Cólicos y trastornos digestivos en los bebés: mitos, causas y recomendaciones
Los trastornos digestivos afectan la calidad de vida del bebé en los primeros meses de vida.
foto ilustrativa
Desde hace varios años, el paradigma de los primeros mil días en la vida de un niño se instaló fuertemente para resaltar la importancia de ese período que comprende los 270 días de la gestación y los 365 días del primer y segundo año de vida del bebé como etapa clave para su desarrollo futuro. Durante ese período, una adecuada nutrición constituye uno de los pilares fundamentales para fortalecer el potencial humano del menor.
Pero, ¿qué ocurre cuando los bebés lloran desconsoladamente por presentar cólicos, regurgitación, constipación o diarrea? Estos síntomas gastrointestinales se denominan “trastornos digestivos funcionales” (TDFs) y, desde el nacimiento hasta los seis meses, aproximadamente uno de cada dos bebés desarrolla al menos un trastorno funcional o signos y síntomas relacionados, lo que representa una afectación importante en un número muy significativo de familias.
Si bien son condiciones cuyo origen no es una enfermedad orgánica definida, son desórdenes que afectan la salud y la calidad de vida del bebé, provocan ansiedad en las familias, reducción de la duración de la lactancia materna completa y numerosos cambios de leches de fórmula, entre otros aspectos, acentuándose en aquellos lactantes con más de uno de estos síntomas.
“Los síntomas gastrointestinales en recién nacidos y en niños/as menores de 4 años son una de las principales causas de consulta al pediatra, presentando un trastorno funcional o signos y síntomas relacionados, tales como cólicos, regurgitación, constipación, diarrea y disquecia, definida esta última como un trastorno de la defecación que consiste en una evacuación dificultosa y que suele condicionar estreñimiento crónico”, detalló Carmen Vecchiarelli, médica pediatra neonatóloga, subjefa del Servicio de Neonatología del Sanatorio Otamendi.
La regurgitación consiste en el regreso del alimento del estómago sin esfuerzo y se presenta en alrededor del 30% de los menores en esta etapa de la vida. En tanto, los cólicos causan dolores fuertes abdominales, que se manifiestan en forma aguda, intermitente y espasmódica: afectan a 1 de cada 5 bebés y generan un llanto desconsolado. La constipación o estreñimiento se define cuando se presentan evacuaciones restringidas del niño y producen gran malestar general. Se estima que afectan al 20% de los lactantes.
“Los síntomas de los trastornos funcionales pueden resultar muy angustiantes para el bebé y sus familias; de hecho, el llanto inconsolable es una causa de consultas frecuentes en las guardias, en muchos casos a la mitad de la noche, generando mucho estrés en la familia”, completó Vecchiarelli.
¿A qué se atribuyen estos trastornos?.
Los TDFs se atribuyen en gran medida a la inmadurez digestiva propia de los primeros meses de vida, donde también juega un rol importante la microbiota intestinal, el conjunto de microorganismos que habitan nuestro intestino. El equilibrio entre los microorganismos saludables y los que potencialmente podrían enfermarnos es clave para la salud intestinal y general.
La colonización bacteriana se inicia desde la vida intrauterina y se extiende los primeros dos años de vida. Durante el embarazo, la microbiota del bebé es influenciada por la salud y nutrición materna, mientras que, al nacer, el tipo de parto también juega un rol importante, siendo el parto natural el ideal, ya que el bebé, al transitar por el canal vaginal adquiere las bacterias benéficas de la madre.
También son importantes el contacto piel a piel inmediato y la lactancia materna exclusiva hasta los 6 meses y mantenerla por 2 años o más. Todos estos son determinantes de una microbiota saludable que impactará en la salud del recién nacido a lo largo de su vida.
Entre las recomendaciones para el tratamiento de los trastornos digestivos funcionales, siempre bajo el asesoramiento del médico pediatra, Vecchiarelli recomendó ante todo brindarles tranquilidad a las familias junto con recomendaciones nutricionales adecuadas.
Entre estas últimas se encuentran:
– Mantener siempre la lactancia materna y dar tiempo en la consulta para sostener a las familias en estas situaciones clínicas.
– Que el tratamiento farmacológico no sea la primera opción en niños con TDFs.
– Para aquellos que reciben leches de fórmula, optar por aquellas especialmente diseñadas para el tratamiento de estos trastornos digestivos, las que cuentan con cobertura por ser consideradas fórmulas medicamentosas (Ley Nø 27.305).
Dicha norma, también llamada “ley de leches medicamentosas”, fue promulgada en 2016 y establece que todas las obras sociales y prepagas y, en el caso de que la familia no cuente con seguridad social, el Estado, deben cubrir al 100% el consumo de leches medicamentos para todos los niños que “padecen alergia a la proteína de la leche vacuna (APLV), así como también de aquellos que padecen desórdenes, enfermedades o trastornos gastrointestinales y enfermedades metabólicas”.
“Los pediatras no nos cansaremos de recomendar e insistir y volver a insistir en que la mejor opción siempre va a ser la lactancia materna. Para aquellos niños que reciben fórmulas, existen aquellas especialmente diseñadas para su tratamiento, que contribuyen a reducir la frecuencia de las regurgitaciones, a disminuir la intensidad de los cólicos o a ablandar las heces si el problema es la constipación. Paralelamente, suelen recomendarse algunos ejercicios y posturas puntuales para mejorar la situación”, concluyó Vecchiarelli.
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