¿Cómo fomentar la comunicación en niños con autismo?
Por Verónica Maggio
El Trastorno del Espectro Autista (TEA) se define como la dificultad persistente en el desarrollo del proceso de socialización -interacción social y comunicación social-, junto con un patrón restringido de conductas e intereses, dentro de lo cual se incluyen restricciones sensoriales.
La Mayo Clinic (2023) enumera una lista de factores que pueden generar mayor propensión al autismo:
Contar con antecedentes familiares de autismo.
Pertenecer al sexo masculino, lo que genera mayor propensión al mismo, en una relación 4-1 respecto al sexo femenino.
La prematurez extrema (menos de 26 semanas de gestación)
La presencia de enfermedades genéticas.
La edad de los padres
El crecimiento exponencial de casos de los Trastornos del Espectro Autista, que se ha dado desde la década del 70 hasta la actualidad, ha despertado gran interés por el tema en el último tiempo. Mientras que en los años 70 se diagnosticaban 4 o 5 casos cada 10.000 niños, en 2023 el Centro de Control de Enfermedades de Estados Unidos (CDC) reportó 1 niño con autismo cada 36. Un dato llamativo es que, en 2016, la CDC registró 1 cada 54 niños.
Aquí cabe preguntarse: ¿qué factores han provocado este aumento? En primer lugar, no existe una respuesta única. Se trata de un fenómeno pluricausal en el que confluyen aspectos de la biología y el ambiente.
Una de las posibles razones del incremento del número de casos es el cambio en los criterios diagnósticos. Hoy se habla de la noción de espectro autista como un abanico de síntomas que pueden abarcar a personas con condiciones muy variadas que tienen como síntoma común las dificultades comunicativas, sociales, los intereses restringidos y las conductas repetitivas. Esos síntomas pueden presentarse de modo variable: hay personas con autismo que nunca aprenderán a hablar y otras que lo hacen a la perfección con peculiaridades en el acento o utilizando términos extraños (o excesivamente sofisticados).
Del mismo modo, hay personas con diagnóstico de TEA que padecen discapacidad intelectual (aproximadamente el 20 % de los casos según Granana y cols, 2022) y otros con inteligencia brillante capaces de destacarse notablemente en el mundo profesional, pero con algunas limitaciones en la socialización. Esta situación se replica en todos los ejes del autismo: existen niños con TEA e hiperactividad, otros hipoactivos y otros con un nivel de actividad media. En relación con aspectos sensoriales, hay algunos hipersensibles que no toleran ruidos estridentes, el corte de pelo o determinadas texturas y colores a la hora de comer, y otros hiposensibles que pueden tener un accidente fuerte y no sentir el dolor.
En el consultorio, una de las principales inquietudes que plantean los padres es cómo pueden trabajar la comunicación con sus hijos. El abordaje dependerá de las características de cada paciente y del nivel de desarrollo de la comunicación de cada uno:
Niños sin lenguaje y sin intención comunicativa. En este caso, los objetivos se centrarán en ayudarlo creando situaciones que lo lleven irremediablemente a tener que comunicarse para conseguir lo que quiere, siendo fundamental conocer los intereses del niño y utilizarlos como medio para generar esa comunicación.
Pequeños con intención, pero con pocas palabras. En este caso, es fundamental ayudarlos a mejorar la comprensión y la adquisición del léxico mediante el uso de recursos complementarios o aumentativos como los pictogramas o la comunicación gestual, acompañando estas herramientas con palabras para favorecer el acceso al lenguaje.
Los que hablan fluidamente, pero son inadecuados en sus intercambios. En este caso, el modo de corregir la inadecuación social se logra explicando los modelos adecuados y apoyando gráficamente las explicaciones.
El TEA es tratable en cada uno de los ejes de la dificultad, pero para hacerlo es importante recordar que lo primordial es:
Efectuar el diagnóstico de manera temprana con equipos especializados.
Iniciar las terapias prontamente, incluyendo siempre recursos que faciliten la organización de la conducta y la disminución de conductas inapropiadas.
Usar facilitadores gráficos y gestuales para favorecer el desarrollo de la comunicación y para mejorar la comprensión.
Aplicar estrategias para favorecer la regulación sensorial que ocasionan múltiples desafíos conductuales.
Por último, y entre los aspectos más importantes, es necesario recordar que las terapias duran varios años y requieren de la dedicación y el compromiso familiar continuo con el equipo terapéutico, porque esto es lo que facilita la inclusión social y escolar.
(*): Doctora en Fonoaudiología y Directora de la Diplomatura en Trastornos del Lenguaje Infantil de la Facultad de Ciencias Biomédicas de la Universidad Austral.
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