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Cultura 21 de marzo de 2016

Chiabrando: “Uso el humor, a riesgo de pasarme de rosca”

El autor habla del tono que eligió para contar una historia que define como política y que tiene al humor y a la ironía como principales aliados. "Según Sasturain, esta novela cuenta algo tan terrible que sería insoportable sin humor", dice. Y adelanta que Goya, el protagonista, tiene aún mucha tela para cortar.

Sin dejar de lado nunca el humor ni la mirada sarcástica sobre el mundo, el escritor Javier Chiabrando creó en “Los hijos de Saturno” a Goya, un personaje que tiene cuerda para rato: se meterá en otros dos libros que tiene previsto escribir, en el medio de otros muchos proyectos artísticos.
También músico, el autor que reside en Mar del Plata y que es uno de los mentores del Festival Azabache publicó la novela dentro de la colección Negro Absoluto del sello Aquilina, que dirige el escritor Juan Sasturain, quien a su vez escribió un elogioso prólogo a esta historia.
“Es una novela profundamente política”, dice Chiabrando a LA CAPITAL. “Lo que Goya desprecia, y el narrador analiza con ironía, es el muestrario de violencia y muerte que hay antes, durante, y habrá después en la historia argentina. Hay una frase que lo dice bien: ‘¿En qué momento de la historia un país de inmigrantes laburadores se había vuelto un lugar donde para encontrar un sicario sólo había que pegar un grito en cualquier esquina?'”, desmenuza.
El autor adelanta que ese resentimiento de Goya irá mutando en otras novelas hasta volverse más humanista y lograr entender mejor a su país y a quienes lo rodean. “Y quizá hasta crea en el país, pero deberá esforzarse, por eso la segunda novela, si la escribo, comienza con Goya haciendo terapia de pareja”.
Finalista en dos oportunidades del prestigioso premio La Sonrisa Vertical, dedicado a la literatura erótica, Chiabrando define su faceta de lector y espectador en un juego doble. Le gustan las historias en las que disfruta de las patadas y de los tiros y, por otro lado, se obsesiona por los detalles y los giros que pueden tener un libro, un guión televisivo o un filme. “Los hijos de Saturno” parece responder a esta segunda definición que él hace de sí mismo.

“Antítesis del héroe”

¿Cómo nace “Los hijos de Saturno”?
– Primero nace con la creación de un personaje que pudiera tener continuidad. Porque me gustaría escribir dos novelas más sobre Goya. Y Goya nace como antítesis del héroe clásico de la novela negra, el solitario con poca suerte en el amor, borrachín, peleador, y de moral un tanto estricta que complica su inserción en la sociedad. Goya mide un metro cincuenta, está casado con una de las mujeres más deseadas de Argentina y vive como un millonario. Toma vino de baja graduación y Perrier con gas. Desprecia a casi todos, con desprecio de clase y de cualquier otra característica. Eso sí, la bronca, el resentimiento, lo corroe. Como se diría: la procesión va por dentro.
– Contás la historia en un tono que hace eje en el humor, cierta ironía, un relato descontracturado, ¿por qué?
– Es el tono que más me representa. En este caso no es una elección sino es el momento en que el escritor dice basta de recetas, basta de respetar códigos aprendidos en las lecturas, y deja simplemente que salga. Hay demasiadas novelas parecidas en tono y narrador como para estar respetando recetas de los otros. Las características de este personaje ayudan al humor. Y además el humor es una (o la única) de las pocas cosas que no se aprende como técnica: se tiene o no se tiene. Yo lo tengo y lo uso, a riesgo de pasarme de rosca.
– ¿Te parece importante al momento de definir una historia hallar el tono para contarlo? Si humor, si una manera más dramática o más seria, si tintes poéticos…
– Es clave. Si uno equivoca el tono, tiene que comenzar de nuevo. De todas maneras la relación no es historia seria-tono dramático o historia romántica-tono poético. Hay márgenes para romper estas imposturas. Es un desafío estético importante para todo artista. Según Sasturain, esta novela cuenta algo tan terrible que sería insoportable sin humor. Yo ni me había dado cuenta. Néstor Barron me dijo algo parecido. Hasta que aparecieron esos lectores yo simplemente pensaba que me había divertido escribiéndola.
– Sobre el tono, justamente, Sasturain habla en el prólogo de “grotesco desaforado”, “lo tragicómico con bordecito patético” y se refiere al humor negro que destila la historia y en especial el narrador. ¿Son elogios?
– Son elogios en tanto es un tono no tan habitual en la literatura negra, y habría que ver en la literatura argentina en general. Yo no había pensado en la palabra grotesco, pero el lector siempre tiene razón, y más un lector como Sasturain. Y el humor es bastante negro y grotesco, pero es la forma en que el narrador mira el mundo, que se parece a como yo miro (cuando escribo) el mundo. Lo que percibo ahora, cuando aparecen lectores diversos, es que ese humor convoca a algunos y deja indiferentes a otros. Es un misterio.
– ¿Goya es un excéntrico?
– Es un resentido. Es un desclasado. Porque a la muerte del padre lo expulsaron del paraíso de los ricos. Y ese resentimiento es su motor. Pero el resentimiento está escondido detrás de una pátina de lujo y excentricidades, como estrategia o única salida o respuesta ante la sociedad. Goya es incapaz de reconocer que algo lo corroe. Es también profundamente argentino, por mucho que le pese, de ahí que sufra ciertas contradicciones y cambios de humor o de puntos de vista. El otro día una lectora me dijo que era TOC (sufría un Trastorno Obsesivo Compulsivo). Y debe ser verdad. Pobre Goya, que sólo quiere ser feliz al lado de su bella esposa, deseada por todos los hombres del país que se preguntan cómo es posible que semejante mujer esté con ese enano, y se responden lo obvio, que el enano la debe tener enorme.
– ¿El narrador es un personaje más de la historia? ¿Por qué le diste tanto aire?
– Ni lo pensé. Me divertí escribiéndola y salió así, muy rápido. Creo que me influyó un poco la lectura de “El viaje del elefante” de Saramago, que tiene un narrador semejante, pero yo ya había experimentado con ese tipo de narrador, por ejemplo en “Caza mayor” y en novelas inéditas. Bien visto, es una marca mía, porque ahí aparece ese humor que no se compra ni se aprende.
– “Los hijos de Saturno” tiene el aval de Sasturain. ¿Cómo fue el contacto con él?
– Se lo di a su editor, Ricardo Romero en el primer Azabache, durante 2011. La había terminado en 2010. Y se editó a finales de 2015. Esos son los plazos de edición es el mundo de los no-best sellers. A Romero le gustó de entrada pero la edición estuvo detenida por cuestiones editoriales. Yo, ante esas cosas, siempre hago lo mismo: me olvido de esa novela y me concentro en otra cosa.

Conmover a las masas

– Como escritor, ya indagaste en el género de lo erótico antes de este boom editorial, incluso ganaste un premio internacional con una novela. ¿Volverás a ese registro?
– Tuve dos novelas finalistas de la Sonrisa Vertical. Una inédita aún, y la otra se llama “Todavía no cumplí cincuenta y ya estoy muerto” y se editó en México y en España. No creo que vuelva a ese género, a menos que sea cruzado por otro: “Todavía…” era negra y a la vez erótica. Por ahora tengo otros proyectos, incluso ver si mi sentido del humor conmueve a las masas de lectores y compradores. Además estoy grabando música propia, tengo un proyecto grande presentado en una editorial grande, una idea para una obra de teatro. Y escribir los dos Goya que siguen. Cartón lleno.
– ¿Qué historias son las que más te conmueven, qué tipo de historias?
– Soy dos lectores, dos espectadores a la vez. Por un lado el lector/espectador lúdico, que se divierte con cosas simples, películas de patadas y tiros, una sencilla comedia romántica, y libros con buena trama aunque no estén del todo bien escritos. Luego está el otro, el crítico, el jodido, el que se fija hasta en los nombres de los editores de una película o lee con perspectiva histórica, con conciencia del lugar que ocupa en el corpus o el canon. Ahí me pongo difícil, casi imposible de satisfacer. El primero se divierte y el segundo exige más energía. Eso sí, soy muy respetuosos de los proyectos experimentales de los otros, de los que rompen el molde, de los que arriesgan. Y últimamente estoy muy interesado en conceptos narrativos de la televisión: Fargo, The missing, The Knick, Justified. Buenas historias, buenos personajes, buenos diálogos, qué más pedir.
– ¿Qué podés adelantar del próximo Festival Azabache?
– Nada. Está como el país. Esperando que se aclaren las cosas sin morir en el intento.