Cazadores-recolectores del Mesolítico europeo ya momificaban a los muertos
Hasta ahora, los casos más antiguos de momificación como ritual se habían encontrado en la cultura Chinchorro, un grupo de cazadores-recolectores que habitaron la costa del desierto de Atacama, en el norte de Chile, hace unos 7.000 años.
Un equipo de arqueólogos ha descubierto que hace unos 8.000 años, los cazadores-recolectores del valle del Sado, en Portugal, ya momificaban a los muertos.
Un equipo internacional de arqueólogos ha descubierto que hace unos 8.000 años, en el Mesolítico, los cazadores-recolectores del valle del Sado, en Portugal, ya momificaban a los muertos, lo que demuestra que esta práctica funeraria fue más común en la prehistoria de lo que se pensaba.
El descubrimiento, encabezado por arqueólogos de la Universidad de Uppsala y la Universidad de Linnaeus, en Suecia, y la Universidad de Lisboa, en Portugal, prueba que en el Mesolítico europeo los hombres ya efectuaban tratamientos previos al entierro, como la desecación mediante momificación.
Los resultados se publican en European Journal of Archaeology
Hasta ahora, los casos más antiguos de momificación como ritual se habían encontrado en la cultura Chinchorro, un grupo de cazadores-recolectores que habitaron la costa del desierto de Atacama, en el norte de Chile, hace unos 7.000 años.
Ya entonces, este grupo dejaba cuerpos momificados enterrados en basureros de conchas que, incluso, todavía conservan tejido blando.
Pero, al margen de esta cultura, la mayoría de las momias halladas en el mundo son bastante más recientes, de unos 4.000 años de antigüedad las más antiguas.
Para los arqueólogos, estudiar la momificación en la prehistoria supone todo un desafío porque es difícil detectar si un cuerpo se conservó mediante momificación cuando el tejido blando ya no es visible y, sin él, es complicado determinar si los restos se curaron poco después de la muerte.
Estos estudios, en climas templados y húmedos, como en la mayor parte de Europa, son todavía más difíciles, porque los tejidos blandos normalmente se descomponen y desaparecen de los yacimientos arqueológicos.
En este estudio, los investigadores utilizaron fotografías de los restos óseos de trece individuos excavados en la década de 1960 en los basureros de conchas mesolíticos del valle del Sado en Portugal y, a partir de ellas, reconstruyeron las posiciones en las que se enterraron los cuerpos.
El estudio combinó el enfoque de la arqueotanatología con experimentos de descomposición humana.
La arqueotanatología es un enfoque utilizado por los arqueólogos para documentar y analizar restos humanos en sitios arqueológicos que combina observaciones de la distribución espacial de los huesos en la tumba con conocimiento sobre cómo se descompone el cuerpo humano después de la muerte.
Con ello, los arqueólogos pueden reconstruir cómo se manejó el cadáver después de la muerte y cómo se enterró, incluso si han pasado varios milenios.
El análisis mostró que algunos cuerpos habían sido enterrados en posiciones extremadamente flexionadas, con las piernas dobladas a la altura de las rodillas y colocadas frente al tórax.
Durante la descomposición natural, los huesos se suelen desarticular en las articulaciones débiles, como los pies, pero en estos casos, las articulaciones se mantuvieron.
Los investigadores sostienen que este patrón de hiperflexión y falta de desarticulación se explica porque el cuerpo no fue colocado en la tumba como un cadáver fresco, sino desecado y momificado, lo que no solo mantendría a las articulaciones débiles, sino que también permitiría una fuerte flexión del cuerpo.
Además, dado que los cuerpos fueron desecados antes del entierro, hay muy poco o ningún sedimento presente entre los huesos, ya que este proceso evita el colapso de las articulaciones.
Para los investigadores, estos patrones podrían ser resultado de un proceso de momificación natural guiado, en el que, a medida que el cuerpo se iba secando de manera natural, lo iban contrayendo y atando con cuerdas y vendas para comprimirlo y darle la posición deseada.
Al final del proceso, el cuerpo habría sido más fácil de transportar (al estar más contraído y ser significativamente más ligero que un cadáver fresco) y garantizar que fuera enterrado conservando su apariencia e integridad anatómica.
Para los autores, descubrir que la momificación en Europa era más antigua de lo que se sabía anteriormente, supone también que hace 8.000 años, en el Mesolítico en Portugal, los hombres ya daban importancia a los lugares de enterramiento y a las prácticas funerarias.