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Policiales 11 de febrero de 2020

Caso Tortorella: declaró Faijós y acusó del crimen a la mujer policía

En la jornada inicial del juicio por el asesinato del médico de 72 años, la primera en hablar fue la mujer que vivió con la víctima en su casa durante los últimos días de su vida y que está imputada también por el asesinato pero que no está siendo juzgada.

“Soy adicta a las drogas y en esos días vivía intoxicada”, dijo Deborah Faijós al iniciar su testimonio en el Tribunal Oral en los Criminal N°4 en el juicio por el asesinato del médico Roberto Tortorella (72) ocurrido el 17 de marzo de 2017.

El de Deborah Faijós fue la primera declaración en el debate oral. Es que la mujer vivía en la casa de Tortorella, con quien mantenía una relación “más allá de la amistad”: el médico le daba dinero para drogas, le compraba ropa, le cocinaba y la dejaba estar en su casa a cambio de que ella le hiciera compañía.

Faijós también está imputada por el fiscal Leandro Arévalo por el asesinato de Tortorella y ante esa situación los jueces le indicaron que estaba en su derecho de negarse a declarar. No obstante Faijós quiso hacerlo y  estuvo acompañada por sus abogados: César Sivo y Romina Merino. Vale recordar que Faijó no es juzgada en este debate ya que su juicio iba a ser por jurados la semana pasada, pero al no poder conformar el cuerpo de ciudadanos quedó suspendido.

En su declaración, que duró casi dos horas, Faijós habló de su adicción a las drogas, su relación con Tortorella, con Córdoba -quien era su expareja y la acusó en la sala de golpeadora y de haberla obligado a prostituirse- y señaló a la policía Saino como la autora material y excluyente del crimen del médico.

Faijós recordó que conoció a Tortorella a mediadios de febrero -sus datos carecieron de exactitudes-, cuando ella había ido al barrio Centenario a comprar drogas. En esas circunstancias vio que desde una camioneta le hacían señas de luces, era Tortorella, quien le ofrecía llevarla a su casa.

Faijós contó que se fue con el médico, quien le ofreció trabajo, estar con él. El intercambio a la mujer le parecía razonable: el hombre ofrecía comprarle droga a cambio de su compañía. “Así que empecé a vivir con él. Otra noche fuimos a comprar droga al Centenario y lo veo hablando con Erika (Córdoba). Nos fuimos y ella lo llamó, porque se había separado de la mujer y no tenía dónde ir, por lo que Roberto la invitó a la casa”.

Esos días -que para Faijós eran a fines de febrero o principios de marzo- los tres vivieron en la casa del médico, en El Zorzal al 400, hasta que Tortorella notó que le faltaban objetos de valor. “Erika decía que había una caja fuerte llena de plata en el lugar, yo nunca la vi”, dijo y contó que ella le dijo a Tortorella que echara a Córdoba de la casa. “Ella se enojó y me amenazó, me dijo que iba a pagar y llorar lágrimas de sangre”, dijo.

Faijós explicó que ella prácticamente vivía drogada e intoxicada. No tenía celular, ya que cada vez que conseguía uno lo cambiaba por más y más droga, así que comunicarse con ella era algo bastante engorroso: había que llamar a alguna amiga, a alguna persona que estuviera con ella o por Facebook.

“Otro día voy al Centenario a lo de una amiga y Erika la llama para hablarme y dice que Rosa me estaba buscando que quería verme”, contó Faijós y agrega que ese día se encontró con la policía quien, según sus palabras, le habría dicho: “Me comentó Erica que estás saliendo con un viejo que tienen plata, una caja fuerte y yo tengo deudas ¿se lo puede robar?“.

Con Roberto no“, dijo Faijós que le contestó a la mujer policía, quien luego le solicitaría como favor que le llevara unas bolsas -que según ella contenían uniformes policiales- a Erika Córdoba, a lo que ella accedió.

La noche anterior al homicidio, Tortorella y Faijós habián ido a buscar droga en diversas ocasiones. Esa mañana del 17 de marzo, estaban los dos en la cama. Tortorella viendo televisión y ella drogándose.

“Sonó el teléfono. Atendió Roberto y cortaron. Después sonó otra vez y respondí yo: ‘Holis, amiga. Abrime, estoy afuera’, me dijeron del otro lado y era la voz de Saino. Me quedé dura y me dio dolor de panza, porque ella ya había dicho lo de robarlo”, expresó Faijós.

Faijós narró lo que sucedió ese 17 de marzo y volvió a remarcar que estaba “muy drogada” e intoxicada. Siempre según el relato de la mujer que también figura en la causa como coimputada, Saino entró a la casa de El Zorzal al 400 por la puerta de la cocina que Tortorella siempre dejaba el perro para que pudiera salir.

Con Saino ya en la casa, Faijós le ofreció un té. Luego la policía, que estaba de civil y con una mochila en la espalda, se fue a un baño. “Le digo a Roberto que se levante para llevar a Saino a su casa. Él pone en marcha la camioneta, levanta el portón, viene a la cocina y Rosa lo sorprende por atrás con un revólver”, recordó Faijós en el juicio.

“Roberto empezó a gritar y mientras gritaba Rosa le pegaba. Él me pidió ayuda, le di la mano, pero no podía hacer más nada. Agarré un destornillador con el que picaba la droga y Saino me dijo que me calmara o me hacía boleta. No pude reaccionar, estaba muy drogada. Quería ayudar a Roberto, pero no podía”, dijo Faijós.

“Rosa llevó a Roberto hasta un cuarto, lo esposó de pies y manos y le empezó a meter medias en la boca y encintarlo. Después le puso una almohada en la cabeza se sentó, me miró y me dijo: ‘Me vio la cara, lo tengo que hacer boleta'”, narró Faijós entre llantos y agregó: “Roberto empezó a temblar, empezó a temblar hasta que no tembló más”.

Faijós explicó que Rosa comenzó a limpiar la escena del crimen y luego le pidió que manejara la camioneta porque ella no sabía. A lo que accedió por temor a ser asesinada.

Faijós narró que junto a Saino hicieron una parada en una casa del barrio Don Emilio, en la que la policía buscó una pala y luego fueron hasta la zona del Arroyo los Padres, donde finalmente fue hallado el cuerpo de Tortorella.

Según sus palabras, ella “nunca” ayudó a Saino y todo lo hizo ella sola: asesinar al médico, limpiar la escena, arrastrar el cuerpo y finalmente enterrarlo. “Ella me decía que no denunciara, porque nadie me iba a creer ya que yo era una drogadicta y ella policía”, recordó.

Faijós luego fue al barrio Centenario y se separó de la policía. Conservó la billetera de Tortorella con todas las tarjetas de débito, y al conocer sus claves fue a sacar dinero para comprar droga. “Necesitaba olvidar todo lo que había pasado”, dijo. En ese derrotero de visitar point de ventas de droga, volvió a encontrarse con Córdoba, quien, según sus palabras, la “obligó” a ir a su casa, en la que estuvo una semana hasta que se pudo ir, contarle todo a su padre y hacer la denuncia.