CERRAR

La Capital - Logo

× El País El Mundo La Zona Cultura Tecnología Gastronomía Salud Interés General La Ciudad Deportes Arte y Espectáculos Policiales Cartelera Fotos de Familia Clasificados Fúnebres
Opinión 12 de agosto de 2018

Centeno, Wagner y el crepúsculo del capitalismo de amigos

por Jorge Raventos

Carlos Wagner, figura emblemática del "capitalismo de amigos" imperante en la Argentina en las últimas décadas.

La confesión del ex presidente de la Cámara de la Construcción, Carlos Wagner, introdujo un capítulo de enorme interés en la saga de los cuadernos del sargento Centeno. Un tema que ha empezado a inquietar al gobierno teme por sus turbadores desafíos pese a que, si bien se mira, emerge en virtud de tendencias que también sostienen su política.

Resulta significativo observar cuáles son los puntos en los que el Presidente elige mantener la firmeza, porque esa decisión es la que mejor describe el rumbo por el que se inclina.

* El primero, central, es la apertura al mundo. Lo planteó desde el inicio y lo impulsó decididamente -en colaboración con el peronismo no K-, al encarar expeditivamente la resolución del pleito con los holdouts. Sostiene esa línea impulsando acuerdos comerciales con distintos países y bloques de países, alentando al Mercosur a acuerdos de ese tipo (con Unión Europea, con China) , abriendo puertas a la incorporación de inversiones externas, tratando de incoporarse al monitoreo de instituciones del capitalismo desarrollado como la OCDE. Y buscando recortar (al menos algunos) sobrecostos que impiden la competitividad internacional del país.

* Ha decidido convertir en programa propio el documento de compromisos con el Fondo Monetario Internacional, particularmente el capítulo referido a la reducción del déficit fiscal.

* Se ha comprometido a no suspender la rebaja de las retenciones a la soja, pese al reclamo de gobernadores y economistas de la coalición oficialista. Parece claro que el Presidente ha decidido vincular su gestión al sector más competitivo de la economía argentina, el de la producción de alimentos.

Apertura, capitalismo clientelar y competencia

Ese rumbo central es el contexto en el que se produce el escándalo de los cuadernos. La Argentina ha empezado a desprenderse de las murallas de aislamiento erigidas durante la larga década K. Ahora su comportamiento se despliega en un escenario abierto, sometido al juicio y el control de la opinión pública, la Justicia, los actores internacionales y los domésticos.

El kirchnerismo no quería monitoreos del FMI porque, en general, no quería abrir ante nadie sus cuentas ni sus papeles, ni su conducta. El resultado electoral de 2015 cambió las reglas de juego: el hermetismo y el enclaustramiento panóptico dominado desde el poder central, que hacían posible el “capitalismo de amigos” de la era K, han quedado desplazados.

El sargento tiene quien lo lea

Quienquiera fuese el lector privilegiado para el que escribía sus cuadernos el sargento Centeno, en el nuevo escenario ya no hay exclusividades: los cuadernos están abiertos al escrutinio público. Y, así, las consecuencias son en principio incalculables y probablemente incontrolables.

Es más, las confesiones que se reciben en Comodoro Py convierten los cuadernos en la base de una amplia narración colectiva, nuevas caligrafías sobreescriben el relato del chofer de Baratta, lo intervienen con nuevos detalles. Por ejemplo, Wagner describió cómo los adelantos por obra (entre 10 y 20 por ciento del valor) que el Estado pagaba a los contratistas eran inmediatamente transferidos por éstos (allí aparecen los bolsos que registró Centeno) a los funcionarios que habían concedido el contrato. Favor con favor se paga. Más importante aún, Wagner explicó cómo se repartían las obras entre empresas y consorcios que constituían, de hecho un sistema cartelizado integrado al sistema de poder. Wagner desbarató con sus revelaciones el argumento de otros “arrepentidos” que presentaban sus pagos bajo la figura de contribuciones de campaña extraídas extorsivamente.

Queda claro que es ingenuo e irrisorio reducir la dimensión del fenómeno disparado por los cuadernos a una maniobra u operación política. Más de media docena (hasta el momento) de empresarios que toman el camino del arrepentimiento y una más extensa lista de detenidos e imputados (que no se ha cerrado) están indicando algo más trascendente: el desarrollo seguramente irreversible de la deconstrucción del kirchnerismo y un golpe de gracia al capitalismo de amigos.

Conviene, pues, sobreponerse a la fácil tentación de interpretar el escándalo por su eventual funcionalidad político-electoral (que además es prematuro determinar) y atender más bien a sus efectos de fondo sobre el funcionamiento del sistema de negocios -en particular, pero no exclusivamente, las contrataciones públicas-, así como a las nuevas condiciones de transparencia relativa, competencia y productividad en que deberá desarrollarse.

Golpeado fuertemente el tradicional sistema local, que jugaba desde hace muchos años con las reglas que fotografían los cuadernos de Centeno y confirman y amplían las primeras confesiones, es probable que nuevos actores -no sólo locales- cubran el espacio vacío. La apertura llama a la apertura.

La transición entre un sistema y otro es lo que preocupa al gobierno, ansioso por conseguir a tiempo la lluvia de inversiones con que se ilusionaba en sus comienzos. A tiempo quiere decir: en la estación preelectoral.

Si la transparencia suscitada por la irrupción de los cuadernos de Centeno determina el hundimiento de las acciones de empresas argentinas, sume a otras en la impotencia financiera y ahuyenta inversores, ¿cómo llegar a 2019 con una economía medianamente reactivada?

En fin, ¿cómo será llegar a 2019 si nuevas calamidades se suman a la inestabilidad cambiaria, a las rigideces que dificultan el financiamiento del Estado y las empresas, a la creciente efervescencia social impulsada por la contracción económica y las políticas de ajuste?

El riesgo es que una acumulación de dificultades y descrédito favorezcan a expresiones de la antipolítica más audaces que la que supo encarnar la propia coalición oficialista.

Aborto: Hollywood dijo sí, el Senado dijo no

En la madrugada del jueves 9 de agosto, el Senado rechazó el proyecto que abría la puerta al “aborto legal, libre, seguro y gratuito”, que llegaba con la media sanción de la Cámara de Diputados. Horas antes de que la votación de la Cámara Alta quedara consumada, ya se sabía que el No prevalecería, más allá de que los sectores favorables a la aprobación se mantuvieran movilizados y hasta convocaran en su ayuda a estrellas de Hollywood como Susan Sarandon, Felicity Huffman o Anjelica Huston.

Tres meses atrás, en esta columna se anticipaba que, pese a “la presión que supone la victoria obtenida por el frente legalizador del aborto en la Cámara Baja y la repercusión de los medios de alcance nacional que suelen reflejar amplificadamente la atmósfera dominante en Buenos Aires, donde mayoritariamente están asentados (…), es razonable suponer que el Senado, constituido con una lógica federal expresará con más volumen la negativa”.

En términos de votos en la Cámara, el No se impuso por 38 votos contra 31. Quedó más que compensado el poder de fuego mediático del sector pro-aborto-libre con la movilización (católicos y evangélicos se lanzaron a la militancia, llenaron calles y plazas tanto en provincias como en la ciudad de Buenos Aires y demostraron que grandes contingentes juveniles se encolumnan tras el pañuelo celeste). La media sanción en Diputados funcionó como un despertador para los cuadros de las iglesias (en primer lugar, la católica) que decidieron empeñarse a fondo para frenar la legalización del aborto.

Muerte y salud pública

Lo consiguieron pero, pese a que contaron con la participación en los debates de eminentes profesionales (científicos, juristas, médicos) no pudieron neutralizar acabadamente la imagen que difundía el otro sector; una dicotomía simplificadora que puede resumirse como un choque entre “el dogma” y “la libertad”; “el pasado” y “el futuro”.

El sector que apoya el aborto libre, hablando en defensa de la salud (“este es un tema de salud pública”) eludió la discusión sobre si la medida que propician despenalizar entraña o no la muerte deliberada de una persona (el niño por nacer que, en tal caso, no puede defenderse). No se trata de una discusión secundaria, sino de una que tiene consecuencias sobre el tipo de sociedad que se promueve en nombre de la salud, la libertad y el futuro.

Este saldo comunicacional del debate que determinó el triunfo del No tiene importancia ante el hecho de que los derrotados en el Senado reclaman la revancha. El gobierno acaba de clausurar un escenario en el que ese sector pretendía revertir su caída: una consulta popular destinada a revisar la decisión del Congreso.

El Presidente no quiere una consulta (tampoco la aceptaba cuando eran sectores antiabortistas los que la reclamaban). En cambio, el Ejecutivo se dispone a despenalizar a las mujeres que abortan a través de una cláusula del futuro Código Penal, próximo a ser sancionado.

Esa despenalización no será resistida por el sector antiabortista ya que no legitimaría el aborto. Su filosofía es análoga a la que ciertos países (Suecia, por ejemplo) aplican a la prostitución, donde se la considera delito pero no se persigue a las prostitutas, sino a los clientes y a terceros que eventualmente lucran con el hecho.

Pero la despenalización no será considerada siquiera un premio consuelo por el activismo verde, numeroso en los paisajes urbanos. El gobierno se conformaría, en todo caso, con que para ese electorado fuera un argumento en su favor a la hora de un balotaje en 2019.



Lo más visto hoy