Claude Lelouch: “El cine me salvó la vida”
El director francés es una de esas rarezas que suelen suceder muy de vez en cuando. Pocos cineastas pueden jactarse de una trayectoria en la que la independencia absoluta, y el eclecticismo que les permite englobar las diversas labores de la creación cinematográfica, se transforman en rasgos distintivos.
por Walter C. Medina
Una de las presencias más destacadas de la 32 edición del Festival Internacional de Cine de Mar del Plata es sin duda la de Claude Lelouch, director -entre otras 58 realizaciones- de la ganadora del Oscar a la Mejor Película Extranjera “Un Hombre y Una Mujer”.
A sus 80 años el entusiasmo de Claude Lelouch por el séptimo arte sigue tan intacto como en aquella primavera de 1955 cuando viajó a la antigua URSS para descubrir que el arte cinematográfico era su vocación. “No tuve opción”, señala el realizador, productor, guionista, escritor, actor y director, “desde ese primer viaje, el cine marcó mi vida para siempre” .
Nacido en París, en 1937, Lelouch es una de esas rarezas que suelen suceder muy de vez en cuando. Pocos cineastas pueden jactarse de una trayectoria en la que la independencia absoluta, y el eclecticismo que les permite englobar las diversas labores de la creación cinematográfica, se transforman en rasgos distintivos. Lelouch es uno de ellos.
Premiado en este mismo festival, en su edición de 1965, Lelouch regresa, esta vez como invitado a la sección Charlas con Maestros.
– ¿Qué ha cambiado en el cine de Lelouch desde aquella primera visita a Mar del Plata?
– Muchas cosas han cambiado. Tuve la suerte, desde entonces, de realizar cuarenta películas, he vivido cuarenta vidas distintas porque cada película es una vida. Y además, soy ahora un señor mayor muy joven.
– Dijo usted en 1970 que todos, cada uno de nosotros, somos de alguna manera cineastas. Que nuestros ojos son las cámaras con las que rodamos y nuestro cerebro completa el montaje ¿Puede desarrollar esa idea?
– Es verdad. Yo creo que el cine es un arte natural y es la disposición de cada uno la que hace que sepamos utilizar los sentidos para registrar lo que vemos. Hoy en día hay millones de personas que filman con sus teléfonos portables. Mi trabajo es aprovechar lo mejor de cada una de esas filmaciones, lo mejor del talento de cada uno de nosotros.
– Entonces se podría decirse hoy más que nunca que, tal como decía Jean Luc Godard, el cine “es una verdad a 24 fotogramas por segundo?
– Sí, absolutamente. Esa es una linda imagen. Pero de todas formas personalmente creo que la vida y el cine deben ir juntos, es la pareja ideal. La mejor guionista de la vida es la vida misma. Yo no hago otra cosa que adaptar ese gran guión que es la vida misma.
– ¿Fue la Segunda Guerra Mundial una tragedia que definiría su manera de ver y hacer cine?
– Sí. Tuve la “suerte” de vivir esa etapa. Cuando se ha vivido la guerra la vida es un regalo, una suerte. A veces veo a mis hijos, observo sus obstáculos para desarrollarse, sus complicaciones. Y es ahí cuando me doy cuenta de que cuando se ha vivido la guerra todos esos problemas parecen mínimos. Los problemas que tenemos hoy en día son problemas de niños mimados, comparados con los que tienen quienes padecen la guerra.
– ¿Cuáles son sus recuerdos de aquel primer acercamiento al cine que se produjo cuando usted viajó a la URSS?
– En primer lugar recuerdo que me enamoré del pueblo ruso, gente que por lo general tiene un gran corazón; malos políticos pero grandes corazones. La gran contradicción era ver la mayoría de la gente en la calle, mientras los que dirigían al país vivían bien. Allí descubrí el cine de Mijaíl Kalatózov, un inmenso cineasta ruso y tuve la fortuna de verlo rodar en Moscú. Y fue el mismo quien me estimuló, quien despertó mi vocación. Antes sólo me limitaba a querer ser un cameraman, un reportero de actualidad; quería viajar, conocer el mundo, y creía que el pasaporte era sólo mi cámara. Pero observando un día de rodaje de Mijaíl Kalatózov, me dije “ese es el oficio que yo quiero hacer”. Y desde hace sesenta años trato de hacerlo.
– La Gestapo perseguía a su familia y su madre optó por esconderlo en el cine.. ¿Había para usted un mejor escondite que ese?
– El cine fue mi mejor escondite, sin duda. Era mi madre la que me escondía en las salas. Entenderás que entonces para mí la guerra fue una especia de magia porque la pasé allí, en las salas de cine, escondido. El cine me salvó literalmente la vida. Después de la guerra el cine era mi casa y mi única obsesión. Al finalizar la guerra mi padre vio la pasión que yo tenía por el cine y decidió regalarme una cámara y me dijo “bueno, ahora arréglate como puedas”. Y con esa cámara he hecho 47 películas.
– Por mencionar sólo una de sus películas más exitosas, ¿qué recuerda del rodaje de “Los Unos y Los Otros”?
– En esa película puse mi memoria. Es mi memoria de la guerra. En el filme cuento las mismas historias que escuchaba en mi casa, acerca de los hombres y mujeres que nos rodeaban. Me había impactado en particular la historia del chico que había sido de verdad abandonado en un ferrocarril, tal como lo narro en el filme. Yo amo a los sobrevivientes, son más interesantes, porque cuando alguien se acerca tanto a la muerte, aprecia mucho más la vida. A veces es una fortuna esquivar la muerte. Los sobrevivientes aman la vida y es esa vida la que yo quiero compartir con el público para que también la amen. Yo soy un sobreviviente no sólo de la guerra, sino también del cine. Tengo el coraje de los sobrevivientes. Los sobrevivientes son valientes.
– ¿Cómo recibió el impacto que provocó la nueva ola francesa a finales de los años ’50?
– Crecí con Francois Truffaut y Jean Luc Godard, eran mis amigos, pero nunca estuve de acuerdo con la nouvelle vague. A ellos les agradezco el haberme enseñado lo que para mí no había que hacer. Realmente crecimos juntos y fuimos muy amigos; pero no hacemos el mismo cine. Ellos se dedicaron al cine profesional mientras yo sigo siendo un amateur.
– ¿Entonces su cine estaría más relacionado con el neorrealismo italiano?
– Esa es una muy buena pregunta que nunca me habían hecho. Yo diría que absolutamente sí. Soy mucho más cercano a los cineastas del neorrealismo italiano que a los del cine francés. Rossellini, De Sica e incluso de los cineastas rusos. Para mí la verdadera nouvelle vague fue el neorrealismo italiano. En “Bajar a la calle” y “Ladrón de bicicletas” está el núcleo, el alma de la nouvelle vague. Todas las películas de la nouvelle vague están en “Ladrón de bicicletas”.
– Francois Ozon sabe colocar humor aún en auténticos dramas ¿Es importante el humor en el cine que trata tragedias cotidianas?
– El humor es esencial en el cine y en la vida. No habría un sólo chico que quisiese ir a la escuela si no existiesen los recreos. Todas las películas tienen que tener un espacio de recreo. Y aquellas películas sin espacio de recreo no tienen llegada al gran público. Una vez que has tenido éxito en el tiempo de recreo, puedes volver a clase. Francois Ozon entiende perfectamente que las películas tienen que ser un tiempo de recreo primero. Y yo también, porque lo único que me gustaba en la escuela era el tiempo del recreo.
– De modo que el alma del cine de Charles Chaplin sigue siendo una necesidad a la hora de la creación.
– Así es. El fue el primero que entendió que el cine tenía que tener un tiempo de recreo primero que le permitiera luego retomar a clase con cualquier tema delicado. Es por eso que se trata de un cineasta especial y formidable. Porque él supo que el sentido del humor es la aspirina de la Humanidad.
– Ganador de un Premio Oscar a la Mejor Película Extranjera por “Los Unos y Los Otros” y Palma de Oro en Berlín por “Un Hombre y Una Mujer”… ¿Son importantes los reconocimientos en forma de premio para Lelouch?
– Sí, porque los premios tranquilizan a los imbéciles.
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