la novela, le toca a una de las protagonistas, una jueza federal que acaba de asumir, hacerse cargo de la causa en los tribunales de Comodoro Py.
– A partir de la designación de la jueza la novela muestra el machismo y la misoginia que hay en el poder judicial. ¿Eso continúa siendo así?
– Viene de arrastre. Cuando yo era chico, esa situación era muy fuerte, prácticamente no había empleadas mujeres. Con el paso de las décadas, el recambio generacional y la consolidación de la democracia más algunas políticas públicas eso fue cambiando pero, como la novela transcurre entre 2010, 2012, esa realidad era intensa. De hecho en Comodoro Py no había juezas mujeres, salvo Servini de Cubría, eran todos hombres los jueces de primera y de segunda instancia. Entonces, la jueza en este caso, tiene que romper con ese estereotipo y demostrar sus cualidades y aptitudes.
– Un tema que aparece en la obra es la presencia de los medios de comunicación y la incidencia en la difusión de hechos judiciales. ¿Qué evaluación hacés de la intervención de los medios en el trabajo judicial?
– Es una herramienta, es decir, es como una espada laser, se puede usar para el bien o para el mal. Mi experiencia es positiva: bien utilizados, los medios, a los jueces y a los fiscales, nos sirven para expandir y comunicar correctamente los mensajes desde la justicia. Por lo menos la experiencia mía con los periodistas del área de judiciales es buena, es muy buena. Hoy en día, un porcentaje relevante de nuestra labor cotidiana es trabajar profesionalmente con los medios. En los últimos 15 años, justamente, el trabajo y la función de los medios de comunicación llegó para quedarse en esa interacción con los jueces y los fiscales. Por eso está presentado así en el libro, porque es algo muy real y muy genuino, te diría ineludible. Como cuento en la novela, si la jueza se quisiera cerrar sobre sí misma y no quisiera dar información a los medios, el hecho se va a comunicar igual pero en vez de dar información, van a especular o van a hacer circular rumores, trascendidos. Es decir, la información que no proporciona el juez o el fiscal o el Poder Judicial la va a proporcionar otro. Entonces es mejor que ese lugar sea ocupado por los actores que tienen la información real.
– ¿Y cómo te llevás con las redes sociales?
– Como le pasa a mucha gente por una cuestión generacional, tengo 56 años. Es un fenómeno que no me trasciende. No entiendo la dinámica, no le puedo seguir el ritmo, te diría que me siento como obsoleto para ese formato. Lo digo con cierta frustración, veo que los más jóvenes lo manejan con mucha fluidez y navegan y fluyen. Tengo una cuenta pública de Instagram y ahí trato de manejarme, pero no mucho más. Y en la novela, no aparece esa cuestión porque está históricamente está fijada hace algo así como 15 años atrás.
– ¿Cómo fue construir el personaje del pinche, de una moral laxa, admirador de Borges y Bioy Casares, lo que le otorga matices contradictorios y profundidad, a la vez?
– Disfruté muchísimo al construir los cinco personajes más o menos centrales, algunos de los cuales son mexicanos. En el caso del pinche -un empleado raso de tribunales- el haber pasado yo por esa experiencia hace muchos años, me permitía moverme con comodidad en ese rol. Por otra parte, es un personaje muy especial y muy particular porque tiene una inteligencia muy desarrollada, junto con la intuición. Es una persona con un coeficiente intelectual muy grande para el lugar que ocupa.
Es muy interesante cuando en el proceso de escritura de ficción los personajes parecen tomar vida y van haciendo su camino, un camino impensado para el autor.
– En la novela aparece un abanico de personajes, desde la jueza muy dedicada a su trabajo, los policías honestos y un comisario corrupto. ¿Qué evaluación hacés de la estructura judicial y policial de acuerdo a tu extensa trayectoria?
– Lo que muestro es que en todas las corporaciones, como las fuerzas de seguridad, existen funcionarios policiales que al menos intentan apegarse a la ley y a su función y otros que no, que tienen poder y no se apegan a la ley. Tuve la experiencia de haber visto estas situaciones, y quise mostrarle al lector que hay un amplio espectro moral.
– ¿Cómo te sentiste escribiendo la ficción, a diferencia de los otros libros de los que sos autor?
– Lo disfruté muchísimo. Fue un proceso muy largo. Durante la cuarentena tuve un impulso fuerte, pisé un poco el acelerador y tuve mucho progreso, sobre todo la conversión de lo que iba a ser una estructura de guion a novela. La experiencia de la escritura la tenía de antes, tengo tres o cuatro libros jurídicos escritos y un ensayo histórico sobre el Holocausto, pero esto es más divertido, mas ligero. En los ensayos uno está totalmente condicionado por las fuentes históricas. En cambio acá uno se siente más libre, pero el rigor en la escritura es igual o más duro incluso que en un ensayo histórico o jurídico.
– Es evidente tu admiración por Borges a partir de las citas que aparecen en el libro.
– Sí, ahora acabo de releer unas conferencias que dio en 1977 en el Teatro Coliseo, bajo el título Siete noches y que publicó el Fondo de Cultura Económica y es una maravilla. Durante esa semana, lo invitan a Borges al Teatro Coliseo a hablar de sus obsesiones; entonces una noche habla de la Divina Comedia, otra noche habla de Las mil y una noches, otra noche, de la Cábala…
En la novela hay cuatro citas. A mi me gusta la de Emma Zunz, cuando el pinche tiene que tomar una decisión muy importante. Emma Zunz dice dice “toda la vida de una persona a veces se resume en un instante”.
Empecé a leer a Borges en el colegio secundario y nunca dejé de hacerlo y esta novela es un poco un tributo también a esa afición que tengo.
– ¿Qué devolución tuviste de parte de colegas del Poder Judicial?
– Los cientos de electores que estamos en tribunales, moralmente nos sentimos más identificados con la jueza, y en mi caso particular también. Quiero que a la jueza le vaya bien, que resuelva el caso.
– ¿Qué lugar ocupa Argentina en el circuito del narcotráfico?
– Argentina es un país de tránsito. Los grandes productores que son Colombia, Perú, Ecuador, Bolivia, Paraguay México; hay grandes fabricantes que son Colombia y México, y países periféricos de transporte, por ejemplo, como vía de salida para Europa, uno de los cuales es Argentina, donde también tenemos altísimos niveles de consumo, pero no hay cultivos, ni fabricación por lo menos a gran escala.
Télam.