Club Tri, un oasis para que prospere la cultura independiente
Sobre la calle XX de Septiembre, a la vuelta de la Cooperativa Eléctrica, florece un polo de atracción para creadores, artistas, diseñadores independientes y en el que los vecinos tienen la oportunidad de participar de este original club con mentalidad 2.0.
por Paola Galano
@paolagalano
La manada creativa que da vida al exitoso Trimarchi, el multitudinario encuentro de diseño gráfico y arte que se realiza todos los años en octubre en el Polideportivo, tiene ahora un lugar físico. Ese gregarismo artístico se puede percibir, ver y se contagia todas las tardes en el Club Tri, un café-usina-oficina o club de barrio que abre sus puertas en XX de Septiembre 2650 y en el que es posible realizar diversas actividades. Por ejemplo, consultar libros de diseño, escuchar algún vinilo, asistir a un taller de dibujo, jugar al ping pong, participar en charlas sobre tecnología, realizar capacitaciones y hasta organizar reuniones de trabajo. O, por qué no, merendar en familia.
Si hay algo que cohesiona al grupo gestor de Club Tri es la convicción de que no hay límites. Y que Tito y su esposa, dos vecinos del barrio San José -donde se emplaza el espacio- pueden convivir con jóvenes diseñadores o estudiantes de arquitectura o aún con millenials entusiasmados por nuevas APP. La visión holística, repite Sebastián Valdivia, uno de los integrantes de este colectivo gestor, sobre el paradigma que engloba cada nuevo paso que dan como equipo de trabajo.
“Trimarchi lleva tres días y nosotros hacemos otras actividades en otras ciudades, pero sentíamos que Mar del Plata quedaba un poco desbalanceada -arranca Seba, cuyo nombre artístico es Acampante-. La idea del Club Tri fue tener un espacio para destinar los otros 362 días que quedan del año en actividades, para darle una continuidad al Trimarchi”.
Desde hace tres meses, el Club no deja de sorprenderlos. Es que ahí pasan cosas. “No podemos creer la cantidad de gente que conocimos en estos meses, gente proactiva, con miles de planes, todos los días hay dos o tres mesas con gente que tiene proyectos y que tienen preguntas sobre cómo hacerlos”, sigue, sin jamás perder el entusiasmo.
“Reaprendemos de sus preguntas”, asegura y adelanta que lo que viven en el Club es tan poderoso que ya los hizo redefinir el Trimarchi.
Ellos (Seba más Nano Rizzo, Pablo Pacheco, Diego Montoya y Nicolás Pasetti) escuchan cada proyecto y, en lo posible, orientan. “Hacemos contención o consultoría de la gente que se quiere apoyar en nuestra prueba y error, sabiendo que nosotros erramos mil veces, damos los consejos desde la experiencia. Se corrió la bola y está viniendo mucha gente, son espacios autoconvocados, vemos un crecimiento orgánico y estamos atentos a las necesidad de lo que va surgiendo”.
La experiencia del grupo se sostiene en la gestión independiente y en la puesta en práctica de conceptos que circulan desde hace años: “La cultura del creative commons y opens source, que se da en lo digital”, dice Sebastián.
“Queremos que un club de barrio como Club Tri se imante o se contagie de la cultura 2.0, de la manera de pensar 2.0, del hipervínculo, de compartir los derechos abiertos, de las licencias compartidas, es toda una nueva manera de pensar post club barrial pero de la cual puede aprender un club barrial y retroalimentar ese sistema”.
– ¿No tienen problemas en autodefinirse como un club barrial?
– No, al revés, nos encanta que termine de cerrar ese concepto. Uno de los habitués más fieles es Tito, que cumple 78 años y viene con su propia paleta de ping pong y con su esposa. Llegan las familias todos los domingos, realmente (Club Tri) esta conteniendo al barrio. Y la comunidad nuestra de Trimarchi que es una comunidad más estilizada entra en un diálogo y se relaja mucho.
– ¿Notás alguna relación entre el momento político que vive Mar del Plata en el aspecto cultural y la contención que, como decís, ofrece el Club Tri?
-Parte de nuestra crisis con Trimarchi, esa confusión que estamos viviendo también es porque muchas entidades públicas nos van soltando la mano y vamos viendo que tenemos que volver a nuestras vidas de autogestión más fuertes.
– ¿Hay que olvidarse de la pata estatal?
– Sí, es un momento donde el productor independiente, el músico autogestionado, los sellos editoriales, todas las personas que comenzaron de una manera autogestiva tienen que contenerse ente sí, porque hay una situación adversa contra la cultura, eso está claro. Son momentos difíciles, también cuando una persona tiene que preocuparse por cubrir su cuota básica de subsistencia, sea alimentación, donde dormir, lo más básico, deja ciertos lujos, si bien son también necesidades, para una segunda instancia. Las industrias culturales están en un momento de replanteo, de incertidumbre. Entendemos que este espacio está resultando ser como una especie de oasis para que prosperen ciertas cosas. Buscamos desarrollar actividades que sean gratuitas, capacitaciones para emprendedores, para afianzar a la gente que está dudando en estos días.
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